Capítulo Cuatro: Lexi.

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Me alejé de ese piano y sentí como mis mejillas comenzaban a arder, si, tenía pánico escénico, tenía miedo de llamar la atención, hiciera lo que hiciera. Llamar la atención en el pasado me había costado caro, y sabía que para sobrevivir un bajo perfil me haría bien.

Me dirigí a mi habitación, cuando me encontré a mi madre bastante furiosa en la entrada.

Bien, tal vez se había enterado que Maggie había pasado la noche quien sabe dónde, arruinando completamente su reputación, nuevamente.

-          ¿Me vas a decir la verdad? – comenzó ella y yo no supe que responder, ¿delatar a Maggie?

-          ¿De qué me hablas, mamá?

-          Hablo de que cuando fui a pagar su almuerzo de ayer, me avisaron en recepción que se cargó un champagne a nombre tuyo, y que además eso fue en la madrugada.-  si, Maggie me había cargado toda su mierda de nuevo.

-          No sé repetirá, lo prometo.- dije tragando nerviosamente todo lo que debería haber contestado, y lo peor es que yo seguía encubriéndola, y quién sabe por qué.

-          Eres la peor mierda que me tocó cargar.- me dijo despectivamente mientras se retiraba.

Soy una persona realista, y se reconocer la verdad cuando la tengo delante. Mi mamá me odia, y siempre busca la oportunidad para hacerme sentir que soy el peor error de su vida. Mi hermana es una puta, y soy yo quien tiene que andar recogiendo su mierda siempre. ¿Por qué mi mamá me odia? ¿Por qué mi hermana siempre deja que yo  limpie sus desastres? ¿Por qué lo hago? No lo sé, tal vez me gusta sentirme una mierda. Tal vez soy una maldita masoquista.

Entré a mi habitación, rápidamente me dirigí al baño. ¿Dónde carajo estaba lo que necesitaba en ese momento?

Busqué entre las cosas hasta que lo hallé. Exactamente lo que necesitaba. Necesitaba que el dolor saliese de mi cuerpo, necesitaba expulsarlo, que ese líquido rojizo y tibio corriera por mis muñecas, y que ardiera, que ardiera tanto, pero tanto, que haría que todos mis problemas se fueran. No me concentraría en nada más que en ese ardor, y no habría ningún problema más que ese insoportable ardor.

Pasaron unos minutos y lavé mis manos, hasta que ese líquido dejó de correr y se secó. Me miré al espejo, y muchos recuerdos vinieron a mí. Me sentí sucia, fea. Me volteé y salí. Me puse una camiseta mangas largas y me recosté en la cama, justo en el momento que Maggie entraba.

-          Lo siento – dijo sin siquiera dejarme decirle nada.

-          ¿Por volver a ser la misma de siempre y dejar que siempre sea yo la que carga con tus mierdas?

-          De verdad, no debí cargarlo a tu nombre, no sé porque lo hice, supongo que estaba demasiado borracha para saberlo. No quería terminar en la cama con ese chico, pero es que solo… bebí demasiado, ¿sabes?

-          No, no lo sé.

-          Vamos, voy a recompensarte- dijo acercándose a mi cama y poniendo una de sus manos en mi pierna.- te voy a llevar de compras ahora mismo, te devolveré el reloj que arruiné y además te compraré algo bonito, de verdad lo siento.

-          No estoy de ánimos. – dije tajante

-          Por favor, de verdad me siento mal, no quería que nada de esto sucediera. Se que todo esto es mi culpa, porque no supero el pasado, no supero lo que nos hicieron esa vez y…

-          Está bien- contesté cortando la charla.-  sólo déjame que me cambie y saldremos.

-          Te amo – dijo dándome un pequeño beso en la mejilla y se dirigió al baño.- yo tomaré una ducha mientras tanto.

Tu ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora