11.-¡Sorpresa!

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- ¿Así que usted se mudó con su tía? -dice el señor Alonso mientras hojea los que supongo son mis documentos.

- Sí – digo mientras seco el sudor de mis manos en mis pantalones.

- Mmm, veo que tiene muy buenas calificaciones -sus ojos se encuentran con los míos y yo asiento.

- Me gusta estudiar -él sonríe dejando ver un diente de oro.

- Eso es justo lo que buscamos aquí, señorita Marín -siento un pequeño escalofrió al escuchar mi apellido, no estoy acostumbrada a que me llamen así.

El señor Alonso me tuvo alrededor de quince minutos en su oficina mientras me decía las reglas del lugar y alababa mis calificaciones y hoja de vida, para cuando salí al pasillo todo estaba silencioso y vacío. La secretaria me había dado las indicaciones para llegar a mi salón de clases junto con un pase de retraso. No me costó nada encontrar el salón, cuando estuve allí me pare frente a la puerta, estaba nerviosa, pero de todos modos toqué. La puerta se abrió y una señora alta me miró con el ceño fruncido.

- Pase -su voz sonaba cabreada. Comencé a caminar para entrar al salón, pero ella se interpuso en mi camino- ¡¿Qué hace jovencita?!

- Usted dijo que pase -sentí cómo el salón estallaba en risas silenciosas y yo estaba cada vez más avergonzada.

- El pase para poder entrar, el papel que justifica su tardanza -quise golpearme contra un muro de cemento al recordar el pase que me dio la secretaria.

- Disculpe, aquí está -dije tendiéndole el papelito a la señora que lo leyó rápidamente.

- Adelante, tome una guía de mi escritorio y tome asiento en silencio -entré y sentí como todos me miraban mientras susurraban entre ellos.

- ¡Silencio! -gritó la profesora haciéndome saltar y provocando que todos rieran más fuerte. -Sigan con su trabajo. Señorita siéntese rápido.

- Disculpe -tomé una hoja de su mesa y busqué un asiento vacío, por suerte al fondo había una mesa desocupada.

Mi mirada se encontró con la de Sam y ésta me sonrió dándome su apoyo. No sirvió demasiado, ya que me sentía tan abochornada que solo quería enterrarme en un agujero y no salir de ese lugar.

- ¿Puedo sentarme aquí? -pregunté al chico que estaba concentrado escribiendo en su hoja junto al puesto vacío.

- Está desocupado -tomé asiento justo cuando el chico levantaba la cabeza dejándome ver su rostro.

- Tú -dije sin poder creerme que tenía frente a mí al chico de la otra noche -Spencer...

- Tú -dije sin poder creerme que tenía frente a mí al chico de la otra noche -Spencer

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prometo quedarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora