Capítulo 14: Las promesas en iglesia

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Corrí hacia casa de Ramón tan rápido como pude. Su casa estaba en llamas, todo rodeado de llamas. Llegué y entré, ya que la puerta estaba en el suelo, y ví a Ramón, con quemaduras en la piel, tumbado en el suelo. Me acerqué y lo cogí de los hombros.

- ¡RAMÓN! - grité.

- ¿Marc...?

- Si, soy yo - dije - ¿Qué ha pasado?

- Una sombra...

- ¿Una sombra? - dije intrigado, supuse que era el guardian.

- Si... Ha encendido el gas y...

- ¿Y qué?

- La sombra... Ella ha... Hecho esto...

- Me cago en la... Ahora llamo a una ambulancia, ¿Vale? Tú quédate aquí.

- Está bien... - se desmayó.

Llamé a una ambulancia y esperé a que llegase. No podía soportar eso, no podía aguantar ver sufrir a Ramón. Aún me esperaba una sorpresa, en la iglesia hacian promesas y una marca les aparecía en la mano, la misma que la del valle. Era imperdonable. Pero la sopresa me la llevaría la mañana siguiente.

A la mañana siguiente me levanté a las diez, decidí irme a dar una vuelta. Mientras estaba dando la vuelta quise ir al parque. De camino al parque me encontré con Nerea.

- Buenos días, Marc - dijo Nerea - ¿Cómo estás?

- Bien, ¿y tú? - dije yo.

- Bien, nada nuevo - dijo ella - ¿Sabes qué en la iglesia estan haciendo promesas?

- ¿Cómo? - dije esperandome lo peor.

-  Verás, tú dices alguna cosa que siempre has querido cumplir o algo así, entonces te ponen una marca en la mano que no se te va hasta que no cumples tu promesa - Y efectivamente, era lo que me esperaba.

- Es... ¿Raro?

- Sí, pero a mi me gusta - dijo Nerea - ¿Quieres ver la marca de mi mano?

- Vale - me enseñó su mano, era la misma que la mía - es... ¿Bonita?

- Veo que no te gusta - dijo ella - bueno, da igual, hasta luego.

- Adiós - dije.

Después de esta conversación em dieron ganas de ir a la iglesia y decirles un par de cosas, pero pensé, y mejor no ir. Llegué al parque y ese día sólo se me acercaron dos personas, pero realmente extrañas. Me senté en un banco cerca de la salida. Se me acercó un abuelo y se sentó a mi lado.

- Mira chaval, te voy a contar una historia - me dijo el abuelo.

- Escucho - dije yo con curiosidad.

- Esta es la historia de una pareja que acabó mal por muy poca cosa - bebió agua de una botella que tenía - la pareja estaba muy bien, pero las cosas se torcieron por la vecina.

- ¿Qué pasó? - pregunté.

- La vecina era muy mala gente, y lo que hizo fue peor aún - dijo el abuelo medio triste - resumiendo, la pareja tuvo una discusión y el marido le dió tal puñetazo que la mujer se dió con el canto de la mesa en la cabeza, ella murió.

- Que historia tan... ¿Triste?

- Sí, dime chaval, ¿Qué debo hacer?

- ¿Cómo? - aún estaba procesando lo que el abuelo había dicho.

- ¿Debo ir a la policía?

- Supongo, sería lógico.

- Gracias chaval, eres un buen mozo - dijo el abuelo, se levantó - adiós.

- Adiós.

Al cabo de una media hora apareció una mujer y se sentó a mi lado. A simple vista parecía tener unos veinte años, o almenos eso creía yo. Me empezó a contar su historia. Esta me dejó un poco chocado.

- ¿Tienes unos minutos? - me preguntó la mujer.

- Claro - dije - ¿Qué pasa?

- Quizás me tomes como una loca, pero mira, yo voy cada domingo a la iglesia - dijo ella, hizo una breve pausa - no sé si lo sabrás, pero la iglesia está empezando ha hacer promesas, yo hice una.

-¿Y qué más?

- Pues verás, ayer tuve una pesadilla horrible. Estaba yo en un bosque con unas hojas extrañas - dijo asustada - y una sombra me dió una espada muy rara.

- Eso no es raro, es tú imaginación.

- También, pero fue muy realista - se levantó - bueno gracias chaval, hasta otra.

- Adiós.

No me podía creer eso, era lo mismo que me pasó a mi. Después me fui a mi casa, ahí me esperaba una sopresa. En la puerta estaba Lucy con una cara de mala hostia que no podía creérmela. En cuanto iba a darle un beso me dió un guantazo que casi me caigo al suelo, no me lo esperaba. Me dijo : "No me hables en tú vida" y se fue corriendo a casa. No entendía nada, me fuí a la cama, ya era de noche.

Esa noche en la iglesia... Las luces encendidas. Nacero, el cura y el guardian planeando algo.

- Entonces... ¿Eso haremos? - preguntó el guardian.

- Sí - dijo Nacero - y te encargarás tú.

- ¿Yo? - preguntó el guardian.

- Si, confío en ti.

- No eches a perder esta oportunidad - dijo el cura.

- Está bien - dijo el guardian.

- Bueno, hora de cerrar - se apagaron las luces y desaparecieron.

A la mañana siguiente no tenía ganas de nada, ni de salir de la cama ni de bajar a la cocina. Llamé varias veces a Lucy, pero o no lo cogía o me colgaba. Ya eran las doce, un papel llegó a mi habitación por la ventana. Decía lo mismo que la anterior.

Se hizo de noche rápido. Estaba en el sitio acordado y en la hora acordada. apareció el guardian.

- Marc, ¿Puedes verme la cara?

- Déjame probar - veía unos ojos y unos rasgos faciales que me parecían familiares - un poco, pero em parece que ya se quien eres.

- Bien, empecemos con la prueba, ¿Listo?

- Claro - dije decidido.

Aparecí en el bucle oscuro y fuí a parar a un desierto solitario y sin vida. El objetivo de la prueba era llegar a una zona donde hubiera vida y vegetación. Después de, como no, perder la noción del tiempo, llegué a la zona. Allí habían dos espadas en el suelo.

Valle agrietadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora