Cuestión de Orgullo (JJBA)

Capítulo XIII

Jonathan caminó de de vuelta al edificio residencial y se adentró en la habitación. Ya eran cerca de las 8 p.m.

—¡JONATHAN!— exclamó el pelirrojo al verlo entrar, estaba sumamente preocupado por él. Estaba esperando a que regresara para saber que tal le había ido con Dio, pero al verlo demorar tanto lógicamente lo primero que pensó fue que le había pasado algo —¿estás bien?

Pero Jonathan no parecía oírlo. Había llegado bastante sonriente y apenas escuchó a Kakyoin hablarle. Aquella tarde había sido tan distinta a lo que estaba acostumbrado... ni en sus más locos sueños se habría esperado que ese chico que parecía ser tan rudo pudiera esconder tanto dolor dentro de sí, menos que tendría la confianza para decírselo a él, y aun más, de aceptar su ayuda.

—Jonathan...— repitió el pelirrojo al no obtener respuesta alguna —¿estás ahí?

—Oh, claro, claro —respondió aún distraído al oír la voz de su amigo a la lejanía.

—¿Estas bien? estaba muy preocupado por ti— el pelirrojo esperaba algún comentario más contundente por parte de Jonathan —¿qué tal te fue?

—Sí, estoy bien— Jonathan rascó su nuca —y... me fue bien. Bastante bien, de hecho— sonrió.

—¿Eh?— el menor no podía estar más confundido —¿estás seguro? —no se creía tan rápido que Dio no le hiciera nada después de estar acosándolo tantos días.

—Segurísimo —asintió— nos quedamos conversando mucho rato. Por eso llegué tarde.

—Vaya...— Kakyoin seguía sin entender cómo es que Jonathan estaba tan tranquilo y parecía tan feliz —¿no será que le gustas a ese tipo? —bromeó— a mi me dio una paliza, pero tu pareces bastante feliz.

—¡¿Q-qué dices Kakyoin?! —Jonathan no evitó tomárselo a pecho —¡te equivocas! ¡no estoy feliz por que te haya golpeado, al contrario!

—No me refería a eso —rió el contrario— solo pensé que él quizá te haría algo. Me alegra que no haya sido así. Aunque debo decir que me sorprende tremendamente.

—A veces las personas son muy distintas a lo que aparentan, Kakyoin.

—Más le vale, sino, se las habría visto conmigo otra vez— empuñó sus manos a modo de simular golpear a alguien —y... ¿se puede saber de qué hablaron?

—Um...— Jonathan dudaba si contarle o no a Kakyoin lo hablado con Dio, sin embargo le había prometido al rubio que no diría palabra alguna de lo que habló con él —es... secreto, ¡sí, secreto! —que infantil había sonado eso último.

—¿Ok? —Kakyoin lo observaba dudoso, definitivamente no entendía nada.

—¡Pero no es nada malpensable! —aclaró —lo prometo.

—Comprendo, comprendo —rió nuevamente el pelirrojo —sigue pareciéndome extraño, pero me alegra que todo esté bien. Preparé la cena, ¿quieres?

—¡Claro! iré a poner los cubiertos en la mesa.

Así, después de la cena, Jonathan se fue a dormir con una sonrisa en el rostro. Se sentía muy feliz con la idea de ayudar a Dio, y creía que podría hacer grandes cambios en él, así como lo había hecho con su amigo Speedwagon alguna vez en el pasado.
Lo que no imaginaba era lo importante que se volvería aquel chico rubio para el.

(...)

Por otro lado, en el cuartel de Dio esa misma noche...

—Dio estaba muy extraño, ¿no creen?— preguntó J'Geil.

—Demasiado— corroboró Steele Dan —quizá debamos preguntarle que le pasó. Se veía extrañamente feliz.

—¿Qué tal si va Vanilla? —sugirió Hol Horse —ya saben que se muere por Dio —todos los presentes rieron salvo el aludido.

—Muy gracioso, Hol Horse— respondió Vanilla. Aunque la verdad, lo que decían sus compañeros era cierto, a leguas se notaba lo deslumbrado que estaba el pelicafé con su "amo Dio" —mejor sigamos avanzando en lo del "plan U" y luego se lo mostramos a Dio para ver qué opina.

Dio y su pandilla estaban planeando desde hace años un robo masivo a la Universidad a la que asistían Jonathan y los demás. Se habían encargado de estudiar meticulosamente el sistema de seguridad de esta y diseñar el plan perfecto para que nadie los descubriera. Sólo les faltaba afinar los últimos detalles y ver qué rol final tendría cada uno en el robo de modo que todo saliera sin problemas.
Era el plan de sus vidas que los haría probablemente los jóvenes más ricos de la ciudad, y Dio era el jefe en todo eso.

Nada ni nadie podía hacerlos desistir de aquel plan.

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