Capítulo 5

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Aún estaban abrazados cuando las voces de los demás los alertaron de su cercanía. A una velocidad que creía imposible, Damián volvió a sentarse adelante y recogió el mapa con manos temblorosas. De inmediato, lo abrió y lo colocó estratégicamente sobre su regazo para evitar que se notara su excitación. Virginia, con sus mejillas al rojo vivo, aplastó su rostro en la ventanilla para ocultarse. Todavía tenía la respiración acelerada cuando las chicas se sentaron a su lado.

—¡Yo les dije que no vinieran! Eso les pasa por no hacerme caso —exclamó Gastón riéndose a carcajadas. Sin esperar respuesta alguna, continuó para su hermano—: Estas bobas se empecinaron en entrar conmigo al autoservicio y salieron despavoridas cuando una rata les pasó por delante. No había un alma ahí dentro. Está abandonado y no encontramos ningún cartel. Ojalá que el parque no esté muy lejos.

—Sí, ojalá —respondió Damián con voz entrecortada.

Para su fortuna, el sonido del motor al volver a encenderse disimuló el cambio en su voz.

Laura y Eugenia notaron la sonrisa dibujada en el rostro de Virginia y cómo acariciaba sus labios con los dedos. Se miraron intrigadas, pero cuando Eugenia se disponía a preguntarle, Laura le hizo un gesto para que no lo hiciera. A continuación, miró a Damián con el ceño fruncido y sin proponérselo, se encontró sonriendo ella también.

En la ruta nuevamente, notaron que el cielo empezaba a cubrirse de espesas y oscuras nubes anticipando la inminente llegada de la tan anunciada tormenta

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En la ruta nuevamente, notaron que el cielo empezaba a cubrirse de espesas y oscuras nubes anticipando la inminente llegada de la tan anunciada tormenta. El pronóstico del noticiero no se había equivocado, después de todo.

A medida que avanzaban, la ausencia de carteles y la falta de cableado le recordaron a Damián su anterior preocupación. En silencio, volvió a concentrarse en el mapa.

—¡No te puedo creer! —exclamó de repente, sobresaltando al resto.

—¿Qué pasa? —exclamó Gastón.

—Nos equivocamos de camino en esta bifurcación y nos fuimos para otro lado —dijo señalando con un dedo sobre el papel—. Por acá no es el parque.

—No puede ser —cuestionó su hermano.

—¡Te digo que sí! ¡Qué mapa de mierda!

—¡A ver, dame! —le dijo mientras se lo arrebató de las manos.

Sin detenerse, desvió por un instante sus ojos del frente. Justo en ese momento, una oscura y borrosa figura, salida de la nada, se atravesó en el camino cruzando la ruta de izquierda a derecha.

—¡Cuidado, Gastón! —exclamó Laura desesperada al ver que iban a chocar.

El muchacho alzó rápidamente la vista y en una milésima de segundo, advirtió lo que estaba a punto de suceder. Reaccionando rápidamente, giró a la izquierda con determinación y sin pisar a fondo el freno para evitar perder el control de la camioneta, se pasó al carril contrario. Desacelerando de forma gradual, continuó avanzando por la banquina hasta finalmente detenerse.

Entre dos destinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora