El castaño y el rubio se habían despertado con sueño. Evan por haber pensado todo el día en escribir el correo y enviarlo a las 5 de la mañana; y Connor, quien había esperado aquel mail.
La casa de Evan estaba más lejana a la secundaria que la de Connor, por lo que cada vez que se iban caminando el castaño claro podía observar por detrás a su compañero. Le encantaba ver como su pelo se balanceaba cada vez que daba un paso, sus manos en sus bolsillos, su caminar de pies abiertos, su ropa de invierno tan simple; Connor era genial.
Pero esa mañana no podía verlo.
Su vista se nublaba y la única forma que encontraba de mantenerse despierto era dándose pequeñas cachetadas a sí mismo.
Una fue considerablemente fuerte, la que lo despertó por completo, dándose cuenta de que Connor se había girado a verlo y aún peor, caminaba hacia él con la misma cara de muerto.—Hola. —No supo que hacer, obviamente. Intentó darle la mano a Evan, al mismo tiempo intentando abrazarlo y besarle en la mejilla. Tener amigos era complicado.
—Bue-buenos días... Connor. —Murmuró un poco intimidado el de yeso, igualmente había intentado saludarlo, pero el prefería los abrazos— ¿Como e-estas?
—Bien, ¿Tú? —Tomaron nuevamente rumbo a la secundaria, Connor tenía sus mejillas rosadas por el frío. Evan igualmente tenía las mejillas de la misma manera, pero no era precisamente por el frío.
—Bi-bien. —Sonrió para sí mismo bajo el cuello que llevaba puesto, de verdad estaba ocurriendo.
Daban pasos lentos y cuidadosos, era como estar en otro lugar muy diferente a esa ordinaria vereda; se sentían en un lugar feliz, donde solo estaban ellos y no había nadie más que los molestara.
La temperatura iba descendiendo, los guantes y chaqueta ya no eran lo suficiente para abrigar al pobre chico Hansen, quien de inmediato al sentir el afilado frío comenzó a frotarse sus brazos. Él amaba el frío y todo, los árboles cubiertos de nieve en el invierno le eran un espectáculo de lo más hermoso, pero ahora ese no era el caso; se estaba congelando la nariz y los dedos, dolía un poco, y el yeso no era de mucha ayuda que digamos.Entraron a la secundaria, sintiendo un golpe de aire tibio en sus cejas que los hizo reconfortarse de inmediato; era una fortuna que la temperatura ambiente se hubiera resguardo tan bien ahí adentro. Pronto se dio cuenta que Murphy se quitaba sus guantes y los guardaba en sus bolsillos.
—Vamos. —Tomó el brazo derecho de Evan con cuidado, a pesar de no ser éste el que se encontraba enyesado a Connor le parecía que Hansen era una persona delicada, y que con tan solo un leve golpe podría romperse en mil pedazos; mil pedazos son difíciles de arreglar.
El castaño claro no reaccionó ante el actuar de Murphy, se mantuvo sumiso en todo momento mientras este lo llevaba consigo hasta el salón. La gente de alrededor los miraba extraño, casi con repulsión, algunos de los pensamientos generales que tenían eran tales como: "¿Que mierda están haciendo esos dos perdedores juntos?" o "Connor debió someterlo a algún tipo de droga, pobre chico". El pálido no pareció notar esa atmósfera extraña que se estaba tornando a su alrededor, estaba sumido en sus pensamientos de como sería el día... ¡Es que no podía olvidarle! Realmente sentía algo fuerte por quien quería tener en una amistad, deseaba besarle sus mejillas y manos sin detenerse, quería ver sus ojos azules y admirarlos para siempre; Porque eso es lo que hacen los amigos, ¿No?
Por otra parte, Evan. Oh, Evan. Él ya no sabía que hacer, tenía todo un poco más claro, o al menos más claro que Murphy. Hansen ya tenía en consideración que él era totalmente bisexual. ¿Por qué bisexual? pensarán, fácil, el había estado perdidamente enamorado de Zoe Murphy, pero todo eso se había ido porque ahora conoció a Connor. Un sentimiento mucho más puro que ese "amor" que había tenido por Zoe apareció y tomó lugar en su cabeza, rondando y girando como si quisiese llamar la atención del chico Hansen:
"Estoy tan perdidamente enamorado de Connor Murphy"
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ʙᵉˢᵒˢ ᵈᵉ ⁱⁿᵛⁱᵉʳⁿᵒ // ᵗʳᵉᵉ ᵇʳᵒˢ
FanfictionPortada: 6Moeki9 (gRACIAS Escribir cosa así en clase era peligroso, los maestros podrían quitarle el papel, o peor, leerlo. Pero un día algo desastroso ocurrió, algo que jamás hubiera querido que pasara. Una de sus cartas resbaló del pupitre y cayó...