Sarai.
La chica se metió rápidamente en los baños cuando escuchó como el par de muchachos se encaminaban a la salida. Cerró la puerta sigilosamente tras de sí, con la respiración agitada, mientras oía los pasos escaleras abajo.
Tragó en seco, con el corazón agitado, se mordió el labio y se acercó al espejo. Observó su reflejo, las ojeras bajo sus ojos y los labios partidos. Raúl había roto su corazón de la peor manera posible. Ni siquiera la había enfrentado, simplemente le había dado el frío golpe de su indiferencia.
Se mordió los labios agrietados, apretando el borde del lavamanos. No sabía por qué le estaba costando tanto tomar una simple decisión. Se enjuagó la cara con agua fría, intentando aclarar sus ideas.
Se miró a sí misma a los ojos mediante el reflejo que le brindaba el espejo.
—Merece pagar por lo que te hizo— se murmuró a sí misma.
Tranquilizó su respiración lo más que pudo y salió del baño con el mismo sigilo con el que había entrado. Se ubicó nuevamente tras la puerta y escuchó la conversación que Howard llevaba a cabo en el teléfono. Una vez este colgó la llamada, Sarai se asomó sigilosamente para observar en donde lo ponía.
Bolsillo delantero del pantalón. No podía ser más fácil.
Esperó pacientemente hasta escuchar como Howard se encaminaba finalmente a la salida y entró rápidamente, con la cabeza gacha, chocando contra su tutor tal como lo había planeado. Levantó la mirada y se disculpó con él.
—Solo vengo a buscar mi mochila— se excusó— salgo de inmediato.
Y, tal como lo dijo, simplemente entró, tomó sus pertenencias y salió de la sala como si nada hubiese pasado. Aunque claramente había sucedido algo.
No era la primera vez que le robaba del bolsillo a una persona, había conseguido mucho dinero de esa forma, e identificaciones para poder entrar a los más selectivos clubes, pero era la primera vez que usaba sus dotes de ladrona para algo como aquello.
Bajó la escalera a medio trote, dejando a Howard cerrar la sala tras ella y apresurándose a alejarse lo más posible antes de que notara la ausencia de su teléfono.
Salió a la calle y se ocultó en un callejón, apoyándose en una pared, pues estaba temblando. Las manos le sudaban y sentía que el estómago revuelto.
—Se lo merece— se repitió a sí misma. Tomó aire y desbloqueó el teléfono. Para su suerte, este no tenía clave. No es como si no supiera invalidarla, de todos modos, pero de esa forma era mucho más sencillo.
Marcó el último número en la lista de llamadas. Se mordió el interior del labio mientras los pitidos sonaban interminablemente.
—¿Sí?— preguntó una voz femenina del otro lado, Sarai tomó un profundo respiro.
—Todo lo que le dijo Howard es una mentira— soltó inmediatamente—. Lucy no tiene ninguna evaluación, sólo le pidieron que los encubrieran un poco de tiempo.
—¿Ella y quién más?— la voz de la mujer se oía incrédula, pero no totalmente reacia a aceptarlo.
—Raúl— respondió—. El que sacó diez en la audición— explicó al oir su silencio. Se relamió los labios, las palabras que estaba a punto de decir le sabían amargas—. Van a escapar.
Sólo oyó una respiración pesada por unos segundos.
—¿Viste cómo se escaparían?
—Un auto blanco— dijo ella, pues había observado el momento preciso en que Raúl se bajaba de este antes de la clase y se había quedado quieta mirándolo, lo suficiente como para memorizar la matrícula, cosa que también entregó a su interlocutora.
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Piano piano
Romance«Ella leyendo las partituras de Beethoven de principio a fin y él aprendiéndose a Yann Tiersen por partes.» Lucy es la definición de rectitud; estudiosa, compuesta, siempre seria y esforzada. Practicando siempre hasta que todo sea perfecto. La espal...