–Sí, que fue demasiado pronto –suspiró con derrota–. Adiós, Kyle.
–No, espera –él se acercó, consciente de que podría haber actuado más pronto y evitar que cayera en la hierba. Pero no se le antojó hacerlo–. ¿Qué crees que haces? ¿Daila?
–Estoy bien –sentada en la hierba, empezó a quitarse diminutas briznas de su ropa. Él la miró con incredulidad–. ¿Qué?
–De ninguna manera entrarás así a tu casa. ¿Cómo permitir que te vean así?
–¡Estoy bien y no tengo ningún otro lugar a donde ir! –Daila intentó levantarse pero perdió el equilibrio. Esta vez, Kyle se acercó tras poner en blanco los ojos y la levantó en sus brazos–. ¿¿Qué crees que haces tú??
–Te llevo hasta tu habitación –contestó sin esfuerzo– y más vale que te quedes quieta o te soltaré aquí y me iré.
–¡Es precisamente lo que quiero! ¡Bájame! –insistió– ¡¡Kyle!!
–¿Por dónde vamos? –murmuró entre dientes. Daila elevó sus ojos dorados con confusión– ¿quieres hacer una gran entrada por la puerta principal?
Ella cerró los ojos por un instante. Sintió un mareo por el movimiento negativo que hizo con su cabeza.
–Perfecto. ¿Por dónde? –repitió. Ella le enseñó una puerta lateral de la mansión. Kyle se dirigió con paso enérgico.
Tras subir unas escaleras, se encontró en un ala de la mansión que no conocía. Se suponía que era arquitecto y debía tener un maldito buen sentido de la orientación en construcciones, ¿no? Pero no, todo parecía decididamente igual. ¿Dónde rayos estaban?
–Es el ala de huéspedes –contestó Daila a la pregunta que él no llegó a hacer–. Puedes soltarme... –murmuró.
–Ni de broma –soltó en tono frío, serio.
–Es tan extraño... –Daila suspiró– verte así. Sin sonreír. ¿Estás molesto?
–Muy cerca del límite –siseó inspirando hondo.
–¿Por qué no te quedas aquí? –inquirió Daila de pronto, y él la miró con incredulidad, sin entender el cambio–. Me refiero a hospedarte aquí. La mansión es grande, no debiste ir a un hotel...
–No lo sé, no lo pensamos –dijo con voz monótona.
–¿Quizá porque podría haberte seducido?
–¿En ese estado? Ni aunque fueras la última mujer de la Tierra –gruñó Kyle. Daila frunció el ceño y le mostró un pasillo izquierdo, para que lo tomara hasta su habitación.
Al entrar, Kyle la arrojó sobre la cama sin miramientos. Se sentía a punto de estallar de pura furia. Una vez que había comprendido que ella estaba ahí, de vuelta, el intenso miedo había cedido a la ira... Porque ¿qué había estado haciendo Daila mientras él se volvía loco buscándola? Bebiendo, quién sabe con quién, en quién sabe dónde.
Se sentía cansado. Totalmente agotado. La miró frunciendo el ceño, ella ni siquiera se inmutó. Ladeó el rostro y parecía estar considerando algo, muy lejos de ahí. No podía creerlo... ¡a ella ni siquiera le interesaba!
–Así no pareces tan agradable... –habló Daila con ligereza– ¿qué te pasa?
–¿Estás consciente de que aún estás hablando? –ladró Kyle a punto de perder el control– ¿qué rayos te sucede Daila?
–No me das miedo... –suspiró ella girando en su cama y poniendo una mano bajo su rostro–. No sé por qué estás aquí, tú no me quieres.
–Daila... –él inspiró hondo y se acercó hasta la cama. Se sentó en el borde– no digas eso.
–Es la verdad –sus ojos estaban vidriosos y no lo miraba– ¿qué haces aquí? ¡Yo no te intereso! –dijo quedamente.
–Claro que me interesas –contra su voluntad, extendió una mano para acariciar los mechones despeinados de Daila–. Claro que te quiero, Daila.
Ella no contestó. Kyle la miró y comprendió que se había quedado profundamente dormida. Suspiró hondo.
Ahora solo quedaba una cosa por resolver... ¿cómo demonios iba a salir de la mansión sin que nadie lo notara?
Solo conocía a dos personas que podrían ayudarlo. Relativamente. Y, definitivamente, llamar a una de ellas no era una opción. Si quería conservar su cabeza donde estaba, Danaé no recibiría una llamada suya a esas horas de la noche. Y su amigo de siempre, Marcos. Lo intentaría. La única persona que realmente podría ayudarlo a regresar por su camino y salir se encontraba en esa cama, prácticamente inconsciente. Suspiró irritado.
Tras cinco minutos de disculparse y mantener la calma con su malhumorado y apenas despertado amigo Marcos, entendió que no iba a ser de gran ayuda. Si bien él había estado en la mansión Lucerni, no en el ala de invitados y no conocía la salida por ahí. ¡Era un maldito laberinto esa mansión!
En horas, creía haber agotado todas las maldiciones que conocía. Repetidas veces. Es que, si no era en una situación tan perfecta como esa, ¿en cuál podría usarlas? ¡Ah y el colmo! Si llegaba hasta su auto, ¿cómo rayos iba a salir sin ruido alguno que alertara de su presencia?
Giró el pomo de la puerta con cuidado y, aunque se sintió tentado de cerrar con fuerza, no lo hizo. ¿Para qué? Su venganza solo terminaría con la presencia de los padres de Daila y... bueno...
Él estaba saliendo de su habitación. A escondidas. Eso no se veía bien.
–¿Qué haces aquí? –escuchó a sus espaldas, al devolver la puerta a su lugar. ¡Genial, ahora sí que podía darse por muerto!
–Señora Lucerni, buenas noches –dijo, con educación, intentando mantener una calma que no sentía. Ella lo miró arqueando las cejas– yo...
–Ya te he dicho que puedes decirme Doménica o Dome, si prefieres –soltó en tono tranquilo, pero su mirada era afilada– ¿Kyle?
Él sabía que esperaba una explicación. Pero ¡demonios! ¿Cómo iba a encontrar una explicación lo suficientemente creíble y que no sonara estúpida?
–Yo... no es lo que parece –empezó. Ella sonrió divertida por su azoramiento.
–Estás saliendo de la habitación de mi hija, pasan de la medianoche, a escondidas. ¿No te alegras que no haya sido mi esposo quien te encontrara?
Kyle tragó con fuerza. El padre de Daila podía ser intimidante, sí que lo era. Lo había visto en una discusión de negocios. Sí, debía dar gracias al cielo.
–Intentaba ayudar a Daila –confesó Kyle. ¿Qué más daba ya? Tampoco podría ocultarlo, pues estaba seguro que Doménica entraría en esa habitación–. Discutimos. Ella se marchó enfadada y la estaba esperando, me preocupaba su bienestar pues desapareció y Daila... –inspiró hondo– llegó en mal estado.
–¿Podrías ser más claro, Kyle? –Dome se sentía divertida, lo que era más que curioso. Debería sentirse alarmada, pero algo en la incomodidad de él le mostraba que era un buen chico.
–Estaba bebiendo –explicó Kyle– la he subido hasta su habitación para evitarles un disgusto y se ha quedado dormida. Intentaba marcharme, pero si no es por la puerta principal, no sé cómo salir de aquí.
Dome sonrió ampliamente, sin poder ocultar más lo mucho que él le agradaba.
–No tienes que irte –Dome tranquilizó– puedes quedarte en una habitación de huéspedes, son muchas –se encogió de hombros–; además, si te marchas ahora, es seguro que mi esposo se despertará.
–Gracias –asintió Kyle con alivio. La mamá de Daila había sido una bendición– no sé cómo agradecer...
–No –Dome le tocó levemente el brazo– yo no sé cómo agradecerte –clavó sus ojos dorados en él, idénticos a los de Daila– le haces mucho bien a mi hija.
Kyle clavó sus ojos en el suelo, sin atreverse a decir una palabra. Se sentía completamente indigno de esa afirmación.
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Nunca imaginé (Italia #10)
RomanceDaila Lucerni recibió una lección de vida particularmente clara con respecto a dejarse llevar por ilusiones infantiles. No lo haría más, estaba curada de eso. No se precipitaría, escucharía a sus padres y hermano... maduraría. Pero, con el corazón...