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Solamente una palabra era las que definían el estado de la rubia:

Pánico

Nunca había sentido esa emoción, desde que empezó a ver a la albina de diferente forma se ponía demasiado nerviosa cuando la iba a visitar a su trabajo y más cuando estaban a solas en su habitación. Ya no había nada que negar, ya lo había aceptado, se había enamorado de ella. Era difícil decir con precisión cuando fue el momento exacto en el que se dieron las cosas, ni la misma rubia sabía como fue que quería que la de pelo corto la besara (Lo que era algo vergonzoso de admitir).

–Esto se está saliendo de control– Se dijo así misma mientas caminaba de un lado a otro mordiéndose las uñas pues estaba ansiosa por la llegada de la antes mencionada.

La rubia tenía sus pensamientos como una bola de estambre: enredados; la última vez que había estado con la de pelo corto en su trabajo casi la besaba ella misma, eso era preocupante, muy preocupante a decir verdad.

–Solo calmate, puedes actuar normal frente a ella... Creo– Esta se aventó a la cama y tomo un cojín cubriéndose la cara –No se que hacer– Dijo soltando un bufido.

Las cosas habían cambiado drásticamente, ahora en vez de perder el tiempo para no ver a la albina quería que llegará lo más pronto posible para estar con ella; claro que convivía con ella todos los días, pero no era igual, cuando estaba en su trabajo podía verla de diferente forma y recibir los piropos que siempre decía.

–Ha llegado el amor de tu vida– Se oyó la voz de la más alta.

Con discreción soltó un suspiro, todo su cuerpo ya estaba frío debido a los nervios, ya ni siquiera podía verla a la cara.

–Llegaste más temprano de lo normal– Lo que había dicho era apenas entendible pues el cojín impedía que se oyera con claridad.

–Quería pasar más tiempo contigo sin que me descubran– Dijo mirando la mesa de noche, al ver lo que había ahí se quedo sorprendida.

–Eso es trampa– La rubia no se había percatado de aquel gran detalle que se le había escapado.

–Chick... ¿Traes puesto tu antifaz?– Preguntó sin dejar de mirar el obstáculo que le impedía saber la identidad de su gran amor.

La rubia iba afirmar pero al no sentirlo se alteró, efectivamente no lo traía; solamente estas cosas le pasaban a esta.

–¿Chick?– Preguntó el "nombre" de la más baja preocupada al no tener respuesta.

–Salte– Ordenó la rubia.

La albina se quedo calla, tenía una oportunidad para descubrir quien era la chica que le había robado el corazón, una decisión estaba en sus manos, podía salir y esperar a que con el tiempo la otra tome la confianza de decirle quien es; por otro lado, estaba el hecho de quedarse y verla.

–Puppet... Por favor– Suplicó la rubia apretando más fuerte el cojín.

–Yo...– Una u otra, tenía que elegir rápidamente. La tensión en la habitación aumentó, era una situación bastante complicada para las dos.

–Sé que no quieres que te vea– Habló la albina –Ahora tengo la oportunidad de poder ver completamente a la chica que me mueve las hormonas, pero...– Esta hizo una pausa –No lo haré, yo respeto tus decisiones y si aún no te sientes lista para enseñarme quien eres, lo comprendo, solo dejame hacer una cosa

–¿Qué cosa?

–Que no te pongas el antifaz

–¿No qué respetabas mi decisión?- Preguntó confundida.

-Sí, dejame terminar de hablar– Sonrió –Lo que se me ocurrió fue apagar las luces y hablar así

–No se sí eso funcione, corro riesgos– Dijo insegura.

–Te juró por todo el amor que siento por ti que no encenderé la luz

La rubia lo dudo por unos segundos, ¿Estaba dispuesta a correr ese gran riesgo? ¿Se sentía capaz de estar sin el único objeto que le ayudaba a no dar a conocer su identidad? ¿Era capaz de hacerlo?

–De acuerdo...– Dijo decidida.

La albina al recibir la respuesta se acercó al interruptor y como ella misma había dicho, lo presiono dejando la habitación siendo iluminada por la escasa luz de la luna.

–¿Ves? No se ve nada– Dijo la albina caminando con dificultad a la cama.

La rubia con miedo se quito el cojín de la cara confirmando que no hubiera luz. Esta se incorporo y termino al lado de la de pelo corto que podía visualizar a duras penas.

–Esto es un poco raro– Comentó la de ojos morados.

–Lo se, pero vale la pena

–Apenas puedo verte

–Yo ni siquiera te puedo ver– Dijo rascándose la nuca.

El silencio se apoderó de la habitación, ninguna sabía que decir, se sentían en cierto modo incomodas.

–¿Puedo hacer algo?– Preguntó la albina.

–Depende de que sea

La de pelo corto con delicadeza trato de encontrar la cara de la otra siendo su búsqueda exitosa pues su mano termino en su mejilla.

–¿Puedo explorar tú cara?–

–C-Claro– Dijo con un notorio sonrojo que por suerte no se notaba en la oscuridad.

Las mano de la albina acariciaban las perfectas facciones de la más baja, su piel era suave y hermosa, eso era muy claro; paso sus dedos por los párpados de esta, luego por los pómulos entre otras cosas, la de pelo corto se estaba imaginando como sería y su visión era una persona hermosa.

–Chick... Eres bellisima– Dijo dejando su mano en la mejilla de la contraria.

–N-No creo que sea para tanto– Contestó apenada.

No sabía en que momento la otra se le había acercado hasta el tal punto de sentir su respiración muy cerca de ella poniéndola con los pelos de punta.

–Lo eres– Dos corazones eran los que latían desenfrenadamente, locos por salir de los cuerpos de cada una, disfrutando de la cercanía. Se quedaron calladas pues no eran necesarias las palabras, las dos sabían lo que pasaría y ninguna se oponía.

–Puppet– Susurro la rubia.

–Dime– Dijo cerrando los ojos pues no era necesaria la vista.

–Me gustas– Dicho esto rompió la distancia que las separaba uniéndolas en un beso que hace mucho no pasaba.














Continuará

Mi Secreto  [Puppica]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora