Capítulo quince

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Lucy se encontraba impaciente, sentada al borde de la silla y mordiéndose el interior del labio. El idiota de Raúl no le había dicho si finalmente lo habían aceptado o no en la academia y eso la desesperaba.

La única forma de saber si había aprobado, era viéndolo subir por esas escaleras.

Casi como si el destino la hubiese escuchado, en ese momento escuchó pasos subiendo los escalones. Pero, al contrario de lo que hubiese esperado, quien apareció bajo el umbral no era el muchacho, sino que era la rubia despampanante que rodó los ojos al verla.

Lucy pasó por alto ese gesto y se resignó a seguir mirando fijamente hacia las escaleras. Lamentablemente, sus compañeros seguían llegando, pero ninguno era a quien ella buscaba.

Howard llegó, haciéndolos entrar a la sala. Y Raúl aún no llegaba. Se sentaron en silencio, Lucy mirando el asiento vacío a su lado.

Y en último momento, el muchacho entró sin aliento a la sala justo antes de que Howard comenzara la clase.

—Un minuto tarde, Raúl —le informó Howard. El chico sonrió, desplomándose sobre el asiento.

—Buena observación, Pat —Lucy contuvo las ganas de abofetearlo.

Estaba ahí, sonriendo, había pasado la prueba. Y el muy idiota se dignaba sonreír, a pesar de haberle dado ese susto terrible. Incluso si cierta parte de ella sabía que él llegaría, aún existía la pequeña y aterradora probabilidad de que no llegase.

Suspiró con pesadez y se obligó a prestar atención a la clase, tratando de ignorar las intensas miradas que le dedicaba el chico de vez en cuando.

Sin embargo, tenía que forzar su lápiz a avanzar sobre el papel cada vez que su tutor explicaba algo e ignorar los ojos que la observaban se volvía cada vez más difícil. Ni siquiera alzó la mano para contestar las preguntas, aún sabiendo todas las respuestas.

Se permitió una mirada de reojo cuando supo que el muchacho no estaba mirándola, sin poder evitar compararlo con Bastien. Raúl no estaba sentado correctamente, sino que encorvado, y moviéndose a cada mísero segundo. No podía quedarse quieto.

Volvió la vista a la pizarra cuando el chico casi la atrapó con los ojos puestos en él. Se preguntó por qué sentía aquella presión en el pecho, como si de alguna forma lo hubiese traicionado.

Pensó en lo fácil que sería todo si lo ignoraba a partir de ese momento. Costaría apartar su mirada al principio, sería difícil no dedicarle la palabra los primeros días.

Y se planteó cuán fácilmente podría llegar a amar a Bastien. Su actitud ligera y risueña. Su madre estaría feliz, ella también lo estaría. O eso quería creer.

Para continuar amando a Raúl, era necesario mucho valor por parte suya, determinación para seguir queriéndole para escapar a escondidas con él a tomarse un café. Pero, seamos honestos, Lucy nunca había sido una chica muy valiente.

Después de todo, ¿cuánto más podría durar esa farsa? Simplemente estaba dejando fluir algo que tenía un final inminente. Y eso terminaría por hacerle daño a ambos.

No podrían encubrir aquella relación por siempre. De todos modos, ¿en qué estaba pensando? Ni siquiera sabía bien si Raúl sentía lo mismo por ella.

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