Epilogo: Noah

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Sentí calor en mi mejilla y comencé a abrir mis ojos lentamente. Era el sol de la mañana que me estaba calentando la mejilla, como si de una caricia se tratara. Al mirar al lado de la cama pude ver a Mani, no evité quedarme unos minutos observándola, ya que cada día se parecía aún más a su mamá. Me daba pena despertarla, pero sabía que tenía que hacerlo. Pensar en lo que tenía que hacer en el día ya me estaba poniendo ansioso y me estaba empezando a preocupar. Estiré mis brazos y acaricié su mejilla.

— Cariño, ya es hora de levantarse. — le dije suavemente y ella comenzó a fruncir sus cejas con frustración.

— Tengo sueño, papá. — me respondió con notada molestia

— Lo sé, pero tenemos que ir a ver cómo está mamá. ¿Lo recuerdas? — Al parecer eso hizo que ella se despertara automáticamente y se levantara. —Así me gusta. — reí y acaricié su cabello, y ella me sonrió.

Luego de eso, la ayudé a que se vistiera y seguido lo hice yo, mientras ella se lavaba sus dientes y se ponía sus zapatos. Cuando estuvimos listos, intenté peinarla. Lamentablemente eso era algo que Lexi acostumbraba a hacer y yo no tenía idea de cómo hacerlo.

— Papá me estas tirando mucho y duele. — se quejó. — Mamá no lo hace así.

— ¿Qué te parece si hoy solo lo usas suelto? — respondí algo frustrado a mi intento de hacerle una cola de caballo.

— Por favor. — pidió ella notando mi frustración.

Yo solo reí y me dirigí al comedor, donde había dejado un enorme ramo de flores sobre la mesa, lo tome y saqué una flor. Me acerqué a Mani y se la extendí.

— ¡Que linda! — me dijo emocionada y observando la flor detenidamente.

— Lo es —le sonreí. — Es para tu mamá. — Ella sonrió emocionada de poder llevarle algo.

Puse el ramo de flores en el auto mientras Mani desayunaba. Yo no podía ver la comida de los nervios que tenía. Cuando ella terminó nos subimos al auto. Partimos apresuradamente hacia el hospital, ya que se nos estaba haciendo tarde. Cada vez que avanzábamos y nos acercábamos al destino, mi corazón comenzaba a palpitar más y más fuerte. Intentaba sonreír todo el tiempo, ya que no quería asustar a Mani, pero estaba realmente preocupado y ansioso. Cuando llegamos, evité rápidamente una oleada de fotógrafos que se acercaron y entré al hospital. Nos dirigimos a su habitación y encontramos a Maggie y Leo afuera. Para aumentar mi nerviosismo, ella no parecía muy feliz. Leo le pidió a Mani que lo acompañara a comprar algo para que ellos desayunaran y Maggie y yo quedamos solos.

— Maggie, ¿cómo está? — le dije, pero ella no respondió, simplemente bajó su cabeza y yo sentí que mi mundo se derrumbaba.

No me detuve a pensarlo mucho y abrí la puerta de su habitación para encontrar una cama vacía. El pánico comenzó a recorrer todo mi cuerpo mientras mis ojos amenazaban con dejar caer lágrimas, el ramo de flores se cayó al suelo simplemente porque yo ya no sentía nada en mi cuerpo. Fue allí cuando comencé a escuchar la risa de Maggie. Me volteé sin entender y ella estaba casi en el suelo, muriendo de la risa. De repente comprendí todo. Era una maldita broma. La miré con ojos que podían haberla asesinado y ella se compuso de repente.

— ¿Sabes? La peor virtud que se te podría haber contagiado de mi hermano es su alma de bromista pesado.

— Te dije que era demasiado. — respondió Maggie mirando a Leo que volvía con Mani.

— ¿Caíste? — dijo el riéndose de mi de repente. — Te dije que iba a creérselo. — dijo dirigiéndose a Mani esta vez y ella se rió.

— ¿También lo sabias?

Tu ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora