Liam: What the hell?

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No me había dado cuenta de los diversos giros que puede tomar la vida por simples y pequeñas decisiones que uno puede tomar. No me había dado cuenta de que tan cambiada estaba mi vida hasta esta mañana que me mire al espejo y me di cuenta de que tan desastrosa se estaba volviendo.

Ya no era el mismo. Ya no era el mismo chico castaño que decidió volver a intentar ser alguien más importante en la vida de muchas personas. Ya no era aquel chico que decidió convertirse en uno de los buenos cantantes de la historia. Ya no era tan sencillo y simple. Ya no andaba tan despreocupado por los rumbos de mi vida. Ya.... Ya no era yo.

Recuerdo haberme mirado al espejo, directamente a los ojos, y haber recordado a mi yo del pasado. Me miré, como hacer un par de años atrás había sido. Mire mi cuerpo, mi cabellera aun algo larga, la inocencia en mi rostro al igual que lo inexperto que era.

¿Cómo había pensado que esta vida podría ser tan fácil?

Recordé todos mis deseos y anhelos. Los había cumplido. Cada uno de ellos los había hecho realidad.

¿Pero a qué precio? Al precio de engañar.

Y es que en eso se basaba la mayoría de las carreras. Mentiras para publicidad. Mentiras para ganancia. Mentiras pare creencia. Mentiras para obtener más y más.

¿Y qué había ganado? Fama, dinero, fortuna.

¿Y en que importaba eso ahora? Exactamente en nada. Nada de lo que tenía me podría hacer feliz ahora.

Nada.

Mi vida sentimental se había convertido en una tontería. Mis emociones se albergaban en un pequeño cofre que temía por ser abierto. Mi cuerpo resentía el trabajo de más y las noches incomodas que pasaba en vela. Ni siquiera sabía en qué me había convertido.

Y ahora miraba mi reflejo, borroso, en las puertas de metal de aquel elevador. ¿Qué haría por ahora? ¿Haría algo siquiera para mejorar mi vida?

Negué. No. No lo haría. Lo sabía. Simplemente me quedaría a esperar de forma callada al final de todo esto para después olvidar todo aquel tiempo vivido. Dejando un pasado borroso en mi mente, sólo mi mente. Ojalá fuera tan sencillo hacerlo. Ojalá fuera tan fácil olvidar parte de mi historia.

Las puertas de metal del elevador se abrieron, dejándome salir en el pasillo de mi departamento. Por lo menos por esto estaba feliz. Era lo único que me podría hacer feliz en estos momentos. Él tener un lugar, un solo lugar en donde podría estar bien conmigo mismo, donde podría estar sólo y olvidarme un poco del mundo exterior era mi casa. Y debo de decir que casas, casas tengo algunas muchas. Ninguna de ellas se comparaba con mi hogar, aquel único lugar donde seguían mis familiares, pero esto era mejor que nada en cualquiera de estos momentos de incertidumbre y agobio.

Abrí la puerta del departamento, mientras colocaba mi campera a un costado de la puerta, de igual manera dejando mis llaves en la pequeña mesita a un costado. Suspiré o bufé, aun no me decido como llamar a ese sonido de cansancio que salió de mi boca, pero lo que si sabía era que la chica pelirroja sentada en mi sofá definitivamente no era parte de lo que tenía planeado tener en mi casa.

— ¿Julianna?

Parpadeé un par de veces antes de negar. No. Era imposible que la chica estuviera en mi departamento de aquella manera. Principalmente no pudo entrar como si nada y mucho menos podría haber llegado a mi departamento sola.

—Uh. Que gran bienvenida. —Bromeó o al menos eso creí— ¿Pero qué haces allí parado como zombi? ven y salúdame, cariño.

Negué algo, aun, impactado. ¿Qué demonios?

Juls - L.S ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora