La Noche Fatal

27 1 0
                                    

Volví al barco en cuanto las puertas del palacio se cerraron. El atardecer daba paso a la noche y la ciudad de Turtle Cove invitaba a sus habitantes a retornar a sus hogares. La calle principal estaba casi desierta. Los mosquitos y las luciérnagas volaban en iguales cantidades por el aire, las palmeras se agitaban suavemente con el viento y las nubes ocultaban apenas algunas estrellas. La luna, sin embargo, se hallaba a oscuras, como una vez en cada mes. La escena resultaba tranquilizadora.

El indígena que debió llevarme de vuelta a la playa en barca no estaba muy feliz de ser interrumpido en medio de una botella de vino pero debía acatar las órdenes del secretario del líder del Concejo de Turtle Cove. Le rogué que me esperara, que pronto necesitaría volver a la ciudad.

El Riso Silua Dea se erguía majestuosamente encallado en la arena. La tripulación había dejado de trabajar para poder descansar unas horas. La mayoría de las reparaciones necesarias estaban hechas pero aún restaban algunos detalles menores que, a la larga, serían peligrosos de no ser arreglados a tiempo. Miller, Arthur y Connor estaban en la cubierta, hablando animadamente.

Los saludé sin detenerme y me dirigí al camarote del capitán. Estaba sorprendentemente ordenado, considerando la tormenta por la que habíamos pasado. Lo único que en su momento me pareció raro fue que los armarios y cofres estaban abiertos, como si alguien hubiese estado buscando exhaustivamente algo que mi capitán podría esconder.

Me senté detrás del escritorio para realizar mi propia búsqueda del escritorio y, por un momento, me imaginé a mí mismo dirigiendo mi propio barco pirata, asaltando ciudades, enfrentando flotas españolas, dirigiendo una reunión del Concejo de Turtle Cove... Un futuro más tentador que el que, horas antes, había atravesado mi mente, escaparme.

Abrí el único cajón que no había sido explorado, puesto que estaba cerrado con llave. Dentro esperaba encontrarme con una gran cantidad de documentos importantes pero, para mi desilusión, estaba vacío. Lo único que había era basura: cáscaras de manzanas tropicales, un trozo de cuerda, papeles rotos y chamuscados, la mitad de una vela, un cuchillo oxidado y una pequeña esfera de plata que supuse, era falsa.

Frustrado, recogí todas esas cosas para tirarlas por la borda pero algo se resistió. Tiré con más fuerza escuché un "clic". Inmediatamente, mis pies sintieron que algo caía. Debajo del escritorio se había abierto una abertura, un compartimiento secreto. Lo único que quedaba en el cajón era el trozo de cuerda que supuse, era lo que había abierto el secreto de Stone.

Los papeles caídos eran una sarta de documentos oficiales de las cuatro grandes naciones del Caribe y otras cosas. La mayoría eran patentes de corso (permisos para abordar barcos de naciones enemigas), mapas de ciudades ocultas y un gran título de propiedad en La Habana a nombre de Marta Ethel Díaz de Vivar.

Entre los papeles, había también un contrato que, supuse, era lo que Stone quería. Era un acuerdo entre siete piratas para fundar una ciudad en algún lugar de la selva americana para velar por la libertad, la riqueza y la piratería. Era ilegible pero entendí que el poseedor del contrato sería el líder de facto de la ciudad. ¿Acaso Stone estaba listo para entregarlo así sin más?

Salí del camarote y me disponía a volver a la ciudad cuando Arthur, Connor y Miller me invitaron a beber con ellos.

-Lo siento, chicos, pero tengo que volver con Stone. Necesita unos papeles.

-¡Mañana, niño!- vociferó Connor, visiblemente subido de copas.

-La reunión es ahora... ¿Han terminado las reparaciones?

-Casi- contestó Miller- Solamente falta una de las velas menores y la parte de babor de la proa.

-Bien, Stone ordena prepararse para zarpar cuanto antes. Cuando termine la reunión, nos iremos de aquí.

¿Qué hacía yo en el Caribe?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora