Capítulo 3

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Estaba teniendo problemas para dormirse. A pesar del extremo cansancio, el dolor en su cuerpo y los calmantes que le habían dado, su mente no lograba desconectar como para permitirle el necesario descanso. No recordaba nada de nada y eso hacía que sus miedos crecieran a cada minuto.

Recostada en un colchón que aquella generosa y dulce familia había colocado en el piso junto a la cama de las chicas, no dejaba de darle vueltas en su mente a lo que le había pasado. Sin duda, se trataba de algo malo, muy malo, pero por más que se esforzara, no lograba descubrirlo. Sin embargo, no se movió del lugar. ¿Dónde más podría ir? Además, por fin comenzaba a sentirse a salvo.

No supo en qué momento finalmente el sueño la venció y lo último que evocó justo antes de quedarse dormida fueron sus ojos, esos faros luminosos que le habían transmitido tanta calma. Su mirada era la más dulce que había visto alguna vez. Tenía la certeza de eso, aun a pesar de no conservar ningún recuerdo anterior a esa noche. Y su voz, con ese tono grave y sereno había conseguido tranquilizarla caldeando hasta el rincón más frío de su atormentada alma.

Luego de un suspiro, permitió que aquellas nuevas y reconfortantes emociones que él le generaba, incluso con solo evocarlo, la colmaran y poco a poco, la tensión abandonó su cuerpo.

Una sensación de sofoco la despertó de forma abrupta. Intentó tomar aire, pero parecía incapaz de hacer que sus pulmones funcionasen. Era como si alguien estuviese sobre ella presionando con fuerza su pecho y le impidiese respirar. Abriendo los ojos, aterrada, se apresuró a sentarse. Entonces, consiguió tomar una gran bocanada de aire. Contuvo los angustiosos sollozos con una mano mientras con la otra frotó su pecho en un intento por aliviar los frenéticos latidos de su corazón.

Una fina capa de sudor cubría su frente y todo su cuerpo temblaba. Miró a su alrededor para comprobar que nadie la había atacado. La habitación estaba a oscuras y el único sonido que alcanzaba a oír eran las profundas y rítmicas respiraciones de ambas chicas lo cual le indicaba que se encontraban profundamente dormidas.

Incapaz de permanecer un minuto más acostada, apartó la manta que la cubría y se incorporó. Descalza y vestida con un pijama de invierno que Laura le había dado, se dirigió a la puerta. Necesitaba un poco de agua. Procurando no hacer ruido para no despertar a nadie, bajó despacio la escalera. No estaba familiarizada todavía con la vivienda y temía caerse al no poder ver bien en medio de la penumbra.

Al llegar al final de la misma, avanzó hacia donde recordaba que se encontraba la cocina sin darse cuenta de que no era la única que estaba despierta en ese momento. 

No podía sacarse de la cabeza la horrible sensación que lo había embargado nada más encontrar a Virginia

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No podía sacarse de la cabeza la horrible sensación que lo había embargado nada más encontrar a Virginia. Jamás, ni en un millón de años, se hubiese imaginado que ese día terminaría así. Tenía tantas preocupaciones en su mente que apenas había dormido algo la noche anterior a la mudanza. Ahora, sabía que hacerlo sería simplemente imposible.

Entre dos destinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora