BLOODLINE ; JUGHEAD JONES [1] ✅

Capítulo 27

CAPÍTULO 27

    Me senté entre Polly y Cheryl y no murmuré ni una palabra. No estaba de humor para aguantar cenas como estas en las que pretendíamos que todo iba bien y éramos una familia feliz. Archie volvía a encontrarse entre nosotros como invitado de Cheryl, por lo que sospechaba que mi hermana se sentía atraída por él. Estaba claro que no invitaría a cualquiera a un evento tan importante que formaba parte de la tradición de nuestra familia. Una vez más, la ausencia de Jason se hacía notar, con un vacío en la mesa y en mi corazón.

    Papá se levantó con su copa en la mano. Era la hora del brindis inicial. Me recosté en mi asiento sin mucha emoción.

    ―Hemos sido probados este año ―comenzó él―. Como una ciudad, como una empresa y, sobre todo, como una familia. Puede que no haya sido la mano de Jason la que recogió la savia e inició la temporada del sirope de arce, pero fue la mano de la esperanza: mi hija, Cheryl Blossom, mi sucesora.

    Todas las copas se alzaron para brindar por Cheryl. Los imité para apoyar a mi hermana, ya que sabía que a ella le hacía ilusión. Una sonrisa se formó en su rostro, agradeciendo el reconocimiento de todos los presentes y por supuesto de nuestros padres, lo cual necesitaba casi desesperadamente. El resto de la cena se fue aburridísimo, con charlas sobre negocios y la necesidad de mis padres de demostrar la buena familia que éramos. Nunca había recibido tantos abrazos de mi padre como aquel día, lo que era decepcionante y triste. Por lo menos la comida estaba buena.

    Cuando la mayoría de los asistentes hubo terminado, mi padre los invitó a bailar en una pista improvisada. A mi hermana se le iluminó la mirada, centrando su atención en Archie. Sin embargo, a pesar de ser su pareja esa noche, Archie le pidió a Polly acompañarlo en una danza. A mi lado, Cheryl hizo una mueca de disgusto. Apoyé mi mano sobre su hombro tratando de inspirarle confianza. No podía asegurarle que Archie estaba colado por ella, por desgracia, pero al menos intentaría hacerla sentir mejor. La cosa era que, a pesar de que el pelirrojo estuviera saliendo con Val, intuía que sus sentimientos por Veronica iban más allá de la amistad. No era tan tonta como para no darme cuenta de cómo se miraban.

    ―No te preocupes ―musité sonriendo con amabilidad―. Tienes toda la noche para bailar con Archie.

    Cheryl asintió no muy convencida, así que suspiré. A veces me daba la sensación de que había todavía demasiadas cosas que desconocía de mi hermana, por mucho que me esforzara en tener un vínculo más estrecho.

    ―¿Te gusta? ―inquirí acercándome a ella.

    Mi hermana se mordió el labio inferior, esquivando mi mirada.

    ―No, no es eso. ―Escondió la cara con sus manos y profirió un débil gruñido de exasperación―. Es que...

    No continuó hablando. Durante unos segundos creí que se iba a quedar en esa posición, pero reaccionó no mucho después poniéndose en pie y tomando mi mano. Cheryl se abrió paso entre los invitados mientras yo la seguía sin rechistar. Estaba claro que quería contarme algo muy importante, pues si no, no se molestaría en llevarme fuera de la fiesta para confesármelo. Pasamos al lado de nuestra madre, a quien solo dijimos que necesitábamos tomar el aire. No le pareció demasiado bien; me di cuenta con su expresión agria, pero no le di mayor importancia. Si Cheryl deseaba apoyo, lo tendría pasara lo que pasara.

    El aire nos hizo bien en verdad, al menos a mí. Mi hermana aún sujetaba mi mano con fuerza, como si fuera la última cosa en el mundo a la que aferrarse. Fue un gesto que me produjo mucha ternura, sobre todo viniendo de su parte. Caminamos hasta una zona alejada en la cual estábamos rodeadas de jardín. Todo esto estaba lleno de recuerdos, lejanos y no tanto: Jason, Cheryl y yo jugando de pequeños, mi hermano practicando con algunos de su equipo, Cheryl y yo haciendo fiestas del té, los tres corriendo, riendo, siendo completamente felices porque nos teníamos los unos a los otros. No tenía que esforzarme mucho para evocar todos esos momentos, ya que simplemente llegaban a mi mente con la fuerza de un huracán, haciendo temblar los cimientos de mi mente. Ahora lograba controlarlos mejor, pero en ocasiones todavía eran capaces de dejarme destrozada si me pillaban desprevenida.