Capítulo 22: ¿(In)tocable?

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Siempre me había considerado una persona fuerte, tanto física como mentalmente. Era frío, práctico y con un rango de tolerancia al dolor que muchos Unantastbaren matarían por tener. Pero después de ver esto, me sentía débil e insignificante. Al menos comparado con él... Me costaba mirarlo, ya que sabía que si yo estuviera en su lugar probablemente no habría aguantado tanto.

Hablando con varios Unantastbaren, logré averiguar más sobre el tal Emil, el reciente miembro de Die Unantastbaren. Desde que la mafia se formó, nadie nunca había logrado capturar a uno hasta este momento. Jörg la inició junto con varias personas que pensaban como él y querían hacer las mismas cosas. Eran muy selectos al momento de incluir a alguien y por eso, una vez que tuvieron suficientes integrantes, no admitieron a nadie más. ¿Pero qué pasaría cuando los primeros Intocables envejecieran y no pudieran seguir cumpliendo con su labor? Sus hijos los reemplazarían, tomando el cargo de sus padres. En mi caso, pasaría a ser el líder. Era mucha responsabilidad y sabía que sería difícil, pero al mismo tiempo, me gustaba la idea de tener gente a mi cargo. Cuando Bill, Andy y yo nos encontramos con Fabian en el tren camino a Zielitz Ort, Fabian y yo encontramos un retrato dibujado de Jörg en un periódico. No podía creerlo, ahora las autoridades sabían cómo era y podrían capturarlo. Por primera vez, estaba en auténtico peligro. De todas formas, la policía sabía que capturarlo iba a seguir siendo difícil, ya que Jörg era muy hábil. Aún así no le gustaba la idea de tener a la policía encima de él, así que para distraer la atención y hacer que se concentraran en alguien más alcanzable, unió a otra persona a Die Unantastbaren, Emil. En realidad no era uno de nosotros, sino solo un cebo que Jörg usó para librarse de la policía, aunque esto Emil no lo sabía. Nunca fue entrenado y no era tan rápido o hábil como nosotros, así que la policía no tardó en capturarlo al momento de intentar realizar su primera misión. No sabía mucho sobre Die Unantastbaren, así que no había problema si contaba lo poco que sabía, ya que era información irrelevante. De todas formas, algunos de nosotros "conseguimos" un auto y fuimos a vigilarlo.

Tenían a Emil prácticamente secuestrado, en Münich, al sur de Alemania. Jonas, los gemelos Lucas y Edwin, y yo, fuimos a buscarlo después de que Jörg diera la orden. Jörg sabía que lo capturarían, pero no contaba con que pasaría tan rápido, así que mandó a algunos de Los Intocables más jóvenes a vigilarlo. Fabian nos habría acompañado si las circunstancias hubieran sido otras, ya que Jörg seguía molesto con él por lo que pasó. Emil estaba en una cabaña vieja cerca de un bosque, en un pueblo apartado de, por decirlo de alguna manera, la civilización. Lo amarraron a una silla, le sujetaron las manos y los pies con alambres de púas, de modo que no le convenía tratar de zafarse, ya que podría morir desangrado, tenía los ojos vendados y estaba cubierto de sangre proveniente de distintos golpes y cortes. Estaba peor que yo cuando Jörg... Bueno... No importa. Llevábamos vigilándolo unas dos horas y no dejábamos de impresionarnos por la manera en que Emil se rehusaba a decir algo a pesar de todo lo que le habían hecho.

—¡¿Ahora sí vas a hablar?! —Gritó uno de los tíos que lo amenazaba, quien supuse sería un policía. Emil se quedó callado.

—¡¿Ah, no?! —Dijo el otro mientras tomaba un cuchillo de la mesa, que a parte de la silla era el único otro mueble del cuarto, y lo dirigía a su oreja, rozándolo un poco para se diera cuenta de lo que pensaba hacer. —¡¿Ahora?!

—No... —Dijo Emil con dificultad. El policía, sin piedad alguna, movió la mano rápidamente y le cortó parte de la oreja. —¡¡¡¡AHHHHHHH!!!! —Nosotros, que estábamos viendo todo desde una pequeña rendija en una de las paredes (mirar desde la ventana sería demasiado obvio), nos apartamos de ésta al instante. Llevando las manos a una de nuestras orejas, prácticamente sintiendo el dolor de Emil.

Les hice un gesto con la mano a los demás, indicándoles que me siguieran. Los cuatro, agachados, nos adentramos en el bosque. Avanzamos un par de metros, alejándonos de la cabaña y escondiéndonos entre los árboles para poder hablar sin que nos escucharan. Ni bien entrabas al boque había una bajada, de modo que bajamos lo más que pudimos y nos pusimos en cuclillas.

Mi alma gemelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora