En los últimos tres años había tenido que aprender mucho, principalmente aprender que nada en esta vida es para siempre. La felicidad se acaba y la vida, también.
Hace tres años a mi madre le diagnosticaron leucemia ya avanzada y aunque los primeros dos años ella luchó contra su enfermedad, ésta la fue consumiendo más y más cada día hasta el punto de tener que pasar sus últimos seis meses de vida en cama. Y aunque ella trataba de no demostrar nada sabía que sufría, sus quejidos casi inaudibles por las noches me lo recordaban siempre y lo que más me duele es que jamás pude hacer nada para que todo se detuviera, para que su dolor acabara... hasta hace tres noches, cuando todo se derrumbó. Mi madre dejó de respirar y todo ocurrió como si estuviera mirándolo desde otra perspectiva. Recuerdo vagamente haberme puesto a llorar y salir a pedir ayuda a mi vecina, ya que en casa sólo éramos mi madre y yo. No sabía qué hacer, llegó una ambulancia, muchas personas comenzaron a llegar diciéndome que todo estaría bien. Mi primer impulso al escuchar esa frase fue golpearlos en la cara, ¿acaso no se daban cuenta que nada estaría bien?, mi madre había muerto.
Ya habían pasado tres días desde eso y el nudo en mi garganta junto con las intensas ganas de vomitar no se iban.
Aquí me encontraba, sentada junto al ataúd de mi madre. El lugar estaba lleno de velas y había demasiadas flores que no tenía ni idea de dónde habían salido.
Algunos amigos de la escuela me habían venido a visitar y a darme el pésame, diciéndome cosas como: "siempre estaré para ti", "llámame para lo que necesites", aunque a ellos se les veía casi igual de incómodos que yo.
Es irónico cómo puedes ver a la persona que más amas en tu vida estando ahí, pero en realidad sin estar. Tenía este sentimiento de que todo era una pesadilla y que en cualquier momento despertaría, pero luego el dolor de mi alma me recordaba que jamás iba a despertar, ya que esto no era un sueño.
Ya no tenía a nadie... sólo tengo diecisiete años, ni siquiera me podría hacer cargo de mí misma, no sabía qué hacer.
No tenía idea de cuánto tiempo había estado sentada en el mismo lugar, pero supuse que habrá de ser mucho, ya que mi trasero comenzaba a dormirse.
Me levanté y sentí como todos los ojos se fijaron en mí, sólo había llorado cuando fui corriendo por mi vecina, luego ya nada. No había comido, no había hablado, nada. Creo que ellos estaban esperando algo... como que comenzara a gritar o algo parecido, pero no tenía ganas ni de eso, sólo quería encerrarme en mi habitación y meterme a la cama.
Antes de que me encerrara en mi habitación la mano de María mi vecina se posó en mi hombro, me di la vuelta y ella se veía igual de cansada que yo, se había portado excelente conmigo estos días, haciéndose cargo de todo. Sabía para qué me quería hablar, pero de todas formas no le dije nada.
- Alex, ya debemos...- me miró apenada sin ser capaz de pronunciar la palabra "entierro", lo sabía ya habían pasado los tres días de luto, ahora se debía enterrar el cuerpo de... mi madre. La bilis subió queriendo salir, pero respire profundo. Yo no era capaz de ir a ver cómo enterraban el cuerpo mi madre.
- Claro, adelántense -ella me sonrió y me dio un suave apretón de consuelo, le devolví la sonrisa o por lo menos lo intenté.
Vi como todos comenzaron a salir de mi casa, no entendía de qué lugar habían salido tantas personas, sabía que mi madre era una mujer amable y cariñosa y que hacía amigos fácilmente, pero jamás creí que fueran tantos.
El señor Rogers y sus hijos tomaron el ataúd de mi madre para sacarlo de la casa.
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prometo quedarme
Teen FictionAlex deja que te explique...-tarde. mi puño choco justo en su mandíbula enviando un condenado dolor por toda mi muñeca. -¡mierda!-grite llevando mi mano a mi pecho como esperando que eso hiciera que el dolor parara. -¿Alex estas bien?- comenzó a a...