Capítulo 1: Mi otra mitad

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—¡Bill, ya duérmete, mañana hay escuela! —Gritó mi mamá desde su habitación, la cual estaba frente a la mía.

Levanté mi almohada y coloqué el libro, puse la almohada sobre este, no sin antes darle una última mirada a aquel libro de tapa negra con una "T" que ocupaba toda la portada. Mi mamá creía que era por mi apellido, Trümper, pero no era por eso. Solo mis 2 amigos sabían que lo tenía, al igual que el verdadero significado de aquella letra que significaba tanto para mí. Este libro era algo así como mi diario, en el cual escribía pensamientos sobre mi "otra mitad".

Apagué la luz y traté de dormir.

Aparecí en lo que parecía ser el salón de los espejos de una feria. Era oscura y sombría, de fondo se escuchaba la risa de un payaso, la cual no era para nada graciosa, más bien todo lo contrario. Yo no tenía la edad que tengo ahora (16), era más joven, como de unos de unos 10 años. No importaba hacia donde miraba, me veía reflejado en todos lados. Caminé y caminé tratando de encontrar una salida, sin embargo, solo encontré más espejos.

Empecé a correr, pero me detuve de golpe.

*Un momento, ese no soy yo.*

Retrocedí varios pasos lentamente, algo temeroso. Miré a mí alrededor, veía mi reflejo en cada espejo. Pero había uno especial, diferente. Era él. Se veía igual a mí, pero a la vez era distinto. También tendría más o menos 10 años, todo él era igual a mí. La única diferencia era su ropa y cabello. Rastas largas, sueltas, sin llegar a sus hombros y ropa varias tallas más grande de la que debería ser. Me acerqué tanto que terminé estando a escasos centímetros de él. Levanté un brazo lentamente y me toqué la mejilla, él repitió el movimiento al mismo tiempo que yo. Moví los brazos en distintas direcciones, el me imitó una vez más. Extendí el brazo derecho hacia el frente tratando de tocarlo para saber si era real, él hizo lo mismo como si fuera mi reflejo. No logré tocarlo. En lugar de sentirlo a él, sentí un frío vidrio que pertenecía a un espejo.

—¿Eres real? —Pregunté dudoso.

No obtuve respuesta.

—¿Cómo te llamas? —Intenté una vez más.

—Tú sabes la respuesta. —Dijo finalmente. Es verdad, la sabía.

—¿Tom? —Pregunté algo temeroso.

Él sonrió. Ese era su nombre. Su sonrisa era muy bonita, se le cerraban los ojos y se veía tan adorable que me hacía sonreír de solo verlo.

Empecé a escuchar un fuerte zumbido. Me tapé los oídos con las manos y Tom, al igual que un reflejo, hizo lo mismo. Todo empezó a temblar como en un terremoto, el zumbido era cada vez más fuerte, los espejos empezaron a romperse y todo comenzó a disiparse. Nos miramos preocupados, dejamos nuestros oídos libres para apoyar las manos en el cristal tratando de no alejarnos el uno del otro. Noté tristeza en sus ojos y él en los míos. Segundos después se rompió el espejo y junto con él desapareció el reflejo de Tom.

*No... ¡No, por favor! ¡Tom! ¡TOOOOM!*

—¡Bill! ¡Cariño, despierta! —Oí la voz preocupada de mi madre.

Me senté de golpe sobre la cama, estaba sobresaltado, sudando, con la respiración agitada y el corazón latiendo a mil por hora.

—Fue solo una pesadilla, tranquilo. —Posó una mano sobre mi mejilla y la acarició suavemente.

—No. No fue una pesadilla. ¡Él estaba ahí, mamá! ¡Lo vi, lo vi otra vez!

—¿A quién? —Preguntó desconcertada, apartando su mano.

—A mí, a Tom.

Noté en sus ojos una mezcla de preocupación y tristeza.

—Bill ¿No crees que ya estás un poco grande para tener amigos imaginarios? —¡¿Perdón?! ¡¿Yo tener amigos imaginarios?!

—Mamá, yo no tengo amigos imaginarios. —Dije con tono serio. —Tom es real, tan real como tú y yo.

Se limitó a agachar la cabeza con resignación.

—Será mejor que te alistes o llegarás tarde al colegio. —No me creía, nunca lo había hecho. Razón por la cual jamás le mostraría mi diario, no lo tomaría en serio.

Mi alma gemelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora