II: Jazmin pt 2

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Me sentía dentro de una caja. Había oscuridad por todas partes, donde quiera que mirara no se veía nada. Asustada, intentaba gritar pero no me salía ningún sonido. Por fín encontré una pared y me precipité a buscar a tientas un interruptor de luz. De repente, tras un primer parpadeo, la luz se encendió por sí misma. Veía todo desenfocado a mi alrededor... cosas que poco a poco iba focalizando. ¿¿Qué carajos hacía ahí?? ¿no acababa de llegar a casa? Bien, evidentemente no, estaba otra vez en el aeropuerto El Prat de Barcelona, que por extraño que suene estaba totalmente vacío. Mi voz había vuelto. Chillé el nombre de mi hermana y el de mi padre enseguida. Ninguna respuesta. Tan solo un silencio sepulcral.

Anduve un poquito más hasta llegar a la salida y finalmente vi alguien de espaldas bajo los ventanales del aeropuerto. No sé a quien estaba esperando pero en cuanto me acerqué para pedir informaciones reconocí su medio-largo y lujoso pelo negro. Dio una media vuelta y como por arte de magia el aeropuerto desapareció. Ahora estábamos los dos sentados enfrente de un maravilloso paisaje a tiro de piedra de la orilla de un ancho río tan largo cuyo fin se confundía en el horizonte. A nuestro alrededor había muchos pinos de tono verde claro, oscurecido por la falta de luz.

Estaba atardeciendo razón por la cual el cielo, tapado por unas nubes, estaba anaranjado. Y no solo las aguas cristalinas del río se habían convertido en anaranjadas por el reflejo del cielo, sino también sus ojos, ahora verde malaquita con motas doradas. Me tomó la mano y me hizo la señal de levantarme. Tragué saliva y no pude evitar hacerle una radiografía de arriba abajo con mi mirada. El chico estaba de muy buen ver.
Acercándonos a la orilla, nos quitamos ambos los zapatos. Él sonrió mirándome desde sus cinco centímetros de altura extra. Era siempre de las más altas en cualquier lugar me encontrase, no estaba acostumbrada a que los chicos fuesen más altos que yo, incluso David me sacaba un par de dedos. Pero en este caso me encantaba. Me llevó hacia un árbol frondoso e interpuso mi cuerpo entre el suyo y el fuste del árbol. Los dos llevábamos la misma ropa de nuestro encuentro en el aeropuerto. Él: pantalones de tela vaquera oscuros y camiseta blanca que se ajustaba al contorno de sus brazos, mientras yo, camiseta de tirantes azul marino con estampado en oro y pantalones cortos que me hacían parecer a mí más alta y a mis piernas kilométricas que, a propósito, empezaron a vacilar y traté de mantenerlas erguidas cuando mis ojos amarillento-dorados se trabaron en los suyos. Su mano atrapó un mechón claro de mi cabello enredándolo juguetonamente en sus dedos y tirándolo con delicadeza.

« No me voy a olvidar de ti así de simple ».

Entonces su rostro bajó unos centímetros hacia el mío, estando así bastante cerca para que su pulgar pudiese pasar por la comisura de mis labios y rozarlos con los suyos. Yo le apreté la muñeca para acercarlo aún más y noté un bracelete como de plata alrededor de esta, con una placa y unas letras en relieve. De hecho me acordaba perfectamente de este detalle. Llevaba un nombre grabado allá arriba.

Su nombre.

Matías A. Torres.

Yo también me acerqué para reaccionar a su beso, pero solo cuando me volví a abrir los ojos, realicé que lo que tenía enfrente no era nada más que la cara de mi hermanito gritando: Flor ¡Despierta! ¡Despiértate! Es tarde.

Me desperté abriendo los ojos como platos, sobresaltada de mi primer sueño tras semanas enteras de pesadillas, de noches en las que mi mente vagaba ciega en la oscuridad, rememorando cicatrices de mi pasado. No podía controlarlo, mi subconsciente decidía por si mismo. Había largos periodos de total vacío, de la nada más absoluta para llenar mis noches y otros de malos sueños, cuyo sujeto seguía siendo el mismo desde hacía diez años.
 
A pesar de que digan que el tiempo cure las heridas, las heridas perduran. Es cierto que con el tiempo la mente, para proteger su cordura, las cubra con cicatrices y que el dolor se atenúe, pero nunca se desvanecen. Mis pesadillas reproducían las mismas imagenes distorcionadas de aquella noche hace años, cuando todo había comenzado. Cuando yo tenía tan solo la edad de mi hermano.

- ¿Es tarde para qué? - traté de preguntar, pero resulta que en cuanto las palabras me salieron mezclada a bostezos, lo que me salió realmente se parecía más a un "¿Estauuepaakééé?"

- ¿Quééé?

- ¿Es tarde para qué Henry? - repetí una segunda vez con más claridad.

- Primeeero ¡Te acueeerdo que me llaaamo Benjamín ahooora eh! - me guiñó el ojo mientras seguía brincando en el colchón de muelles de mi cama, provocando ruidosos chirridos.

- Y seguuundo, mamá me mandó a que te despierte, es tarde... ya están a punto de enseñarnos las reglas de este nuevo juego ¿no estás emocionada? - ¿Por haberme alejado y desaparecido otra vez de la vida de mis amigos para siempre sin ni siquiera despedirlos? Sí, mira ¿no ves como estoy pegando brincos de alegría?

- Pues, sí claro Hen... emh Benjamín, yo tampoco veo la hora. Vé y dile a mami y a papi que ya voy.

¿Hasta cuándo seguirán con esta farsa? Mis padres esperaban que el tiempo les dictase cómo y cuándo desvelarle la verdad a Henry sobre nuestra familia, nuestros secretos y nuestra realidad de fugitivos, y en estos últimos tiempos, eso era exactamente lo de lo que incluso yo, me había convencido.

- ¿Qué rápido Flor, ya estás lista para salir?

- Que no mamá, llevo lo mismo de ayer, si nos damos prisa, me voy a lavar y todo.

- Aún esperamos a... - y alguien tocó enérgicamente a la puerta.

Anduve despacio para abrir, estirándome y bostezando, entorné el ojo izquierdo y con el derecho miré por la mirilla de la puerta.

- Déjame adivinar, ¿A Meredith, verdad? Aquí está.

- Bien ahora que todo el mundo está podemos comenzar...

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P.d. Tuve que dividir este capítulo e dos partes porque resultaba demasiado largo ...

¡¡Quizás que no haya mal que por bien no venga!!

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Y así fue... que nos conocimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora