Capítulo 3

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–Así que... eres el ex... –soltó Daila con diversión ante la sorpresa de él–. Siempre he sido algo... directa –vaciló al final e hizo un mohín. Para su sorpresa, Kyle no parecía ofendido en lo absoluto y sonrió.

–Sí, ese soy yo –confirmó, demasiado entusiastamente por lo que Daila puso rostro escéptico–. Tienes razón, no la estoy pasando de lo mejor. ¿Pero ya te lo había dicho, cierto?

–Cierto... –asintió– y odias al novio –rió.

–Que resulta ser...

–Mi hermano, sí efectivamente –ella clavó sus ojos dorados en él–. ¿Aún amas a Danaé?

–No –contestó concisamente– no estaría aquí si fuera el caso.

–Sí, que torpe de mi parte preguntar –Daila se sentía inadecuada, como antes, cuando todos la miraban duramente para que no dijera una palabra demás, lo cual por supuesto, siempre pasaba. Desde que se había ido de viaje... bueno, todo había cambiado. O eso había pensado–. Lo siento.

–No tienes por qué –Kyle torció el gesto–. Es mi amiga, la aprecio.

–¿Y Alex no te agrada... por qué?

–Porque no la merece –respondió automáticamente– ¿te molesta que lo diga?

–No, tú debes estar más al tanto que yo del asunto –se encogió de hombros–. No es que yo supiera demasiado de lo que les pasaba a todos en este tiempo.

–Me gusta mucho toda tu familia –Kyle susurró.

–Sí, son los mejores –Daila hizo un giro–. Alex, no.

–Es cierto, no es de los mejores.

–No, quiero decir que no te gusta nada él –señaló, divertida–, pero has tergiversado mis palabras. Yo quiero mucho a mi hermano.

–¿Por qué estás bailando conmigo entonces? A él parece a punto de darle una apoplejía nada más verte en mis brazos.

–Lo quiero... y me gusta fastidiarlo –Daila sonrió en dirección a Alex, que apretó la mandíbula–; además, me agradas, Kyle.

–¿Te agrado? –él meditó las palabras y le brindó otra de sus sonrisas radiantes–. Tú también me agradas, Daila.

Daila le agradeció con un gesto y continuó moviéndose al ritmo de la música. No recordaba la última vez que se había sentido tan libre... siendo ella misma.

Mucho, demasiado tiempo atrás. Sin embargo, no debía lamentarlo, no servía de nada hacerlo. Y aun así...

A sus casi veintidós años, Daila había sido una joven despreocupada, poco interesada en el futuro y totalmente dedicada a las frivolidades de la vida. Su padre, Sebastien, le había concedido cada capricho que había soñado. ¿Habría podido pedir más? No lo creía, todo lo que fuera posible solicitar, ya lo tenía. Se había aburrido. De la vida perfecta, de la familia perfecta... quería aventura. Y... se había ido.

No escuchó las súplicas de su madre para que continuara sus estudios en Italia o en cualquier otro lugar, ni la prohibición de su padre de marcharse sin decirles a donde iría. Ni siquiera puso atención a la amenaza de Alex de buscarla por cualquier lugar. Es que no era importante, en ese momento, lo único que importaba era su estúpida idea de libertad. Oh sí, estúpida...

–¿Daila? –Kyle la llamó con extrañeza– ¿estás bien?

–Oh sí, me perdí en mis pensamientos –se disculpó con una pequeña sonrisa.

–No tiene importancia. ¿Algún problema?

–Varios... –puso los ojos en blanco– pero así es la vida, ¿cierto?

–¿Quieres hablar de ellos? –propuso Kyle.

–¿Qué? Apenas me conoces y... –su voz llena de incertidumbre– ¿por qué querrías escucharme? No soy más que una niña mimada.

–¿Realmente? Yo no diría eso. Eres toda una mujer y estoy interesado. ¿Qué dices? ¿Te parece una buena idea?

–No, claro que no –Daila negó–. Estamos en la boda de mi hermano, de tu ex novia y, por si fuera poco, creo que hay muchas personas pendientes de nosotros, serías la última persona con quien hablaría sobre esto, porque ni siquiera te conozco y...

–Y sin embargo –Kyle cortó con seguridad– lo harás.

–¿Por qué...?

–No quieres hablar de esto con nadie más, es evidente. ¿Por qué no conmigo? No le diré a nadie, pronto me iré a Canadá y quizá no vuelva nunca más a Italia. ¿Qué tienes que perder?

–Aja... –Daila elevó sus ojos dorados hasta encontrar los ojos verdes de Kyle. Asintió–. Está hecho. Pero no ahora.

–¿Te parece en estos días? Estaré por unos tres o cuatro días más.

–Mañana –Daila soltó sin pensarlo– si te viene bien...

–Es una cita –confirmó Kyle.

A Daila no le gustó del todo la palabra usada pero asintió. De todos modos, él era el ex novio de Danaé, su cuñada. Era imposible que se refiriera a una cita romántica... solo a un encuentro y nada más. No tenía por qué llevarlo más allá, era obvio y decidió no darle más vueltas sin razón.

Kyle acompañó a Daila hasta la mesa de las damas y le brindó una sonrisa de despedida. Cuando se alejaba, detuvo sus pasos y regresó sobre ellos. La miró.

–¿Te parece que has olvidado algo? –Kyle preguntó y Daila se levantó, al notar que eso le indicaba su mirada.

–Eh... ¿sí? –inquirió vacilante.

–Todo un gusto conocerte –le tomó la mano y le hizo una graciosa reverencia. Daila soltó una risita y se sonrojó.

–¿Qué ha sido eso? –su voz sonó risueña.

–Nada... –Kyle tenía sus ojos brillantes por la diversión y le atrapó la mano con la suya. La cerró por un momento y la soltó–. Estaré esperando...

Daila no tuvo tiempo de preguntarle a qué se refería pues él ya se alejaba con paso seguro y a grandes zancadas. Con el calor de su tacto ni siquiera había notado que tenía una tarjeta entre sus manos. La miró y sonrió. Su tarjeta de presentación... su teléfono. ¿Esperaba que lo llamara?

Eso imaginaba. Después de todo, tenían una cita. Según sus propias palabras.

Kyle encontró que en su rostro tenía una sonrisa, una verdadera sonrisa. Eso era una novedad. ¿Quién iba a decir que esa boda le traería algo bueno? Si era totalmente sincero, no había esperado nada. Era tan solo una boda, quería mucho a Danaé y no sabía por qué rayos había asistido, pero ahora... esa chica, era interesante y muy linda. Además, era la hermana de Alex, quien parecía que en cualquier momento le saltaría al cuello para asfixiarlo. Oh sí, todo iba muy bien... nunca habría esperado que fuera así.

Ahora, la molestia había sido temporal. Pero, ¿y si él descubría que se volverían a ver? Se volvería loco, estaba seguro. ¿En verdad se verían de nuevo?

¿Daila lo llamaría? Tenía sus serias dudas. Aún más, cuando al parecer, había usado la palabra "cita" y eso podía malinterpretarse.

No que él tuviera esa clase de pensamiento. Daila era hermosa e inteligente, por supuesto, como toda esa familia; pero no tenía nada especial. La empatía que había sentido con ella al inicio, aún seguía ahí. Dos personas no – felices en uno de los acontecimientos más felices de la vida, pues tenían que encontrar algo en común, aun tan solo ese mutuo hastío por la ceremonia.

Después de todo, él era tan solo un hombre que disfrutaba una agradable compañía. Y, curiosamente, le interesaba conocer el por qué ella jamás había estado con los demás. No la recordaba, quizá vagamente...

Tomó su chaqueta para salir del lugar. Había sido suficiente para toda una vida.

Nunca imaginé (Italia #10)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora