Capítulo 21: Libertad

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Capítulo 21: Libertad

Jamás pensó sentirse así.

Tenía bastante asumido ya su papel en la sociedad. Serviría por siempre a la familia de Alaude, y trataría de evitar que su hermano corriera el mismo destino de alguna manera.

Eso del amor... no era para él.

Sinceramente, no pensó sentirse así nunca. Menos por un noble. Y aún menos por el mismo para quién debería trabajar durante toda su existencia.

Y sin embargo, ahí estaba. Con la cabeza apoyada sobre su regazo, mirando el cielo que se había despejado hacía tiempo con una sonrisa tonta mientras dejaba que el rubio platino acariciara sus cabellos.

No sabía cuánto tiempo había estado ahí. El sol se había ocultado ya, hacía pocas horas que la luna había salido.

Lo que más brillaba en el cielo eran las estrellas.

—Me gustan las estrellas —comentó, haciendo reír a Alaude.

—Estoy seguro que a las estrellas les gustas tú.

Giotto se ruborizó, no acostumbraba a que le dijeran ese tipo de cosas.

—No digas esas cosas...—dijo avergonzado.

—Solo digo lo que pienso.

El rubio menor sonrió tímidamente ante sus palabras y levantó su brazo derecho para acariciar el rostro de Alaude, como queriendo comprobar que era real. Que todo eso no era algún tipo de sueño y que no despertaría con el sonido del primer gallo cantando a la madrugada.

—Lo sé. No te gusta mentir.

Giotto había convivido bastante tiempo con Alaude y sus escasas expresiones. Sabía cada movimiento diferente a lo habitual, y conocía por ellos lo que el noble sentía.

A Alaude, por el contrario, le era muy sencillo leer los pensamientos de su mejor amigo debido a su gran expresividad. Si había algo que a Giotto no podían prohibirle era su libertad de verse alegre, triste, enfadado y demás emociones, y este usaba esa libertad todo lo que podía. No se molestaba en ocultar cómo se sentía, a menos que eso pudiera perjudicar a alguien cercano.

Sonrió ante la caricia que el menor le proporcionaba y puso su mano sobre la del chico, apretándola levemente con cariño.

—¿Cuánto crees que pasará hasta que nos descubran? Ya sabes lo que ocurrió con...

No hizo falta finalizar la frase. Toda Sicilia conocía la historia de dos jóvenes como ellos, ambos enamorados, pero los dos eran chicos. Eso hizo que la policía siciliana les persiguiera como los criminales que eran, dado que estaban cometiendo un grave delito.

Ambos decidieron escapar, dejando a sus familias atrás, a un lugar lejano. Nadie sabía dónde estaban, pero uno de ellos tenía un hermano mayor que había desaparecido junto a la pareja. Los tres estaban en busca y captura.

—Lo sé. Pero no te pasará nada, no te preocupes...

—No. No me gusta cuando empiezas solo a pensar en mí. Tú también te arriesgas...

Hizo un mohín. La última vez que Alaude le dijo que no le pasaría nada, se cumplió, sí, pero a costa de una rotura de brazo del rubio platino.

Recordaba ese día. Estaban paseando, como ya era costumbre para ambos, por el campo, en una de sus escapadas ocasionales. Estaban corriendo uno detrás del otro, jugando. De repente, se encontraron con un caudaloso río, y Giotto no tuvo el tiempo de frenar.

Cayó al agua, sujetándose a tiempo de una roca, y Alaude le salvó. Le dijo que no pasaría nada, y así fue, pero el noble se hirió el brazo con una tabla de madera que corría por el agua e iba a darle de lleno al siervo.

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