Capítulo dieciséis

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Raúl observó a la muchacha con ojos preocupados. Tenía la mirada baja y no había ánimo alguno en su postura. Se dedicaba a anotar lo que Howard dictaba y a levantar la mirada de vez en cuando para copiar lo que había en la pizarra.

Llevaba un pañuelo blanco que combinaba a la perfección con sus zapatos y contrastaba con su vestido negro. A Raúl no le habría preocupado aquello de no ser porque Lucy jamás usaba pañuelos.

Le estaba costando un esfuerzo enorme prestar atención a la clase, y estaba poniendo toda su fuerza de voluntad en no pararse para llevarla a un lugar más tranquilo y poder hablar. Sabía que él había tenido que ver con ello de alguna forma y la culpabilidad lo estaba matando.

Ni siquiera estaba recta y con la vista al frente como solía estarlo. Se había encorvado hacia adelante e intentaba ocultarse en sí misma.

La única vez que divisó sus ojos, en un encuentro fugaz, se dio cuenta de que estos estaban rojos y brillantes, como si hubiese llorado mucho, y estuviese a punto de llorar nuevamente en cualquier momento.

Sin saber por qué, miró a Howard en busca de ayuda, como si quisiera pedirle que detuviera la clase en ese mismo momento.

El tutor lo miró de vuelta, alzando las cejas, sin detener su explicación. Raúl le indicó con la mirada a Lucy, sin embargo, Howard pareció ignorarlo olímpicamente.

Se dedicó a mirar a Lucy el resto de la clase, y para su suerte Howard pareció no mostrar interés en preguntarle nada, lo cual era fantástico porque no estaba prestando atención en lo más mínimo. La clase pareció durar menos, tal vez sólo era su idea al estar desesperado por levantarse, pero de todos modos no se quejó.

Howard esperó a que todos se fueran para marcharse de la sala, no sin antes pasar por el lado de Raúl, apretar su hombro y murmurar:

-Quince minutos- Raúl no entendió lo que eso significaba, de todos modos no le dio importancia cuando Lucy se levantó a preparar sus cosas para poder marcharse.

-Lucy...- se acercó a ella por su espalda y le acarició suavemente el brazo para que volteara. Ella lo hizo, sin embargo no levantó la cabeza-. Por favor, mírame- buscó su mirada insistentemente, pero no logró encontrar sus ojos.

Una vez comprendió que ella no lo miraría por voluntad propia, acarició su mandíbula hasta llegar a su mentón y lo levantó delicadamente. Sin embargo, Lucy rehuyó de su mirada.

-¿Qué pasó, Lucy?- la muchacha suspiró.

-Raúl, tengo que irme. Hoy tengo una cena en mi casa y no podemos hacer esperar a los invitados- el chico sintió una punzada en el corazón al ver que evadía hablar con él, igual que en un principio.

Con un movimiento astuto y rápido, pero suave, retiró el pañuelo del cuello de la muchacha; sólo en ese momento ella lo miró, horrorizada. Sin embargo, el chico hizo caso omiso de ello y se acercó con el ceño fruncido. Ladeó la cabeza de Lucy sólo unos centímetros para poder examinar su cuello, y ella no se resistió.

Su corazón se saltó un latido al ver una linea roja, cicatrizando en ciertos puntos. Observó el otro lado de su cuello y halló exactamente la misma marca, como si hubiesen arrancado un collar de un sólo tirón. No le hizo falta demasiada imaginación para saber que eso era exactamente lo que había pasado.

Rechinó los dientes y cerró los ojos con fuerza. Quería gritar de rabia. Eso había sido su culpa.

Apoyó su frente con la de Lucy y respiró pesadamente.

-Fue ella, ¿verdad? Tu madre- Lucy guardó silencio unos segundos.

-Sí.

-La odio- la chica se alejó de él, poniendo suficiente distancia para poder mirarlo a los ojos.

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