Capítulo XXI

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Por otro lado, Jonathan llegaba finalmente a su hogar. Abrió el portón con el interruptor que tenía en su llavero y subió las escaleras que daban a la mansión. Tocó la puerta principal y le abrió uno de los tantos mayordomos que allí trabajaban, quién saludó al joven cortésmente. Se adentró en el amplio salón y vio a su padre sentado en su típico gran sofá junto a la chimenea, cruzado de piernas.

—Buenas tardes, padre — ijo al adentrarse más —perdona si tardé en llegar.

—Ya me extrañaba no verte temprano como otras veces, hijo querido —se acerca a abrazarlo, sonriéndole de inmediato —te has de haber quedado con tus amigos, ¿no?

—Eh... sí. Es cierto, padre —se rascó la nuca, nervioso.

—¿Y cómo va todo en la universidad? ¿tus exámenes?

—¡Muy bien! —exclamó muy contento —ya entramos en período de pruebas importantes, pero todo bien.

—Eso me alegra mucho, Jonathan— respondió George —¿me acompañas a almorzar? Estaba esperándote.

—¡Por supuesto, vamos!

Ambos fueron a sentarse a la mesa y como de costumbre, les trajeron ostentosos platos de comida, preparados por grandiosos cocineros.

—¿Sabes, Jonathan? —interrumpió George, al tiempo que bebía de su copa —te veo muy contento. Hace mucho no te veía tan feliz.

—¿Eso es malo, padre? —preguntó, extrañado.

—Para nada, es solo que hace tiempo no pasaba. Quiero decir, siempre has sido un chico alegre, y dejando de lado un poco aquellas veces que volvías de la universidad algo estresado, hace mucho no estabas así de sonriente ¿pasó algo que no me has dicho? —bromeó —¿acaso ya hay fecha para tu matrimonio con Erina? —él no sospechaba en lo más mínimo el motivo de la felicidad de su hijo, que nada tenía que ver con su prometida.

Jonathan casi escupe la comida que tenía en la boca en ese momento. Desesperado, cogió un vaso de agua y tomó de él.

—¿Estás bien?— preguntó George, quien palmeaba la espalda de su hijo.

—S-Sí, gracias— no evitó bajar la mirada, sintiéndose sumamente culpable por lo que estaba pasando.

—Si no quieres contarme está bien —le sonríe nuevamente —solo quería destacar lo feliz que me hace verte tan contento.

Jonathan no sabía cómo contarle que ya no estaba enamorado de Erina, y que muy por el contrario, cada día estaba más cerca de Dio . Sin embargo, le sonrió en respuesta.

—Padre... la verdad es que llevo demasiado bien con un compañero —dijo —es muy simpático, aunque al principio peleamos —rió

—¿Si? ¡que bueno, hijo! las grandes amistades suelen empezar a raíz de alguna pelea o malentendido —rió —¿y por qué pelearon?

Mierda...

—Fue... fue por un accidente en una fiesta —se sinceró casi por completo. Ante la mirada de sorpresa de su padre, reafirmó —sí, fui a una fiesta. Me invitó mi compañero de cuarto.

—¡Wow, Jonathan! La universidad te ha cambiado mucho, ¿eh? ¿la pasaste bien? Espero no hayas bebido mucho —rió.

—No, claro que no...— respondió nervioso, era obvio que mentía —pero sí probé algunas cosas para beber.

—Ya veo— comentó su padre— me alegra que estés experimentando cosas nuevas, hijo. Te servirá para madurar —sonrió— ¿y este chico amigo tuyo como se llama?

Cuestión de Orgullo (JJBA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora