Capítulo 7: La espada

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- ¡¿Por qué le habéis hecho esto?! - grité - ¡¿Por qué a ella?!

- Hijo, tu madre se resistió - dijo el cura - la tuvimos que llevar a la fuerza.

- ¡No era necesario cruzificarla! - dije llorando.

- Tranquilo... Pronto irás tu también....

- ¿Dónde iré? - pregunté con miedo.

- A la cruz prometida... - dijo el guardian - Ahora vendrás con nosotros...

- Cuidado - dijo el cura - se acerca una muchacha.

- ¿Quién es? - preguntó el guardian.

- Una amiga de tu víctima, escondete.

- Maldita sea... Algún día serás mi víctima Marc...

Entró Nerea a la iglesia y se extrañó al verme en el suelo medio inconsciente y al cura delante mío. Las cruzes de las paredes habían desaparecido y la tormenta era cada vez  más leve. 

- ¿Qué haces así, Marc? - preguntó Nerea.

- No me apetece hablar del tema, ¿Podemos irnos? - dije, ya que tenía ganas de marcharme.

- Vale... -dijo Nerea -  Adiós padre.

- Adiós hijos míos.

Estaba andando hacia mi casa con Nerea, cuando de la nada me empotra contra la pared y me pregunta:

-¿Qué ha pasado ahí dentro?

- Nada en especial, tranquila de verdad.

- No te creo, ¿Has bebido?

- No, pero escucha...

- Dime toda la verdad ahora mismo - dijo interrumpiéndome.

- Bueno... He bebido un poco... - pensé que sería mejor si no se enterara de momento - Estaba deprimido y eso...

- ¿Por qué?¿Qué ha pasado?

- Verás... No me gusta hablar del tema, pero...

- Dime, aquí para lo que sea, ¿Te acuerdas?

- Si - dije riendo -  pues verás, mi madre le ha dado un ataque al corazón y está en el hospital.

- Lo siento... No sabía nada.

- Tranquila, estoy bien, de verdad.

- ¿Seguro?

- Si - hice una breve pausa -  y Nerea...

- Dime.

- Que yo también estoy aquí para lo que sea, ¿Recuerdas? - dije riendo.

- Si es que... Marc, eres un caso perdido - dijo riendo.

- Hasta que nos veamos - dije con una sonrisa en la cara.

- Adiós Marc.

Después de esta mentira me fui a mi casa sin ganas de nada. Lo primero que hice al llegar a casa fue asegurarme de que mi madre ya no estaba. No había rastro de ella en toda la casa, ni ropa ni majillaje ni nada, todo rastro de ella se había esfumado. Esto no me afectó tanto como pensaba, pero si lo suficiente para que mis amigos lo notaran. Me tumbé en la cama e intenté dormir, pero no pude. Llegó la mañana siguiente. No sé como, pero Lucy estaba sentada en una silla delante de mi cama, me sorprendí de verla.

- ¿Qué te pasa? - me preguntó triste.

- Nada... - dije bajando la cabeza.

- Dímelo, ¿Para qué estoy aquí?

Valle agrietadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora