Capítulo 3: Promesas y juramentos

35 1 0
                                    

Saül, Laura y yo fuimos por el bosque para llegar al valle, de camino al valle nos paramos delante de un árbol.

- Chicos, sabéis que esto es arriesgado, ¿No? -  dije yo.

- No, ¿Por qué tendría que serlo? - dijo Saül.

- Pues porque no se sabe lo que pasará, ¿Verdad Marc? -  dijo Laura.

- Cierto - dije -  y también porque nos pueden atacar animales salvajes, nos puede pasar cualquier cosa en ese valle.

- Anda que el chico fresa no se asusta, ¿eh? ¿No tienes miedo? -  dijo Saül en un tono chulito.

- Si, tengo mucho miedo - dije -  pero piensa que nos la estamos jugando por descubrir que misterio está detrás de todo esto.

- ¿Y si no quiero descubrirlo y me quiero quedar así mismo?¿Algún problema? - dijo Saül.

- No, la verdad es que no - dije -  puedes irte cuando quieras, no te lo impediré.

- Chicos... - dijo Laura -  Dejad eso para más tarde.

- ¿Por qué?¿Alguna razón en especial? - dijo Saül.

- No... Pero... Pero los demás se extrañaran al ver que no volvemos - dijo Laura.

- Tienes razón, vamos - dije - no hay que perder más tiempo.

- Tu a mi no me mandas señor de las fre... 

- O te callas ya o te doy un puñetazo que te dejo en el suelo, ¿Entendido? -  le interrumpí y le miré con una mirada intimidadora.

- Vale, cálmate Marc - dijo el asustado.

Después de ese numerito que montó Saül fuimos por un atajo, llegamos en diez minutos. Una vez más, ahí estábamos, delante de la franja que separaba lo vivo de lo mustio. LLegamos al acantilado y cada uno penso en algo, acto seguido todos nos desmayamos. Cuando nos levantamos era de noche y era difícil volver ya que era oscuro, estábamos muy preocupados. Nos miramos el brazo y, efectivamente, el color de la marca había cambiado.

- ¿Ha... Funcionado? - dijo Laura.

- Parece que si - dijo Saül - pero tampoco nos hagamos ilusiones.

- Saül tiene razón, no tenemos que dar por seguro que saldrá todo bien.

- Marc, perdón por lo de antes, lo he pensado un poco mejor y no debería haberme puesto así - dijo Saül.

- Tranquilo, son los nervios del momento - dije - bueno, ¿Vamos?

- Vale - dijeron Laura y Saül.

Bajamos hasta el bosque y a partir de ahí ya pasaron cosas extrañas. Íbamos caminando y hablando, cuando de golpe oímos un ruido entre los arbustos, un susurro muy leve, corrimos como nunca antes habíamos corrido. Nos paramos para descansar un poco.

- ¿Qué ha sido eso? - dijo Laura.

- No lo sé - dije - pero nada bueno.

- Dios... No tardemos mucho en ir al hotel que me va a dar algo - dijo Saül.

- Si, mejor vámonos ya - alguien lanzó un cuchillo - ¡CUIDADO!

- ¿Pero que...? - dijo Laura asustada - ¿Qué está pasando aquí?

- No lo sé, pero... - ese alguien lanzó otro cuchillo, este se clavó en su pecho - ¿Por qu..? ¿Po...? - cayó al suelo.

- ¡SAÜL! - grito Laura impactada - ¡¿QUIÉN ERES?! ¡¿POR QUÉ HACES ESTO?!

- Soy el guardián... - dijo la voz - yo castigo a los que no cumplen sus promesas...

- ¡¿POR QUÉ ESTO?! ¡¿POR QUÉ LO MATAS?! - grité

- Porque ha fallado en su promesa... No la ha cumplido...

- ¡CABRÓN!¡DEVUÉLVEMELO! - gritó Laura.

- Nunca volverá... Se quedará vagando por este valle eternamente...

- ¡NO!¡NUNCA PASARÁ ESO!¡ÉL ESTARÁ SIEMPRE CON NOSOTROS! - dijo Laura llorando, cogió a Saül y gritó - ¡DESPIERTA!¡NO TE VAYAS SAÜL!

- No te servirá de nada... Él ya no está...

- ¡CALLA!¡VETE DE AQUÍ YA!¡DÉJANOS EN PAZ! - grité ya cansado, me dirigí al arbusto corriendo - un momento... Aquí no hay nada.

- ¿Qué dices? - dijo Laura, se acercó -  es verdad... ¿Entonces....?

- Vámonos de aquí - dije asustado.

Cogí el cadaver frío de Saül, lo cargé en mi espalda y fuimos al hotel. Llegamos sobre las nueve de la mañana, entramos y estában todos en el comedor, tuvimos que decirles lo ocurrido. Después de contárselo se quedaron si palabras.

-  ¿De verdad Ha...? - dijo Esther sin poder acabar la frase.

- Si... - dijo Laura.

- No puede... No puede ser... - dijo Ramón -  ¿Por qué él?

- ¿Por qué no hablas Marc? - dijo Luis.

- No tengo palabras - dije - cuando vi lo que paso me quedé mudo de pánico.

- Yo tembién estaría así - dijo Esther - Luis déjale en paz, él no tiene la culpa de que haya pasado esto.

- Que haga lo que quiera, me da iual lo que me diga o lo que me haga - dije.

- Marc... - dijo Laura - no te pongas así.

Después de eso fuimos al cementerio del pueblo donde habían enterrado a Saül, fue una ceremonia silenciosa y el único que hablaba era el cura con el sermón de siempre. Al acabar fuimosa  nuestras habitaciones y descansamos, solo fataba un mes para irnos de nuevo a la ciudad y empezar el instituto, el tiempo pasó sin ningún accidente y todos regresamos a salvo. Por fín llegó el día de irnos.

Valle agrietadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora