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La alarma recién comenzaba a sonar, la rubia con pesadez abrió sus ojos mirando hacía el objeto que producía un sonido molesto para ella.

–Solo cinco minutos más – Dijo apagando la dichosa alarma.

–¡Ya es de día!– De un puertazo su madre entro a su habitación.

–Esto no me puede estar pasando– Dijo cubriendo su cara con la almohada.

–Alistate, tienes que acomodar todas tus cosas– La mujer se acerco a la ventana y abrió las cortinas dejando entrar la luz del sol.

–¿No crees que ya estoy grande para que me andes parando?

–Tengo que aprovechar tus últimos momentos aquí, así que levantate ya, te prepare tu desayuno favorito– Dicho esto se fue.

La rubia se paro de su cama junto con un gran bostezo, con flojera se dirigió a la  cocina donde estaban sus padres esperándola.

–Buenos días cariño– Saludo su padre.

–Buenos días– Dijo la rubia bostezando.

–Pero mira nada más esas ojeras– La mujer tomo entre sus manos la cara de su hija –Se ven horribles

–No pude dormir– Mintió.

–Dejala, se pone maquillaje y todo solucionado– Dijo el único hombre de la casa comiendo su desayuno.

–No quiero que te duermas tan tarde cuando estés allá– Dijo su madre.

–Lo mas seguro es que me desplome en la cama por el cansancio– Sonrió la rubia.

El desayuno paso rápido para la familia hasta que llego el momento de empacar, varias maletas se llenaron con las pertenencias de la rubia dejando su habitación totalmente vacía. Sus padres vieron aquella habitación con nostalgia pues ahí vieron crecer a su hija.

–Nunca pensé que llegaría este momento– Su madre ya estaba al borde de las lágrimas.

–Parece que fue ayer que te vimos dar tus primeros pasos– También hablo su padre.

–No saben cuanto los echare de menos– La rubia abrazo a sus padres, el último que les daría.

–Deja te ayudo con tus cosas– El señor agarro unas cuantas maletas y fue a dejarlas a la cajuela del taxi.

–Ten– Su madre le extendió la mano la cual tenia un pequeño collar –Me lo dio tu abuela cuando también me fui de la casa, ahora quiero que lo tengas tu– La rubia tomo el collar con delicadeza observándolo.

–Es hermoso

–Cuidalo muy bien, es una reliquia– Sonrió.

–Gracias– La rubia le dio un pequeño abrazo a su madre, de verdad la extrañaría –Por cierto– Esta saco un sobre –Es el dinero que he ganado

–Ya no tienes que hacer esto, ahora dedicate a tus estudios– Su madre recibió el sobre agradecida.

–Te prometo que me esforzare mucho

–Esa es mi hija– Sonrió la señora –El taxi se ira pronto ¿Ya tomaste todas tus cosas?

–No, solo me falta algo– Esta se acerco a su cama y saco la caja que había sacado ayer.

–Si eso es todo, vamos– Las dos fueron con las maletas restantes al taxi.

–Bien, eso es todo...– La señora no pudo evitar derramar algunas lágrimas.

–Cuidate mucho, espero tu visita– Dijo el padre con una sonrisa triste.

–Les juro que vendré a visitarlos– Sonrió para luego subir al carro que la llevaría a su "nuevo hogar".

Miro por última vez su casa con sus padres agitando su mano en forma de despedida, una cierta tristeza la invadía, no era fácil dejar a las personas que hicieron tus días felices en los momentos más difíciles. Ahora estaba pasando a una nueva etapa de la vida en la cual te haces independiente y sabes que mamá y papá no estarán ahí para ayudarte en tus problemas, ahora eres solo tu en el gran planeta en el que vives.

Era un trayecto largo para llegar a la universidad, eso le preocupaba un poco, tendría que tomar el mismo trasporte por mucho tiempo.

–Hemos llegado– Hablo el joven que conducía.

–¿Cuanto le debo?– Dijo buscando en su billetera.

–Sus padres ya me pagaron señorita, usted no se preocupe

–Muchas gracias– Dicho esto bajo todo su equipaje quedando en frente de la universidad.

–A caminar se ha dicho– Con trabajos logro recolectar todas las maletas y caminar con ellas.

–Dejame te ayudo– Un castaño se le acerco tomando una que otra maleta.

–Gracias, si alguien no me ayudaba nunca llegaría

–¿Nuevo ingreso?

–Si, hoy es mi primer día aquí

–Entonces bienvenida, soy Freddy un gusto– El chico le sonrió amablemente.

–Chica, el gusto es mío– Esta le devolvió la sonrisa.

–Y... Para donde vas ¿Sabes que edificio te toco?

–Segun esto me toco el edificio 16, habitación A101– Dijo mirando un papel.

–Genial, yo vivo en el 17, vivimos cerca, te acompaño, a estas maletas no le saldrán patas por si solas– Bromeo haciendo soltar una pequeña risa a la rubia.

Como dijo el castaño la acompaño, la rubia estaba maravillada pues era enorme el lugar, por todos lados había cosas diferentes y unas muy extrañas que le llamaban la atención. Al ver su edificio no tardo en emocionarse, aumento un poco el paso pues ya quería llegar a su destino.

–Habitación A101, aquí es– Dijo el castaño cansado.

La rubia rápidamente saco las llaves abriendo la puerta dejando ver la gran habitación iluminada solo por el sol.

–Suertuda, parece que no tendrás compañero– Dijo entrando.

–Se me olvidaba ese detalle, pues parece que la suerte corre conmigo– Dijo sentandose en la cama derecha pues había dos en cada lado de la habitación.

–Mi trabajo a terminado, fue un gusto conocerte Chica, esperó encontrarnos más seguido– Dijo el castaño

–Igualmente Freddy– Dicho esto este se fue dejando sola a la rubia.

–¡Que emoción!– Sin pensarlo dos veces se lanzó a la cama la cual era muy cómoda, sentía una enorme felicidad por estar ahí la cual acabo con solo el sonido de su celular.

–¿Bueno?

[ ¡Chica! ¡Amor mío! ¿Estas libre? ]

–No, estoy un poco ocupada

[ Cuando no tengas nada que hacer ven de inmediato, te tengo una sorpresa ] La voz del hombre se oía con entusiasmo.

–Pero mi turno es hasta las 8

[ ¿Y eso que? Te necesito aquí, si quieres te quito unas cuantas horas, te espero, adiós querida ] Un pequeño pitido sonó indicando que acabó la llamada.

La rubia se quedo viendo el teléfono, de verdad odiaba su trabajo, pero todo lo hacía solo por una cosa.










Continuará

Mi Secreto  [Puppica]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora