¿Qué hacía yo en el Caribe? No lo sé muy bien.
El galeón español en el que yo viajaba había partido de Cadiz, como todos los años, a mediados de agosto para llegar al continente en diciembre. Desembarqué en la ciudad española de Portobelo, con veintidós años de edad y treinta toneladas de mercancías varias que rápidamente subí a otra nave.
Del puerto español más transitado para la época ví poco más que los muelles carenados, las tabernas llenas de marineros, las casas bañadas por el sol y un enorme fuerte de piedra que ocupaba toda la línea de costa y cuyas baterías brillaban peligrosamente. Corría el año mil seiscientos cincuenta y nueve y la piratería estaba en su edad de oro. La mayoría de las ciudades españolas de las costas caribeñas contaban con mínimo un fuerte armado cuando no dos.
-¿Papeles?- preguntó el pobre funcionario burocrático del puerto.
Con un español improvisado y a las apuradas, se los entregué.
-¿Es usted inglés?- preguntó, al leer mi nombre "William Carrington".
-Algo así- carraspeé.
El español levantó una ceja.
-Mi padre es inglés. Mi madre, española. Yo soy austríaco.
Poco interesado por mi árbol genealógico, indagó por el contenido de las cajas.
-Son herramientas varias para las haciendas. Las venderé en Río del Hacha.
El funcionario, por toda respuesta, selló mis papeles y me despachó. Sonreí tímidamente y me subí al barco.
La travesía duró otros diez días de náuseas y eterno mar pero finalmente llegué a mi destino. La ciudad de Río del Hacha era, por comparación, un pueblo con un pequeño puerto. Tenía un fuerte, sí, pero estaba casi desprovisto de cañones y soldados. Las casas eran en su mayoría de tamaño reducido pero había también unas lujosas mansiones al final de la calle principal. Había tan solo tres muelles y cuando el oficial de puerto preguntó cuánta mercancía tenía que descargar, se le cayó la pluma al oír la cantidad.
No me extrañó. Toda la situación era algo rara. ¿Cómo un austríaco se llama William Carrington? Lo cierto es que compartía el nombre de mi padre, el jefe de la Compañía de Comercio Transoceánico Carrington. A la misma edad en la que me había embarcado hacia las Indias Occidentales, él había sido expulsado de su casa por su padre. Siempre huyendo y trabajando, llegó a Viena con una pequeñísima fortuna y comenzó su travesía comercial. Años después. ya intercambiaba mercancías con Oriente. En Viena conoció a mi madre, una dama de compañía de la Corte, y formó su familia. En los últimos años, había pensado en expandirse hacia América y yo, su hijo menor, fui enviado para probar esta nueva experiencia de negocios.
Por lo menos así era de fachada porque bien yo sabía que mi misión en Río del Hacha era otra, aunque mi padre se negara a admitirlo.
-Véndelo por el mínimo que acepten, véndelo nomás- me dijo antes de partir.
Eso hice pues el mercader no aceptaría semejante cantidad de herramientas al precio correspondiente pero conseguí una buena suma a cambio de las treinta toneladas. Parte de la buena venta fue convencer al comerciante que podría venderlo en los pueblos vecinos y en parte creo que sólo quería que me fuera. De hecho, me regaló una pequeña pistola que con gusto acepté. Libre finalmente de mi carga, me dediqué a disfrutar la ciudad mientras recorría la calle principal hasta.
Río del Hacha era la típica ciudad colonial. Casas de madera y barro, trazadas en damero. Pequeños aljibes comunales cada cierta cantidad de cuadras. Una taberna en cada punto cardinal y un gran mercado cerca del puerto donde abastecerse. La plaza de armas en el exacto centro tenía el clásico Cabildo blanco y una catedral a donde se dirigían todas las señoras a rezar. Los niños jugaban de un lado al otro y tanto negros como indígenas trabajaban bajo el sol incansablemente.
ESTÁS LEYENDO
¿Qué hacía yo en el Caribe?
Fiction HistoriqueÉsta es la historia de un comerciante austríaco que en su viaje al Caribe se ve transformado en un pirata de esos que roban pueblos, matan gente y seducen damiselas, en una forma particular. A su vez, se ve envuelto en una trama policial para descub...