Capítulo 17.

11 2 0
                                    

El tiempo se va volando desde que llegué a Chicago. En Noruega se me hacía eterno para que finalizará la semana o el día.

Llegué de la universidad e inmediatamente subí a mi habitación a cambiarme, no me sentía muy cómoda con los jeans que tenía puesto y creo que necesito comprar más ropa y otro tipo de jeans.

—Hola Alyssa, ¿Qué tal te fue hoy?
Me asusté en cuanto ví Georgia en el pasillo de arriba pues estaba distraída poniéndome mi tenis.
—Cielos, Georgia, me asustaste.—me reí tocando mi pecho.
—Jajaja perdón, chica.
—Descuida. ¿Estás enferma?—le pregunté.
—Ujum...—carraspea.—Vengo a informarte que por el día de hoy me retiro. Hice comida suficiente para la cena.
—No tienes porqué preocuparte. Anda, ve y descansa.
—Gracias Alyssa, aún así les he comentado a tus padres. Sólo te estaba esperando.
—Bien, entonces no hay problema con ello.

Georgia se fue y yo permanecí en la sala sentada en mi sofá favorito viendo la televisión hasta que soy interrumpida por el timbre de la puerta.

Es un repartidor de pizza... Yo no ordené pizza.

—Hey.—me saluda esté cuando abro la puerta. Qué considerado.
—Ahm... Hola.—le sonreí.
—Una pizza familiar de pepperoni y champiñones con extra queso.
—Oh... Bueno, ahm... Yo no ordené pizza.
—Claro que sí, es el dos veintidós.—sigue con su sonrisa.
—Sí, lo es. Pero yo no orden...—soy interrumpida por las zancadas de Edward.

¿Edward?

—Pero yo sí, hermanita.
—¿Qué demonios haces aquí?
—No fui a trabajar hoy. Qué bien me recibes.
—¿Te la has pasado todo el día en tu habitación?
—No. Fui a correr y luego regresé a casa y me quedé dormido. Desperté y pedí pizza.
—Creí que estaba sola.
—Ya... ¿Cuánto es, viejo?—le pregunta Edward.
—Son dieciséis dólares.
Edward saca su billetera, le paga dejándole el cambio como propina.
Deja la caja de pizza en la mesa del centro.

—¿Por qué no pones una película, Alyssa?—me pregunta Edward.—Iré a la cocina por platos y servilletas.
—Vale.

Estando con Edward viendo películas puede ser grandioso, pero a veces es terrible, siempre se la pasa hablando durante las películas e incluso comemos más.
Comimos palomitas, gomitas, chocolate, helado y unas frituras que mi padre tenía ahí.

—Alyssa... ¿Aún hay palomitas?
—Sí.—dije sin apartar la vista del televisor y metiendo un puñado de palomitas a mi boca.
—Dame.
—No.
—Alyssa, quiero palomitas.
—Yo también.
—Anda, dame.
—No.
—Mierda.
—Toma.—extiendo mi brazo para que él alcance el bowl de vidrio en donde están las palomitas.
—Gracias. Asquerosa.
—Edward ¿Y tu auto?
—Esta en el garaje.
—Ah... Creo que mis padres ya llegaron.
—¿Y?
—Pues déjame decirte que Georgia recogió hoy y tenemos un desastre.—Me incorporé para ver todas las envolturas y latas en el piso.
—Uh... Ahora me odiará más.
—¿Quién? ¿Georgia?
Asiente.
—Por Dios, ¿Por qué lo dices? Esa mujer es súper buena.
—Me da miedo, Alyssa.
—¿Por qué?
—A veces me mira raro.
—Pues es porque a veces llegas ebrio y diciendo estupideces sin sentido.
—No soy muy confiansudo, ¿Okay?
—También preparó la comida de hoy y comimos pura basura.
—Tomaste cerveza ¿Eso es basura?
—Solamente una y no.
—Aun no llegan Alyssa, son ilusiones tuyas. ¿Qué fumaste hoy?
—Yo no fumé. Ni siquiera fumo, por Dios.
—Equis con ellos.

—¡Santo cielo!—grita mi madre desde el marco de la puerta.
—¿Qué pasa?—entró mi padre.
—Alyssa y Edward ¿Por qué demonios tiene así la sala?
—Solo estábamos comiendo.—dijo Edward.
—¿Qué manera de comer es esa?—preguntó horrorizada.
—Una muy buena.—le contesté.
—Cállate Alyssa.
—Se la han pasado de vagos todo el día, que vergüenza con ustedes.—nos dijo mi padre.
—No todo. Si fui a la universidad.
—Menos mal.—Ben se encoge de hombros y toma asiento.—Pásame los panditas.
—Ben.—alarga mi madre.
—¿Qué? No puedo decirles nada. Ellos van a recoger.
—Creí que Georgia lo hacía.—dice Edward y todos lo miramos.—¿Qué hay de malo con ello?
—Esta enferma, estúpido.
—Bueno, mañana puede hacerlo.
—Idiota, ¿Tienes mierda en la cabeza?—Le pregunté.
—Alyssa, cierra tu boca y deja de expresarte así. Pareces hombre.—me dijo mi madre furiosa.
—Uy.
—Edward, Georgia es la empleada y merece descansar. Ella ya había limpiado, Alyssa y tu han hecho un desastre, así que limpien ustedes.—habló mi padre preciso.

Gracias por ser parte de mi vida. HSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora