Es Mío

10. Te estoy perdiendo

Capítulo 10

Café.

Era lo único que necesitaba ése momento.

La luz entraba por la pequeña ventana de mi habitación, mostrando un pequeño rayo de luz sobre el suelo. Mi habitación se encontraba oscura, sólo ése pequeño lucero alumbraba aquellas cuatro paredes sombrías.

Me encontraba sentada en mi cama, acurrucada entre cobijas mientras sostenía una taza de café. Su olor era embriagador y no me resistí a dar el primer sorbo  —Caliente— fue lo primero que pensé al tomárlo.

Qué mejor que una taza de café para olvidar lo ocurrido.

No sabía como me sentía, estaba decaída pero no triste, intentaba sonreír pero era inútil. Era de esas veces donde no sabes que decir o hacer pero simplemente no te importa.

Habían pasado tres semanas desde la Fiesta de Halloween y desde entonces, no había salido con nadie —lo que me importaba un comino— y tenía como treinta llamadas perdidas de TJ. Durante los últimos días, él me había marcado pero yo sólo lo ignoraba dejándolo al correo de voz.

No tenía ánimos de hablar con él.

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Alex Willow

—TJ Deetweiler, ¿enserio?... —pregunté con sarcásmo —¿No había alguien mejor, Alice?

—Deja de molestar, Alex —bufó irritada—¿Qué te importa a tí con quién me acuesto?

—Mucho — afirmé de inmediato.

Ella rodó sus ojos bufando una vez más —Tengo 17 años, creo que ya tengo edad suficiente como para hacer lo que se me pegue la gana, ¿no?

—No.

— ¡Ush! ¡Eres tan terco e irritante! , ¿por qué eres tan sobreprotector?

—Porque soy tu hermano, ¿correcto? ¿o ya lo olvidaste?—pregunté sarcásticamente —Gracias a mí pudiste entrar en ése instituto, con toda la mala reputación que tienes tuve que sobornar al Director Pickley con el sueldo de nuestros padres para que puedas estudiar siquiera algo, ¿por lo menos no puedes comportarte bien?

—¿A qué te refieres con mala reputación?—preguntó evadiendo el tema —Tú sabes bien que todos me aman, porfavor soy la chica con más dinero del instituto, ellos me consideran una rei—

— Perra—solté en un habla seca.

Sus ojos se abrieron como platos, en una expresión de sorpresa con enojo.

— Todos te consideran una maldita perra, Alice.

— ¡Cómo te atreves!— reclamó apretando sus puños a los costados de su cadera —¡Eso no es verdad, sólo estás celoso de mí! ¡Sí, que yo tenga más atención en el Instituto que tú!

— No, no es eso.

—¡Sí lo es, a lo mejor ésa tal Spinelli te metió en la cabeza eso! ¡En venganza porque su mejor amigo no le presta tanta atención como a mí!

—¡Deja de hacer suposiciones estúpidas, Alice!

—¡No!, se supone que eres mi hermano... deberías defenderme...

— ¿Y crees que no lo hago? ¿¡Crees que no me duele a mí que te digan perra a tí?! ¿¡Qué te insulten?! Piensa por una vez en tu vida, ¿quieres? ¡Pero es inútil tratar de hablar contigo con toda lo mimada que eres! —exclamé gritándo al tirar de golpe en su cara la maldita puerta.