Laura

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Self-portrait

Me llamo Laura, tengo diecinueve años. Soy mujer y tengo la regla. Sangro mucho. Suelo manchar bragas, pantalones y sábanas. Y me duelen mucho los ovarios.

Soy alta. Antes estaba delgada, demasiado. Ahora no tanto; he conseguido engordar pero he perdido la forma. Parezco una croqueta con demasiado relleno.

Tengo la cara ovalada. Alargada y delgada. Está enmarcada por pelo alborotado negro. Muy negro. Necesitas una luz del sol muy específica y un mechón lo suficientemente delgado como para verlo marrón. Es curioso porque mi peinado cambia según el corte. Solía llevarlo escalado. Eso hacía que mi pelo ondeara de forma apasionada sobre mis pechos. Hace tres o cuatro años me hicieron un desastre: me lo cortaron como una seta. Dos capas, la primera llegaba por la barbilla y la segunda por los hombros. Ahora siempre me lo corto recto. Eso hace que mi pelo sea liso. Suelo llevarlo corto, nunca más corto que las orejas, no consigo que sea más largo que mis hombros desde hace años -aunque me he retado a mí misma a ver cuánto aguanto sin cortármelo-. De momento llevo poco más de un año. Y lo tengo fino, muy fino. A pesar de que me gustaría teñírmelo, aprecio demasiado el tacto de mi pelo y por eso no me atrevo a dar el paso.

Tengo las facciones poco marcadas, aunque últimamente como poco y se me marcan un poco los pómulos. Tengo los ojos diminutos. Son negros. Casi tanto como mi pelo. Algo menos. Suelo tenerlos entrecerrados y tengo los párpados pochos. Tengo un ojo más cerrado que el otro. Eso es porque me picó una avispa en el párpado cuando tenía ocho años. Llevo gafas. Siempre. Me encanta. Me hace parecer que tengo los ojos más grandes. Mis pestañas son muy largas y tengo un par o tres de color blanco. De hecho, cuando lloro se me ensucian las gafas porque mis pestañas hacen de pincel, mis lágrimas de pintura y los cristales son el lienzo. Pero es jodidamente difícil de limpiar luego. Además se me saltan las lágrimas con increíble facilidad. Mis cejas son gruesas y rebeldes. Demasiado. Tengo la nariz larga pero pequeña y con un acabado redondeado. A mí no me parece nada especialmente bonito pero mi abuela me dice que le gusta. Tengo la boca pequeña. Tanto, que antes tenía los dientes horrible. Me tuvieron que extraer ocho dientes y ahora llevo aparatos para arreglarlos. Estoy contenta con ello. De hecho uno de ellos, el que salía más para el frente, tiene una mancha blanca que resalta mucho con el color más amarillento -aunque no amarillo sucio asqueroso, que conste- de mis dientes. Siempre me han gustado mis labios. Los tenía siempre húmedos y la mayor parte del tiempo de color rojo vivo. Siempre me preguntaban si me los pintaba. Spoiler: nunca me maquillo. Pero desde que llevo aparatos los tengo secos y agrietados. Estoy pensando en pintármelos para hidratarlos. Tengo la barbilla extraña. No me gusta. Y siempre he tenido una especie de hoyuelo raro en ella. Preferiría los de las mejillas, me parecen extremadamente adorables. Aunque hace un tiempo -y creo que se debe a los aparatos- me están apareciendo hoyuelos en las mejillas cuando sonrío. Ahora siempre que me miro al espejo sonrío sólo para probar a ver si siguen ahí. Y siguen creciendo. Me encantan.

Tengo el cuello bastante normal. Creo que hasta diría que es algo largo. Mis hombros no son demasiado anchos. El derecho siempre me cruje y lo tengo como más echado para delante. Tengo un complejo con ese hombro cuando me pongo de perfil, por eso prefiero mi perfil izquierdo. Se me marca la clavícula. Y toda la estructura ósea de mi pecho y mi parte alta de la espalda. Mis pechos son, de media, muy pequeños. Aun así, uno de ellos es extraordinariamente más grande que el otro. Cuando me pongo el sujetador, uno siempre me aprieta y el otro siempre va suelto. Por eso odio llevar sujetador. Incluso por la calle. Aunque no me considero gorda, no tengo el vientre plano. Pero no es grasa, es como si estuviera permanentemente embarazada de comida. Aunque mis brazos son blandengues, tengo la muñeca muy fina. Se me notan los huesos y se me marcan mucho las venas. Mis manos son largas y mis dedos más aún. Siempre lo he atribuido a mis genes: mi abuela es pianista. Odio llevar las uñas largas. Me agobio y siempre me las corto en seguida. Aunque nunca me las muerdo. Pero mi tic nervioso es morderme la piel de los dedos. En época de exámenes me quedo sin dedo, casi literal.

No tengo caderas marcadas. No tengo curvas sexys. Mi parte inferior del torso baja en línea recta, siguiendo mis huesos, hasta mis piernas. Y ahí se ensancha. A diferencia de mis brazos, mis piernas son como dos grandes albóndigas. Muy llenas de grasa. Rebotan cuando ando y cuando me siento se espachurran en la silla. Parezco un helado deshecho. Y, aunque solía tener buen culo, ahora es una masa amorfa colgando de donde solía estar. Aunque dicen que ahora es más blando y, por lo tanto, más agarrable. Mis rodillas son grandes y feas. Parecen codos muy gordos a los que le sobra mucha piel. He visto rodillas más bonitas. Antes tenía músculos muy marcados pero han quedado fofos cuando he dejado el deporte, paulatinamente, durante los últimos dos años. Mis tobillos son bastante normales. Pero mis pies son extremadamente largos y delgados. Me cuesta encontrar zapatos que me valgan. Mis dedos gordos de los pies sí son bastante gordos. Pero mis dedos pequeños parecen aún más diminutos debido a que son como dos ganchos.

Tengo celulitis en el culo y en las piernas. Y las arterias marcadas por todas ellas. Soy bastante morena aunque mis padres son blanco nuclear. Y tengo manchas blancas distribuidas por todo el cuerpo. Tengo vitíligo y me encanta. Es simétrico. Eso significa que, si no me someto a ninguna alteración artificial, mis manchas en la parte derecha del cuerpo son exactamente idénticas a mis manchas de la izquierda. Eso hace que tenga algunas canas, pestañas blancas en los ojos y pelos blancos en las piernas.

Y es curioso porque puedo describirme entera pero no sé cómo es mi espalda. Creo que es fina, se me nota la columna y tengo un par o tres de manchas pequeñas siguiendo mis huesos, de la nuca hasta media espalda. Creo. Hay quienes dicen que les gusta. Pero nunca me la he visto así que no sé.

Hace unos meses me salió una clapa de calvície nerviosa en la nuca. A pesar de ello siempre llevo el pelo recogido en un moño deshecho. Y es irónico porque en el resto del cuerpo soy jodidamente peluda. Y, spoiler otra vez: odio depilarme.

Y nunca, jamás, me maquillo.

¿Quieres saber por qué?

Cuando era pequeña siempre me decían "tus manchas no se pueden curar pero puedes maquillarte para esconderlas".

¿Y sabes qué?

Decirle eso a una niña de siete u ocho años no es buena idea. Porque se acompleja. Y le da miedo. Y le da asco ser como es. Porque "los que más saben", "los adultos" o "los niños guapos" saben cómo debe ser y le dicen que se maquille para esconderlo.

¿Pero sabes?

A veces esa niña se vuelve rebelde y decide no esconderse. Y mostrarse al mundo como es. Y pierde el miedo de hablar sobre su cuerpo, entero, sin tapujos. No teme al "qué dirán" porque ya ha dejado de importarle. Y sabe que mostrarse entera y hablar tanto de sus partes favoritas de su cuerpo como de sus complejos como iguales, es dar un paso al frente para aceptarse así como es.

I m p e r f e c t a .

Bittersweet fairytalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora