Maniobras Peligrosas

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Mi hermano se arrojó rápidamente sobre su esposa, para escudarla de los escombros que caían. Los esclavos que nos habían servido la cena corrieron sin dudar hacia sus amos con intención de protegerlos con las bandejas de plata.

-No, no- gritaba Joséphine- A nosotros no, busquen a los niños.

Yo aún seguía de pie así que opté por salir de la sala y subir las escaleras a grandes pasos. La casa todavía retumbaba pues las balas seguían disparando contra la ciudad. Oía gritos a lo lejos de los pobres ciudadanos a quienes habíamos condenado al desembarcar en Río del Hacha. Estaba seguro de que los responsables del ataque eran los mismos que nos perseguían desde que habíamos dejado Turtle Cove.

Mis sobrinos estaban ocultos bajo sus camas. Su ventana se había caído sobre un sirviente que había intentado socorrerlos pero no tenía tiempo para ayudarlo. ¿Quién bombardea una casa? Podría tener niños. Acto seguido recordé que yo también era un pirata y que había hecho cosas peores.

Los rescaté de sus escondites y los tomé entre mis brazos. Con la fuerza animal que cualquier persona recibe al intentar salvar a seres queridos (a pesar de apenas conocerlos, eran mi sangre), corrí escaleras abajo para encontrarme con mi hermano y su mujer.

-¡Afuera de la casa!- exclamé- Allí estaremos seguros.

Cada uno recibió a un hijo en brazos y obedecieron mi orden rápidamente.

-Joséphine, cuida a los niños- dijo mi hermano una vez a salvo- Yo iré a dirigir la defensa de la ciudad... ¡William, tú desaparece!

Debo decir que en su momento sus palabras dolieron pero no tenía tiempo para sentimientos. Corrí en dirección al puerto, esquivando escombros y gente asustada. Algunos incluso me confundieron con un pirata de los que atacaban e intentaron darme caza.

La milicia ya estaba formando filas pues la Armada de Barlovento no llegaría a tiempo para defender el puerto. Hombres y esclavos por iguales (los primeros con mejor armamento que los segundos) se dividían en batallones y aguardaban a las órdenes de mi hermano. Río del Hacha no tenía fortaleza. No era un puerto rico ni un punto estratégico fuerte, tan sólo era una población que se dedicaba a recolectar perlas, por lo cual, sólo fue atacado una sola vez. Las autoridades no creyeron necesario levantar defensas; tan sólo había tres cañones en el puerto y estaban en muy mal estado.

Me irritaba la idea de abandonar la ciudad sin pelear. Quería ayudar a mi hermano aunque me había dicho expresamente que me largara. Llegué al puerto a la carrera justo cuando los barcos enemigos se acercaban para desembarcar. Era ahora o nunca.

-¡Leven anclas!- grité mientras subía al Riso Silua Dea- ¡Preparen los cañones! ¡Estén listos los hombres!

Naturalmente, no era necesario que yo dijera nada pues la tripulación ya estaba lista desde que vieron el barco enemigo. Todos estaban a bordo ya pero salir de allí iba a ser difícil.

Había dos bricbarcas a los costados, que ya habían descargado un par de hombres pero que tenían los cañones listos, y un enorme galeón de guerra frente a nosotros, bloqueando la salida al mar.

-Miller- lo llamé- Prepara el espolón.

El carpintero me miró con desconfianza.

-Acabo de arreglar el barco- protestó pero se puso a trabajar nuevamente.

-Arthur, ten listos los cañones de ambos lados para disparar a las bricbarcas cuando pasemos junto a ellas.

-Listo, capitán- contestó el artillero.

¿Qué hacía yo en el Caribe?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora