Capítulo 13: Gas y fuego

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- ¿Qué pasa? - dije intrigado - ¿Por qué me estás apuntando a mi? 

- ¡¿Qué has hecho con mi hija?! - me preguntó nervioso.

- ¿Cómo? - dije intrigado - ¿A qué se refiere?

- ¿Has hecho algo con mi hija?

- Si con algo te refieres a sexo y tal... Pue es incómodo, pero alguna cosa si - dije yo nervioso por su reacción.

- Bajó su escopeta y me miró - Vaya, eres el primero que tiene agallas de decirmelo - dijo imprecionado - me caes bien - me tendió su mano.

- Le apreté su mano - Bueno, es una alegría oir eso.

Su padrastro se fue por la puerta y entró Lucy. Lucy impresionada por lo sucedido me miró y se lanzó a mis brazos. Me felicitó, no sé porque, pero lo hizo. Después de lo sucedido me fui hacia mi casa. Llegué y quería desahogar el enfado que tenía por las preguntitas trampa del pdrastro de Lucy, así que cogí una de las espadas y fui al salón, hice espacio moviendo los muebles. Practiqué una hora o así, y la verdad es que me gustaba, me divertía y me parecía una defensa muy buena. Llegó la hora de cenar, fui a la cocina y cogí algo de la nevera, me lo cociné y me lo comí. Ya era de noche, me fui a dormir.

Mientras tanto en la iglesia estaban las luces encendidas. 

- Oye - le dijo Nacero al guardian - ¿Marc te importa mucho?

-  Si, ¿Por qué? - dijo el guardian.

- Por nada, más que nada es que no aparece el agrietamiento - dijo Nacero.

- ¿Cómo? No puede ser - dijo el guardian.

- Lo que oyes, no sé porque, pero no está apareciendo - dijo Nacero - esto es raro, habrá que hacer algo rápido.

- ¿Qué debo hacer? - preguntó el guardian.

- Pues pronto le tenderás el último obstaculo.

- ¿Matarle?

- No, demasiado fácil, le harás sufrir.

- De acuerdo, déjemelo a mi.

- No me falles, confío en ti.

- Lo que realmente me intriga es lo de la agrietación - dijo Nacero - se tendría que deteriorar su cuerpo... Pero no lo hace ¿Por qué?

- No lo sé, habrá alguna explicación - dijo el guardian.

Se callaron y las luces se apagaron. Para ser breve, esto de la agrietación es que, después de cumplir tu promesa, la zona en la cual esté la marca, a su alrededor empieza a agrietarse la piel, como las grietas de un valle seco y abandonado.

A la mañana siguiente me desperté a las nueve, algo raro en mi. Bajé a la cocina y desayuné. Me fui a dar una vuelta por la zona, a ver si había algo nuevo. Estaba aburrido y no sabía que hacer, no había nadie por la calle con quien hablar, nadie. Cuando volví a casa eran las doce, cogí una espada y volví a practicar, otra vez. Me sentía bien cada vez que cogía la espada y cortaba algo, me desahogaba del estrés acumulado. Esa tarde quedamos, en el "City place", Laura, Ramón, Esther y yo. Se nos acercó la camarera y nos atendió y pedimos. Nos trajo las bebidas y empezamos ha hablar de un tema un tanto... Raro.

- Escuchad - dijo Esther nerviosa - no me creereis, pero... Ayer ví una especie de fantasma.

- ¿Cómo? - preguntó Ramón.

- Pues lo que oyes - dijo Esther - pero era raro, porque tenía cierto parecido a alguien que conoco, no sé quien, pero a alguien. Y después fué todo muy raro, porque fuí a ver que era eso y cuando llegué donde se encontraba  ese fantasta raro...

- ¿Qué? - preguntó Laura.

- Pues... Ya no estaba - dijo Esther - me sentí rara y me fuí a casa.

- Normal - dije yo - no creo que alguien se quedara para ver que era eso.

- Pues a mi ha pasado algo raro, de hecho, me está pasando algo raro - dijo Laura.

- ¿Qué es eso tan raro que te pasa? - preguntó Ramón.

- El brazo, se me está empezando a... - dijo Laura  - Agrietar.

- ¿Qué dices? - pregunté sorprendido.

- Míralo tú mismo - me enseñó el brazo.

- ¡Oh dios! - dije casi gritando - ¿Cómo te has hecho esto?

- No lo sé, me ha surgido solo... - dijo Laura.

- Bueno, lo mío va para largo - dije yo - así que escuchad.

Les conté todo lo que me había pasado, desde que ví a mi madre cruzificada hasta lo más reciente.

- ¿Enserio qué...? - dijo Laura asustada.

- Sí - dije yo.

- Pues a mi aún no me ha pasado nada raro - dijo Ramón.

- Pues supongo que te pasará algo, creo - dije yo - no estoy seguro, pero eso creo.

- Espero que no te me pase nada - dijo Ramón.

- Y nosotros también - dijo Esther, todos asentimos.

Acabamos de hablar y pagamos la bebida, nos fuimos cada uno hacia su casa. Estaba yo en mi casa, sobre las diez o así, cuando de repente me da por salir a la calle. Ya en la calle, me cruzó con alguien que no esperaba encontrarme, con Irene.

- ¿Qué haces a estas horas por la calle? - le pregunté.

- Eso debería decirte yo, ¿Eh, pillín? - dijo Irene - Pues estoy dando una vuelta nocturna.

- Ya somos dos - dije - ¿Al final lo solucionaste con Sergio? 

- Bueno... - dijo e hizo una breve pausa - Lo he hablado y tal, pero hemos roto.

- ¿Y eso? - pregunté intrigado, si, soy un cotilla.

- Pues que me gusta otro, no sé como decirlo... - dijo sonrojada.

- ¿Quién es el afortunado? - pregunté.

- Pues... - de repente me abrazó por el cuello y me besó, me pilló despistado - Eres tú.

- ¿Qué haces? - le pregunté serio.

- Pues... - le interrumpí.

- Estoy con Lucy, ¿Sabes? - le dije - Podemos ser amigos, pero tampoco es que debas hacer esto, Lucy es tu amiga, ¿No?

- Sí, pero...

- ¿Pero qué? - dije ya nervioso.

- No puedo negar lo que siento.

- Deberías, tranquila, no diré nada de lo que ha pasado, ¿Entendido?

- Vale, perdona por esto de ver... - le dí un beso.

- Anímate anda, que no vuelva a pasar.

No sé porque la besé, pero sé que lo hice. Iba dando mi vuelta, cuando de repente sonó una explosión, venía de casa de Ramón.

Valle agrietadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora