Capítulo 44 - Entrada a Guinee

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Marie había traído a sus aprendices, cinco mujeres las cuales habían invadido nuestro salón, dónde se iba a practicar el ritual.

Yo, sin embargo, necesitaba relajarme, estar sola durante unos minutos de toda esa locura. Y ahí me encontraba, de nuevo en la habitación de Xavier, mi santuario, observando a Markell quien reposaba tranquilo sobre la cama.

Por un momento deseé estar en su lugar, deseé descansar lejos de todos mis problemas, sentirme en paz. Pero no podía permitírmelo, no ahora que estaba tan cerca del final, no ahora que todo iba a acabar, y iba a empezar a vivir.

Llevaba años luchando, era hora de disfrutar de la paz.

Escuché el sonido de la puerta abrirse delicadamente y después cerrarse, y observé a Marie avanzar entre la oscuridad de la habitación.

Se situó a mi lado y observó a Markell con curiosidad.

- Pobre chico, tan joven, tan guapo ... un mundo de posibilidades a su alcance.

Coloqué mi mirada sobre ella y habló.

- Se lo que tanto te estás preguntando. Si puedo revivirlo, traerlo de vuelta, que ese mundo de posibilidades se vuelva a abrir ante él. - Me miró por unos segundos. - Sí puedo. - Anduvo por la habitación y se colocó a su lado. - Con los vampiros es un poco más difícil. En teoría llevan años muertos, así que hacer que su corazón vuelva a latir es difícil.

- ¿Si lo vuelves a la vida será humano? - Pregunté curiosa.

- Así es. Pero esa no es la verdadera pregunta. - Fijó su mirada en mi. - La verdadera pregunta es; ¿De verdad quieres que vuelva a la vida? - La miré confusa. Colocó su mano sobre la frente de Markell y continuó hablando. - El cerebro es el único órgano que no puede ser regenerado, por eso el chico rubio que trajiste a New Orleans tiene un trastorno. Creyeron que convirtiéndolo podrían recobrar su mente, ¿No es así? - Fruncí el ceño, sin entender como podía saber sobre Hunter. - Pobre ilusos.

Apartó la mano de la cabeza de Markell y anduvo por la habitación hasta situarse a mi lado.

- La bala ha atravesado y quemado gran parte de su cerebro, si lo traigo de vuelta quedará vegetal en el mejor de los casos. Que hacer con él depende de ti. Soy una bruja cariño, no Dios. - Agarró mi mano y colocó dos monedas en ella. - Los griegos colocaban monedas en los ojos de los muertos, para pagar al barquero del inframundo. Si quieres que vuelva a la vida, me las vas a devolver ahí abajo, si crees que está preparado para irse colócaselas.

Siguió hasta la puerta, y dijo una última frase antes de salir.

- Comenzaremos con el ritual en unos minutos, no creo que quieras perdértelo.

Y cerró la puerta tras ella.

La habitación quedó en un silencio absoluto.

Mi mirada recorrió la oscuridad de la misma hasta Markell.

Me acerqué a él lentamente y recorrí su rostro con mis ojos. Casa facción, cada peca, cada irregularidad.

Coloqué mi mano en la suya con toda la fuerza que me quedaba y susurré.

- Lo siento.

Cogí las monedas y coloqué una en cada ojo, sobre sus cerradas pupilas.

Ese pequeño gesto había sido como volver a matarlo, pero no podía permitir que sufriera por mi culpa, que viviera una vida en la cual no iba a ser feliz.

Solté su mano y dejé un pequeño beso en su mejilla, dándole así mi último adiós.

No tardé en alejarme de él y salir de esa habitación. Bajé las escaleras con paso decidido, preparada ante lo que sea que fuera a pasar ahí abajo.

Aleación [SANGRE & ACERO #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora