–¿Por qué estás tan callado, Kyle? –inquirió Daila removiendo su café lentamente–. He hablado de las clases, de los acontecimientos de mi familia, de lo que me gustaría hacer en el futuro y tú... bueno, has estado en silencio y... –inspiró hondo– tú no eres así... ¿te estoy aburriendo?
–¿Qué? ¡No, en absoluto! –Kyle negó, esbozando una sonrisa leve–. Me gusta escucharte, siempre.
–Mmm... –Daila no dijo nada. ¿Qué podía decir? "Tengo el presentimiento que algo va mal..." no era acertado en ninguna relación, en ningún sentido.
–Daila... –él le tomó la mano, suavemente– ¿sabes que te quiero, verdad?
Daila contuvo el aliento, sorprendida. ¿La quería? ¿De verdad? ¡Cuánto había deseado escucharlo! Tenía tanto miedo de que no... es que, realmente no tenía idea de lo que Kyle sentía. Ella sí que lo sabía. Estaba casi segura de que estaba enamorada de él.
–Kyle, yo... –Daila suspiró– te quiero mucho –sonrió.
–No quiero perderte, Daila –Kyle cerró los ojos por un instante– lamento si no te lo había dicho, pero eres muy importante para mí... tú has cambiado mi vida. Tú... –buscó las palabras adecuadas, sin embargo no sabía cuáles podrían ser– solo, te quiero. Siempre, aquí a mi lado.
La emoción dejó aturdida a Daila. Podía sentir cada una de las palabras que Kyle expresaba, tal como si fueran suyas. Sus propios sentimientos reflejados en los ojos verdes de él. Lo amaba.
Esa revelación la golpeó como un rayo. Sí, lo quería. ¿Pero amarlo? Eso era diferente. Ella no creía haber amado a nadie antes. Lo que sintiera por aquel hombre antes, no era nada. Un capricho, una rebeldía absurda... esto que sentía por Kyle... no podía ser otra cosa que amor.
–¿Daila? ¿Me he sobrepasado? –entrecerró sus ojos con preocupación.
–No, Kyle. Es que me he dado cuenta que yo... –Daila cerró los labios con fuerza. Kyle ladeó el rostro y sonrió, animándola a continuar– yo...
El teléfono interrumpió a Daila. Se disculpó para contestarlo, exactamente esa era la razón por la que prefería no llevarlo. ¡Siempre inoportuno!
–¡Claro que sé que está embarazada, Alex! –Daila bufó tras varios minutos–. Está a punto de tener a su bebé. ¿Cómo quieres que no lo sepa? –parecía estar contando mentalmente hasta diez. Kyle observó, entretenido–. No, ahora estoy ocupada. ¡O–cu–pa–da! –deletreó lentamente–. ¡Gracias pero yo puedo llamar!
Tras colgar con frustración, Kyle se sentía divertido por el rostro de contrariedad que Daila tenía. Su hermano era insoportable, lo sabía. Y tenía la ligera idea que, de alguna manera, sabía que estaban juntos.
–¿Tu hermano necesitaba algo? –se atrevió a hablar Kyle.
–Sí, fastidiarme como de costumbre –murmuró Daila. Kyle rió.
–¿Le has dicho que tú y yo...?
–¡No! –negó vehementemente.
–¿Crees que Marcos le haya dicho...?
–Lo dudo. Y, ahora que hablas de él, su esposa está esperando su primer bebé. Esa era la gran noticia que Alex llamó a darme.
–Un nuevo miembro de la familia. Felicidades –se alegró Kyle.
–¿No lo sabías?
–Últimamente no he tenido mucho contacto con Marcos.
–¿Últimamente? ¡Mía está de casi ocho meses! ¿Cómo podrías no saberlo? ¿Cómo podría yo no saberlo?
Kyle soltó una carcajada. Sin duda, Alex solo buscaba una excusa para llamar a Daila. Fuera cual fuera. Y se sorprendió consigo mismo por no odiar esa intromisión; al contrario, la entendía. Él también haría lo que fuera por proteger a Daila, buscaría cualquier forma para asegurarse de que estaba bien.
–Solo está preocupado por ti. Es lógico.
–No, no lo es –Daila pasó una mano por la mejilla de Kyle con lentitud– yo estoy bien. Estoy feliz aquí.
–No sabes cuánto me alegra escuchar eso –susurró Kyle antes de acercarse y besarla suavemente en los labios.
***
Las semanas se convirtieron en meses, sin que Daila los sintiera pasar. Porque cuando disfrutaba algo, el tiempo era relativo a ello. Y sin duda estaba disfrutando cada una de las facetas que Canadá le mostraba. Sus clases, sus salidas, su novio, su pasantía... era la completa felicidad.
Y, cuando llegó diciembre, tuvo miedo. Porque sabía lo que significaba. Final de semestre. Sus primeros seis meses ahí terminaban. Debía volver a Italia, pasar las fiestas con la familia; y, aunque pensó que esperaría con expectación aquello, lo cierto era que no se sentía así.
Quería estar con Kyle, comprendió. Solo podía ser eso. No importaba el lugar, lo necesitaba a su lado.
–¿Estás cerrando el semestre, cierto? –preguntó con tono casual Kyle. Daila elevó sus ojos dorados hacia él y asintió–. Mmm... debes estar emocionada.
–Sí, por supuesto –contestó sin ánimo– me está encantando la carrera.
–No me refería a eso. Volver a Italia, con tu familia y amigos. A donde perteneces... –murmuró Kyle.
–¿Cómo? –Daila torció el gesto– ¿qué significa eso?
–Imagino que te vas la siguiente semana. ¿Cierto? –preguntó, omitiendo la pregunta anterior.
–Sí, pero... –Daila lo miró vacilante. Suspiró–. Kyle, yo no quiero dejarte.
–¿Dejarme? –Kyle clavó sus ojos verdes en ella– ¿a qué te refieres?
–Irme. No me entusiasma ni un poco irme a Italia, porque tú no estarás ahí.
No pudo evitar sonreír. Le gustaba saber que Daila también sentía temor ante su separación, que no era él el único que no podía imaginarse semanas sin ella.
–¿Qué podemos hacer, Daila? –se encogió de hombros, abrazándola con cariño–. Esperar, escribirnos, hablar por teléfono, como la anterior vez que tú y yo...
–No –Daila negó– no quiero eso, Kyle –se volvió en sus brazos, para mirarlo–. Estos meses han sido maravillosos y sé que esto puede ser demasiado para ti. Y complicado. Además, quizá tú lo veas como... –inspiró hondo. Debía ordenar sus ideas–. Te quiero, Kyle. No quiero separarme de ti, no ahora. ¿Crees que exista una posibilidad de que no sea así?
–No veo como... –exclamó confuso, observando con detenimiento la vacilación que inundaba los ojos dorados de Daila.
–Lo que trato de decir... –suspiró– trato de pedirte, sin demasiada claridad, es que vengas conmigo. A Italia.
Kyle no pudo ocultar la sorpresa que lo invadió por completo. ¿Ir a Italia con Daila? No, tenía que ser una broma. ¿Cierto? Bueno, sí, eran novios, pero... ¡era diciembre! Fiestas por doquier, ambiente familiar, un gran compromiso... ¡Toda su familia estaría ahí!
Y, ni siquiera podía argumentar el temor de cualquier otro, a conocer a la familia de su novia y que el compromiso no durara. Él no. Porque simplemente ya los conocía. Ellos lo conocían.
Pero de una manera muy diferente. Lo habían conocido como el chico que salía con Danaé... dos veces. No, esto no iba a funcionar. Podía sentirlo. Era una mala idea. ¿Acaso sabían que ellos salían siquiera? Lo dudaba.
–Veo que la idea no te agradó –soltó Daila en voz baja. Kyle continuó inmóvil–. No voy a negar que me siento decepcionada, porque realmente quería pasar estas semanas contigo. Navidad y año nuevo, a tu lado. Pero, lo entiendo. Es difícil.
–¿Sabes algo? –Kyle le enmarcó el rostro con las manos–. Yo también lo quiero. Italia será entonces –confirmó con una seguridad que estaba lejos de sentir.
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Nunca imaginé (Italia #10)
RomansaDaila Lucerni recibió una lección de vida particularmente clara con respecto a dejarse llevar por ilusiones infantiles. No lo haría más, estaba curada de eso. No se precipitaría, escucharía a sus padres y hermano... maduraría. Pero, con el corazón...