Después de todos esos acontecimientos Ariandel tuvo mucho que aprender por lo que el resto del tiempo estuvo muy ocupada. Por las mañanas despertaba, se arreglaba e iba con Kai Kauz, caballero de sagitario quien le enseñaba todo lo que ella tenía que saber, con él aprendió cada nombre de las estrellas que componían las 88 constelaciones del zodiaco cosa que le fue dificultoso pues no poseía una buena memoria así que la mayoría de las veces terminaba riéndose con aquel santo dorado por sus equivocaciones. Con Kai pudo aprender todo lo que no entendía al llegar a Grecia y con él también fue aprendiendo lo que era actuar con calma.
Con el patriarca, la segunda persona con el que pasaba más tiempo en el santuario se iba a la biblioteca donde él le relataba a través de los libros lo que pasó en las anteriores guerras santas y el papel tan importante que debía cumplir. Y así, entre Kai y el patriarca forjaron a la nueva Athena, pasando un año donde estuvo prácticamente encerrada entre su habitación, la cámara del patriarca y la biblioteca.
No había ocurrido nada en el trascurso de esos 12 meses, ningún ataque, ninguna amenaza ni del cielo ni del inframundo ni de nada, la paz parecía reinar en el panteón ateniense, el entrenamiento de Ariandel estaba listo y ahora, más capaz, estaba lista para cumplir sus tareas de Diosa.
Ella sabía que desde hoy comenzaban los torneos entre caballeros en el panteón, Kai le había explicado que era una tradición que no se remontaba desde hace 2 guerras santas pasadas por lo mismo ella dio el visto bueno para que se retomara aquella tradición. El patriarca le había explicado que se había perdido la tradición porque los santos estarían concentrados en el torneo y no en proteger el santuario por lo que Ariandel decidió que se realizaría porque consideraba que era justo que sus caballeros se divertieran y no estuvieran siempre en alerta. El patriarca en un principio se mostró reacio a esta iniciativa, pero no pudo negarse, si bien Athena tenía la autoridad máxima en el santuario el podía refutar sus deciciones, sin embargo no lo hizo porque en el tiempo que estuvo enseñándole como ser Athena él la conocío, entendió muchas cosas de como era ella, aprendió a confíar en su talento inhato de liderazgo y lo aceptó.
Ese día, después de 12 meses, Athena salió al panteón por la mañana, en la tarde se daría la inauguración a el torneo del panteón donde Athena decidió que sus 88 santos se enfrentarían, el patriarca le dijo que sería un poco desventajoso para que se enferentaran todos tomando en consideración la diferencia abismal entre un bronce y un dorado, pero ella le dijo que entre sus santos no había diferencia de poderes pues creían en la misma diosa.
Athena caminó sola atravesando los pilares de mármol del santuario, nunca se había permitido tal paseo. Se entretuvo viendo como algunos aspirantes a santos entrenaban en uno de los amplios jardines, se detuvo en un balcón para observar el movimiento del panteón, sus santos parecían entrenar con convicción y entusiasmo y aquello la hizo sonreír.
Bajó las escaleras, quería ser más cercana a sus santos, en ese tiempo con las únicas personas que había tenido contacto era con Kai y el patriarca.
Miró hacia los lados adyacente de las escaleras para ver si encontraba a alguien que quería ver, Dante. No había podido hablar con él por estar encerrada estudiando, le dijo muchas veces a Kai que lo llamara, que quería hablar con él, pero el santo de sagitario siempre se lo negó, Kai le dijo que eso podría desconcentrarla de su aprendizaje por lo que no era posible.—Buenos días.- Cuando bajó las escaleras lo primero que hizo fue darle los buenos días a esos aspirantes a caballeros que estaban allí. Ellos, sosrepndidos dejaron de entrenar y se arrodillaron ante ella. Ella se acercó hasta ellos y se sentó a su altura.—Por favor, no tienen que arrodillarse cada vez que me ven, basta con un buenos días-. Les sonrió ella extendiéndole su mano para que ellos levantaran sus cabezas.
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Athena.
FanfictionOtra guerra santa se avecinaba y no podía des proteger a su amada Tierra, pero tenía que ser honesta, ya no tenía el poder ni la impetud de seguir con esto, no quería tampoco volver a ver a sus caballeros morir, no quería verlo a "él" sufrir de nue...