Capítulo XXXII

755 107 119
                                    


No más mentiras pensaba Jonathan.

George se sentó al lado de la camilla y contempló a su hijo. Se veía preocupado

—Jojo... ¿te preocupa algo? —le preguntó, a lo que el menor asintió en silencio.

Debo contarle se decía a si mismo.

—No te esfuerces, tranquilo —el mayor tomó la mano ajena para que se sintiera cómodo.

No, papá... haces las cosas más difíciles  negaba con la cabeza, muy nervioso.

George pudo notar el nerviosismo de su hijo, sin entender que sucedía con él, hasta que de pronto algo hizo click en su cabeza.

«Está estable y muy animado. Ya sabe, su novio vino a verlo y está feliz.»

Acaso... ¿acaso era cierto lo que esa joven enfermera decía? no, era imposible. Él y Erina se iban a casar al terminar sus carreras, Jonathan no podía tener novio.
De pronto se encontró a si mismo pensando en los últimos meses que habían pasado, y en lo extraño que había estado su hijo últimamente. Luego recordó aquel almuerzo juntos en la mansión, donde el menor le preguntó qué opinaría él si decidiera salir con un chico y su repentino interés por salir con un nuevo amigo.
Todos esos recuerdos hicieron que los cabos sueltos finalmente se ataran en la cabeza del señor Joestar, y que finalmente, comenzara a comprender lo que realmente ocurría con su joven hijo.

—Jonathan... ¿la enfermera decía la verdad con lo de que tienes novio?

El aludido sintió su corazón romperse en mil pedazos al ver como su padre entendía la situación. Detestaba mentir y siempre quiso decirle la verdad a él y a Erina, mas no hallaba nunca el momento adecuado para hacerlo. Los ojos del menor comenzaron a cristalizarse.

—Jonathan... —su padre se acercó a él un poco más—¿es cierto?

Las lágrimas se les escaparon de los ojos al menor quien asintió lentamente, mirando el suelo

—Lo lamento padre.

George no podía creerlo, sencillamente no podía ¿En qué momento la vida de su hijo cambió tanto? ¿En qué momento dejó de interesarse por Erina y comenzó a desarrollar otra clase de gustos? No entendía, no había sido educado de esa forma, sin embargo, al ver a Jonathan tan afectado con lo que le decía no pudo decir nada respecto a sus conservadoras opiniones. Además, por como era su hijo, probablemente era algo con lo que le había costado muchísimo lidiar, y a decir verdad, Jonathan jamás le había mentido salvo ahora. Y si bien no estaba de acuerdo con los nuevos gustos del menor, solo se limitó a abrazarlo con cuidado. No quería hacerlo sentir peor, sobre todo después de la golpiza que le habían dado.

—Dime, hijo, ¿Erina lo sabe? —preguntó George, a lo que el nombrado negó con la cabeza, sintiéndose de lo peor.

—No... he... —el menor tomó un poco de aire, le costaba seguir hablando.

—No, tranquilo, te esfuerces —suspiró el contrario—hijo... ¿tu estás enamorado de ése chico?

El menor le asintió de inmediato, los sentimientos que tenía por Dio se notaban a kilómetros de distancia, no podía negarlo.
La verdad es que a George le dolían las afirmaciones de su hijo o, más que dolerle, no las entendía. No concebía aquello, le era completamente ajeno. Aún así, no podía ignorar los sentimientos de su único hijo. Y si Jonathan estaba tan enamorado de aquel chico como para haberse desinteresado por Erina (que era una chica fabulosa y con la que llevaba 7 años), no podía hacer nada más que apoyarlo.

—Entonces no puedo hacer más sino alegrarme por ti, hijo— afirmó el señor Joestar.

Jonathan abrió los ojos y parte de su boca ¿hablaba enserio? ¿todo este tiempo se calló por miedo a lo que le diría George y ahora lo aceptaba así de fácil?

Cuestión de Orgullo (JJBA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora