Capítulo XLIX: Nunally

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     — ¡E2, responde!

     Ruido blanco.

     Sólo eso podía escucharse a través del comunicador de Rivalz Cardemonde. 

     — ¡E2! ¡Te habla Zero! ¡Responde!

     Pero la respuesta jamás llegaría.

     La nube de humo se disipó dejando a la vista de todos el Akatsuki hecho añicos. Milly se llevó ambas manos a los ojos en un vano intento de frenar las lágrimas. Shirley soltó los controles de su Knightmare como si fueran radioactivos y se abrazó a sí misma. Oggi, Tamaki, Kallen y Suzaku también estaban horrorizados. Incluso en los indiferentes ojos amarillos de CC se vislumbraba la tristeza. 

     — ¡E2! ¡Respóndeme!

     Si Taiki hubiera podido escuchar la desesperación en la voz de Lelouch, habría ordenado que sus tropas se retiraran. Sin embargo, no fue así. Kiriha, Yuu y Zenjirou se posaron junto al chico y formaron una hilera adoptando posiciones de pelea y dedicando miradas de suficiencia a los Knightmares. X7 los imitó.

     — ¡Rivalz…! 

     Nene se giró entonces y vio las lágrimas correr por las mejillas de Lelouch. El Geass estaba activado y el chico esbozaba una mueca de abrazadora furia. Se aferraba con fuerza a los descansabrazos de su asiento. Gritaba sin parar a su comunicador.

     — ¡¡Rivalz!! ¡¡Di algo!! ¡¡Respóndeme!!

     Nene también quería llorar. Beelzebumon y el Monitormon que viajaba con Rivalz también estaban muertos. Irremediablemente muertos. Y aún así, a pesar del dolor que sentía y de la opresión en su pecho que le impedía respirar con normalidad, se levantó de su asiento y envolvió a Lelouch en un fuerte abrazo. No era el momento y ambos lo sabían, pero Nene no podía permitir que Lelouch colapsara. Los demás aún lo necesitaban.

     Una pluma negra voló hacia Mervamon y ella la tomó con una mano temblorosa. Un par de lágrimas cayeron sobre sus pies. Dejó ir a la pluma y levantó la Olympia. Soltó un grito de guerra y se abalanzó sobre X7.

     Nunally sólo podía detectar el olor a quemado producido por la explosión. Tras escuchar el ensordecedor estruendo, salió disparada de los brazos de Tagiru y fue a estrellarse contra el pavimento. Sus piernas no le respondían y sólo podía arrastrarse. Sentía las pequeñas piedras y los trozos de cristal cortando la piel de sus manos mientras intentaba salir de la línea de fuego. ¿Realmente estaba saliendo de la línea de fuego o estaba adentrándose más?

     —Tagiru… —decía ella con tono suplicante y estiraba ambas manos para tratar de alcanzarlo, donde quiera que estuviera.

     Una de sus manos se cerró sobre un tobillo. Sintió el pegajoso tacto de la sangre fresca y retiró su mano para restregarla contra sus ropas y limpiar el líquido con el que se había manchado. Se armó de valor para alcanzar el tobillo una segunda vez y deslizó la mano hacia abajo sólo para encontrar el borde de unos zapatos de tacón. Sintió que su corazón se aceleraba al reconocerlos. Sayoko usaba esos zapatos salían a pasear por las calles del Área 11. Llevó sus manos hacia arriba y su respiración se cortó de golpe. Después de la rodilla, ya no había más piel que tocar. En su lugar, había un borde húmedo del cual emanaba un olor metálico similar al óxido. Soltó un grito agudo y retrocedió a rastras lo más que pudo, tan sólo preguntándose ¿dónde podía estar el resto de Sayoko?

     Tagiru abrió entonces los ojos y se levantó tan rápido como su adolorida espalda se lo permitía. Lo primero que vio cuando su visión se aclaró fue a Sayoko. O, al menos, el torso de Sayoko. La sangre se encharcaba debajo de ella y sus ojos estaban abiertos, cristalinos y vacíos. El chico desvió la mirada para evitar ver semejante atrocidad y vio a Nunally alejándose velozmente de una pierna ensangrentada. Corrió hacia ella aunque sus piernas aullaban de dolor y se dejó caer de rodillas al estar junto a la pequeña. Nunally no dejaba de gritar.

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