Capítulo 20

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Tal y como lo había prometido semanas atrás, Laura reservó una hermosa cabaña a orillas del lago para que Virginia y Damián pasasen un fin de semana romántico. La misma formaba parte de un complejo ubicado a doscientos kilómetros del pueblo al que había ido una vez con Diego cuando comenzaron a salir. Al estar próxima la primavera y por consiguiente el aumento de actividad turística, temía no encontrar disponibilidad, pero alguien había cancelado justo antes de que llamara, habilitando así una cabaña. Fue a pagar personalmente con el dinero que había estado ahorrando su amiga y dejó listos los detalles para que todo fuese perfecto.

Damián solo sabía que iban a pasar el día fuera, pero desconocía el lugar ya que Virginia quería sorprenderlo. Jamás imaginó que la sorpresa incluiría también una noche juntos.

Aun desayunaban cuando Tomás irrumpió en la cocina con una gran sonrisa. Damián se puso tenso al instante, como era habitual, y Virginia lo saludo respetuosamente, sin mirarlo a los ojos. Había traído el diario con él y tras comentar acerca de la hermosa mañana que era, lo dejó sobre la mesa para servirse un café. Un silencio incómodo se instaló entre ellos hasta que Laura, Eugenia y Gastón entraron en la cocina hablando entre ellos.

—¿Listos para irse? —preguntó Laura con una sonrisa.

—Sí, salimos en diez minutos.

—¿Adónde van? —preguntó Eugenia.

—No se me permite saberlo —respondió Damián haciendo un mohín—. A pesar de que soy yo el que conduce.

—Así son las sorpresas, ¿no? —agregó Laura guiñándole un ojo a Virginia.

Ella asintió con una sonrisa cómplice.

Tomás las miró con el ceño fruncido. Sabía muy bien a que se referían ya que las había escuchado la otra mañana. Sintió que la sangre comenzaba a hervirle de solo pensar en que lo dejaría tocarla y hacerla suya. Se dio la vuelta para evitar que descubriesen la expresión de su rostro y apretó la taza con fuerza. La ira y envidia que sentía en ese momento eran peligrosas.

—Nos vemos después —dijo con los dientes apretados y salió de la cocina.

—¿Y a éste que le pasa? —preguntó Eugenia.

Laura y Virginia se miraron con la misma inquietud en mente.

Gastón, ajeno a la conversación, había abierto el diario y lo ojeaba sin demasiado interés. De repente, una noticia llamó su atención. Leyó lo más rápido que pudo al ver que mencionaban el nombre del pueblo. La foto mostraba una bolsa negra cubriendo lo que parecía ser un cuerpo junto a unas vías de tren.

—¡Mierda! —dijo de pronto.

—¡Ay Gastón, me asustaste! —reprochó Laura tras derramar un poco de café sobre su remera.

—Micky. —dijo, aun sorprendido—. Mataron a Micky.

—¡¿Qué?! —preguntaron todos a la vez.

—Se llamaba Miguel Carrasco, ¿no? —preguntó a su hermana.

Al verla asentir, golpeó con su dedo sobre la noticia impresa varias veces.

—Entonces es él... o mejor dicho era él —se corrigió—. Al parecer, llevaba días desaparecido y anoche lo encontraron muerto entre los matorrales de las vías del tren, cerca de la universidad. Una puñalada directa al corazón. Murió en el acto.

Todos, menos Virginia, que se había quedado inmóvil con los ojos bien abiertos, se inclinaron hacia el diario.

—No encontraron ninguna huella. Tampoco el arma homicida —agregó Damián—. El que lo mató, sabía lo que hacía.

Entre dos destinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora