Capítulo 18: Yo también tengo un secreto

161 21 1
                                    

Mi papá estaba realmente molesto y no paraba de decirme lo irresponsable que era por regresar a casa tan tarde y no haberme molestado en llamar. Al menos eso creía que me estaba diciendo, la verdad no estaba prestando atención. Estaba muy ocupado tratando de procesar todo lo que Fabian me había contado sobre Tom.

¿Era cierto? ¿De verdad su vida había sido así? Jörg no solo era el líder de Los Intocables... ¡Era un monstruo! ¡¿Cómo pudo hacerle algo así a su propio hijo?! Claro que Fabian no estaba seguro de si lo había hecho o no, pero muchos afirmaban haber escuchado o visto algo que los llevó a pensar que sí lo hizo. Honestamente no me sorprendía. A pesar de no conocer a Jörg personalmente, sí lo creía capaz de hacer una cosa así. Pobre Tom... Un minuto, ¿"Pobre Tom"? ¿Estaba sintiendo lástima por un Intocable? ¡Tom probablemente era igual de peligroso que ellos y probablemente había hecho millones de cosas peores a las que Jörg le hizo a él! Quería odiarlo, quería olvidarlo y seguir con mi vida como si nunca lo hubiera conocido, pero no podía. Me resultaba imposible. Tenía que hablar con él. Había mucho que aclarar.

—¡¡Bill!! —El grito de mi papá me hizo reaccionar. —¡¿Al menos me estás escuchando?!

—Sí. —Mentí. La verdad no había escuchado nada.

—¿Qué fue lo último que dije? —Me quedé en blanco, sin saber qué decir. Me miró con decepción. No solía ser así, nunca lo había ignorado, pero por alguna razón, no me sentía yo. Mi mente estaba en cualquier lugar menos acá. Respiró hondo, resignado. —Ve a tu habitación. —Me dí la vuelta para irme. —Mañana no sales.

—¿Qué? Pero...

—No se habla más del tema. —Se dirigió a las escaleras y subió a su cuarto.

Yo no me moví. Estaba en la sala de mi casa pero mi mente estaba en otro lado. No podía creerlo...  Me había enterado de demasiadas cosas. Cosas que no estaba preparado para saber.

De repente escuché un ruido proveniente de la azotea. Fabian dijo que Tom estaba en mi casa así que el que causó ese ruido solo pudo ser él. Una parte de mí quería ir a verlo, hablar con él, pero otra parte de mí le tenía miedo. Sabía que Fabian tenía razón, Tom llevaba años siendo un Intocable y yo lo conocí cuando ya lo era. El hecho de que antes no lo supiera y ahora sí no cambiaba nada, él seguía siendo el mismo. Aún así no podía evitar verlo de otra manera... Cuando me dí cuenta, ya estaba abriendo la puerta de entrada a la azotea. Parece que la parte de mí que quería hablar con él ganó la batalla.

Mis ojos recorrieron todo el lugar. Como siempre, no había mucho que ver. Solía estar vacío la mayoría del tiempo, ya que solo lo decorábamos cuando había fiestas. Lo único que había era un florero, aunque... No lo veía. ¿Dónde estaba? Miré el suelo y lo vi. Estaba hecho trizas. Eso era lo que había escuchado, el sonido del florero rompiéndose.

—¿Bill? —Escuché decir a Tom. Estaba parado junto al florero roto. No lo había notado. Me sentía fuera de mí, como si me costara estar en contacto con la realidad.

—Hola. —Me limité a decir. Tom me miró confundido.

—¿Estás bien? —Quería decir que sí. Necesitaba decir que sí, pero sería una gran mentira. Después de haber estado mirando al suelo en todo momento, incapaz de ver a Tom a los ojos, lo hice. Estaban rojos, como si hubiera estado llorando.

—Tom, yo... —No pude terminar de hablar. Se me acercó y, colocando sus brazos alrededor de mi cuello, me abrazó fuertemente. Si las circunstancias hubieran sido otras, no habría tardado en corresponder, pero esta vez no lo hice. Quise hacerlo, pero no pude. —Tom... —Lo aparté de mí suavemente. —No puedo... —Me miró triste, decepcionado. No nos movimos por varios segundos, solo manteníamos la vista fija en el otro. Sentí cómo trataba de adivinar lo que estaba pensando. Era la primera vez que me portaba de manera fría con él. Al final pareció rendirse, ya que se dio la vuelta y caminó lentamente hasta el borde de la terraza. Apoyó los brazos en la baranda y se quedó mirando la vista. Me sentía culpable. Tal vez debería haber olvidado lo de Los Intocables y hablar con él como solía hacerlo antes de que supiera todo lo que sé ahora. Quería poder hacerlo, lo quería más que nada, pero no podía. No importaba cuánto me esforzara, no lo conseguía. No podía verlo de la misma manera. En un último intento de que nuestra relación no se destruyera por completo, me acerqué a él, no muy seguro de lo que hacía, y también apoyé los brazos en la baranda, mirando el paisaje.

Mi alma gemelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora