Parte 5

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Finalmente partimos del muelle de Liverpool con rumbo a Londres, James, Scarlett y yo estábamos emocionados de volver a ver esa hermosa ciudad, sin más, James y yo nos pusimos a trabajar cada quien en lo suyo, yo a revisar la carga y James a reparar el pasamanos del puente y timón. ¡He de mencionar que James era un maestro trabajando el hierro y la madera! Rapidamente notamos que el viento soplaba algo fuerte, el mar parecía inquieto, luego de un rato de viaje, pudimos divisar que se aproximaba una tormenta a lo lejos, por lo que el capitán que estaba junto al timonel, giró instrucciones de alejarnos de la costa pues era peligro encallar por culpa del fuerte oleaje y las rocas...

De repente escuchamos un crujir fuerte de la madera en la popa de la nave, el barco perdió todo control después de eso, el capitán hizo una rápida inspección del timón y rapidamente se dirigió a la parte posterior del barco, y dijo: "¡Efectivamente, lo que temía, el timón perdió sus seguros!"  Dio ordenes de recoger las velas y llamó a James para que junto conmigo y otro compañero reparáramos el timón. Scarlett mientras tanto se paseaba por la cubierta observando las aves dirigirse a tierra, sin duda alguna, ella era mi ángel, no podía dejar de observar la gracia de sus movimientos. De repente James me llamó para que volviera al trabajo por lo cual, me pidió que bajara a "ayudarle", realmente lo que quería era mostrarme algo muy extraño en la zona del daño. Parecía que alguien había cortado los seguros, tenían marcas de una sierra, ambos nos volvimos a ver y nos dijimos al unisono "Joe". Pero ¿por qué Joe haría algo así?, ¿qué era lo que pretendía? y la respuesta a eso no tardo en llegar.

Del frente la tormenta emergió una enorme nave, los hombres divisaron sus velas a lo lejos y el capitán tomó su catalejo para verificar que tipo de nave era, su rostro parecía sorprendido con un leve matiz de horror, corrió tan rápido como pudo a la parte donde James y yo estábamos, y nos dijo: "Señores, no hay tiempo que perder, ese timón debe estar reparado ya mismo". Su gesto fue tal que nos asustamos, así que nos apresuramos tanto como pudimos para tenerlo listo; mientras tanto, el capitán giró ordenes "¡Todos a sus puestos, estén listos a desplegar todas las velas!". En eso el timonel respondió: ¡Pero capitán, las velas no soportarán el rigor de la tormenta que se aproxima", a lo que el capitán respondió: "¡Las velas serán el menor de los problemas si esa nave nos alcanza, es un navío de guerra francés, son corsarios!".

James y yo escuchamos la conversación e hicimos lo imposible por tratar de terminar cuanto antes, pero las olas estaban bastante altas y golpeaban la nave con furia, sin embargo, con un golpe de suerte logramos unir las partes y asegurarlas, e inmediatamente le gritamos al capitán que estaba listo, los compañeros nos subieron rapidamente y el capitán dijo: "¡A toda vela señores, escapemos de ese monstruo!". Las velas se desplegaron por completo, el barco comenzó a navegar con un fuerte jalón, la orden fue todo a babor y emprendimos la huida, sin embargo, perdimos tiempo muy valioso para lograr nuestro objetivo. El navío francés estaba casi encima de nosotros, pero nuestro capitán sabía defenderse, nuestro barco no tenía armas y era muy pesado con la carga, pero los franceses también tenían una nave pesada, sin embargo, un poco mas rápida.

La carrera por nuestras vidas había comenzado, pudimos escuchar la detonación de los mosquetes en la otra nave, nuestro timonel cayó herido, al ver esto, el capitán tomó el control de la nave y de un fuerte giro la puso en curso a la costa, su rostro no mostraba temor, ni recelo, solo seguridad y furia, sin duda, el capitán inspiraba confianza y respeto. Con este fuerte movimiento que dió nuestra nave los franceses quedaron un tanto relegados, volvimos a dar un giro abrupto y quedamos viendo al otro lado del curso que tenían los franceses. La lluvia y los rayos comenzaron a pintar la escena, ambas naves parecían batirse a muerte con el mar; las olas eran gigantescas pero el capitán las domaba con maestría y una seguridad absoluta, los franceses parecían tener problemas para seguirle el paso, pero estaban decididos a atraparnos, poco a poco nos alcanzaron y nuevamente usaron sus mosquetes, yo no entendía porque no usaban sus cañones, pero me aliviaba.

Mar y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora