Capítulo 6

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Daila abrió los ojos con lentitud, sorprendida de haber dormido tan profundamente. En estos últimos meses no había dormido nada bien y, tras lo sucedido en la tarde anterior, dudaba que eso cambiara.

Pero era todo lo contrario. Más que sorprendente. Sonrió frente al espejo.

Hoy se encontraría nuevamente con Kyle. Le quedaba una semana en Italia más o menos. Y él quería verla también. Quizás era una locura, definitivamente lo era. Temía que cuestionarse lo que pasaba la haría sentir que era incorrecto nuevamente. Por lo que no lo haría.

Vería a Kyle. Se colocó un suéter marrón, sujetó su cabello negro y maquilló su rostro ligeramente. Él había dicho que era preciosa. Curiosamente, así se había sentido junto a él. Preciosa... perfecta.

Sabía que ese sentimiento no sería duradero. Que él se iría pronto, así que mejor no pensar en las posibles consecuencias. No habría ninguna.

Kyle seguiría su camino en Canadá y ella el suyo en Italia. Sería un buen recuerdo, uno perfecto.

Desayunó brevemente y sola. Al parecer nadie despertaba aun en la Mansión.

A punto de salir, escuchó el teléfono sonar. Con desgana se acercó a contestar, pues quedaba a unos pasos.

–¿Diga?

–¿Daila? –inquirió en tono extrañado.

–¡Alex! ¿Por qué llamas tan temprano? ¿Cómo está la luna de miel?

–Bien, yo... ¿qué haces levantada tan temprano?

–Siempre me levanto temprano –rió Daila, divertida– ¿buscabas a papá?

–Sí, quería preguntarle algo... ¿a dónde vas?

–Alex... ya estoy grandecita, ¿recuerdas?

–Eres mi hermanita menor –replicó con suficiencia– ¿a dónde vas Daila?

–Voy a salir –contestó poniendo en blanco los ojos.

–Evidentemente, o no estarías levantada tan temprano.

–¡Sabía que debí dejar que contestara el ama de llaves!

–¿Tienes prisa? –fastidió Alex– ¿tienes una cita?

–No te pongas pesado, Alexandre –se quejó Daila.

–¡Soy tu hermano mayor! Tengo derecho a saber.

–No tienes derecho a... –Daila suspiró– no tiene caso. ¿Quieres que le deje un recado a papá?

–No, lo volveré a llamar.

–Adiós, Alex.

–¡Daila! –siseó él y Daila volvió a colocarse el auricular en la oreja.

–¿Sí, Alex?

–¿A dónde vas? ¿Con quién?

–Con un amigo. Iremos de paseo.

–¿Qué amigo? ¿Lo sabe papá?

–¡Alex! –Daila bufó con cansancio– ahora colgaré, ¿sí? Adiós.

–¡No te atrevas! ¡Dai...!

Dejó el teléfono en su lugar, sin darle tiempo a replicar. Sonrió y antes de escuchar que sonaba nuevamente, salió con rapidez.

Una brisa fresca le rozó el rostro con suavidad, haciendo que recordara la tarde anterior. Había sido increíble. No había pensado que sucedería nada de lo que sucedió. Desde contarle todo a Kyle hasta besarlo. Bien, suponía que oficialmente había perdido la razón. No era demasiado tarde para hacerlo, para culpar al desengaño sufrido por el gusto que le estaba tomando a la compañía de él. Y solo lo había visto dos días.

Sin duda alguna, era una locura. De nuevo. Sin embargo, no era igual. Esta vez, era Kyle. Un buen chico, o al menos eso quería creer. Si era amigo de Danaé, debía ser un buen chico y... ¿Por qué habría dicho que bailaran si no?

Claro, no creía que la molestara si pasaban tiempo juntos. O quizá sí. Ni siquiera había pensado que... ¡bien, sí lo había pensado! Pero no quería pensarlo. Se sentía demasiado bien con Kyle, como hace mucho tiempo no. Y sí, aunque volviera a ser la niña caprichosa, sería egoísta y seguiría disfrutando de su compañía. Él no se quejaba.

–Hola, Daila –Kyle le ofreció el brazo para caminar. Ella sonrió–. ¿Cómo estás?

–Kyle... muy bien –Daila sonrió– ¿y tú?

–Bien, disfrutando Italia ahora –bromeó y rieron.

–¿Sabes? Me alegro de que aceptaras madrugar para ir al mirador nuevamente.

–Estoy encantado. ¿Qué es mejor que despertar temprano en las vacaciones?

–Yo no quise... –empezó a disculparse, hasta que miró el brillo de diversión en sus ojos verdes–. ¡Eres increíble!

–¿Increíblemente guapo? ¿Gracioso? –soltó con toque irónico.

–Solo increíble.

Kyle se detuvo un momento largo mientras recorría con avidez su rostro. Daila sintió que enrojecía bajo su mirada. ¿Qué buscaba?

–Eres muy hermosa, Daila.

–Tú... –sus ojos dorados se abrieron demasiado–. ¿Danaé está casada, verdad? ¿Por qué le importaría?

–¿Qué? –Kyle pronunció con sorpresa–. ¿Danaé? ¿Qué tiene...?

Kyle se silenció, comprendiendo lo que había querido decir. Sentía que sería incómodo, y, ¡claro que lo era! Bueno, no que él sintiera nada por Danaé ni mucho menos ella por él, pero... habían tenido una relación. Y ahora estaba casada con su hermano. Daila era su cuñada y su amiga, quizá sentía que era una traición y...

–Me gustas, Kyle –confesó, avergonzada– y disculpa que te lo diga así pero creo que deberías saberlo antes de que decidas que...

No pudo continuar. Kyle la tomó entre sus brazos y la besó con delicadeza, profundizando su beso poco a poco, con una lentitud torturadora. Daila suspiró en sus labios, respondiéndole con pasión y ternura.

–... esto no funcionará –completó Daila, tras respirar varios segundos. Kyle sonrió ante sus palabras.

–Yo he decidido que funcionará –clavó sus ojos verdes en ella– lo que sea que sea esto, funcionará.

–Sí... –sabía que sus palabras provenían de la certeza de que en unos días se iría de Italia. Bien, Daila podía también disfrutar de ese tiempo. Lo harían funcionar juntos–. Sí –repitió con vehemencia.

Se tomaron de la mano mientras empezaban el ascenso. Daila preguntó más sobre su trabajo y se entusiasmó por la manera tan particular en que Kyle explicaba sus visiones. Era atrapante. Ella casi podía ver lo que él pensaba construir, mientras le detallaba paso a paso lo que haría. Y, sorprendentemente, no lo encontró tedioso, sino interesante. Fascinante.

Kyle la tomó de la cintura, sonriendo por la risa dichosa que emitió Daila. Sus ojos dorados se iluminaban de una manera fascinante cada vez que reía. Él podría mirarla por horas y horas, sabiendo que a cada segundo encontraría un nuevo matiz en ella... su manera de mirar, de sonreír, de hablar.

Daila era, bien, le encantaba. Le estaba gustando mucho. Era un peligro.

Nunca imaginé (Italia #10)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora