Capítulo seis: Reacciones

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Los rayos del sol golpearon el rostro del Okumura, provocándole despertar. Por primera vez desde la muerte de su padre había logrado dormir bien, sin tener absolutamente ninguna pesadilla. Llevó la vista al despertador, y se asombró de que fueran las 6 de la mañana con exactitud.

Se puso de pie, notando entonces la ausencia de Amaimon en el dormitorio. Intentó no darle importancia, le avergonzaba haberse comportado como todo un miedoso la noche anterior, pero los recuerdos fueron traicioneros con él. Cogió el cuaderno y prosiguió a bajar rumbo a la cocina en la cual Ukobach ya le esperaba con el desayuno listo.

«¡Rin!»

Reconocer aquella voz causó que el chico tuviese una verdadera razón para sonreír.

«¡Kuro!»

Apenas se le acercaron, Rin apresó en un abrazo al recién llegado. Le alegraba poder volver a verlo, creía que jamás sus caminos irían a toparse nuevamente. Quería agradecerle de alguna forma. Y pese a que no podía hablar, con escribir un par de palabras el demonio comprendió.

«¿¡En serio me estás invitando a comer!? ¡Eres muy amable, Rin!»

Kuro era un gato demonio con el que Rin había entablado amistad poco después de aquel ataque. De no ser por el pequeño demonio, quizá hubieran tardado horas en encontrarle y debido a estar atado cerca de la Vera Cruz hubiese provocado muchos problemas tanto para él como para su hermano y amigos.

Miró agradecido a Kuro, y le acarició la cabeza cariñosamente. Apreció que el gato de dos colas se quedó fijamente viendo a las escaleras, posó la vista en esa dirección para encontrarse cara a cara con Amaimon. Su rostro tenía su usual expresión de aburrimiento, pero...

«¿Ocurre algo?»

— ¿Por qué lo preguntas?

«Bueno, tienes la cara roja»

El tercer hijo de Satán tenía el rostro un poco sonrojado, como si tuviese fiebre. Por su parte, Amaimon sintió cierta curiosidad ante lo dicho por su hermanito, ¿Tener la cara roja? Bueno, ciertamente se sentía raro, pero sería imposible haber pescado un resfriado humano.

Una hora antes de que Rin se levantara, Amaimon despertó y observó al chico dormir plácidamente. Escucharle balbucear cosas sin sentido y removerse por la cama logró sacarle una ligera y fugaz sonrisa de la cual no fue consciente.

Rin era...Mh, ¿Cómo decirlo? ¿Débil? No, eso no. ¿Deplorable? Ni de lejos era lo que pensaba ahora del chico. ¿Interesante? Claro que lo es, pero tampoco era la palabra que buscaba. Tras meditar un buen rato finalmente encontró aquella palabra que le estaba costando tanto encontrar.

— Adorable

En ese momento, mientras veía entretenido al chico, el cálido calor que empezaba a instalarse en su pecho fue reemplazado por una espantosa punzada ¿Qué mierda le pasaba? Primero sentía un extraño y agradable calor en esa zona, para luego ser atacado por un horrible dolor. Casi como si alguien o algo te quisiera aplastar el corazón entre sus manos.

Sin despertar a Rin, se retiró de ahí. Sabía que el muchacho tenía un sueño pesado, no obstante, después de lo de Negaus dudaba que fuese capaz de relajarse a ese punto. Desde hace ya un buen rato había parado de llover, para cuando terminara de despuntar el alba, el cielo ya no estaría nublado.

Miró un rato al joven, justo cuando aquella ligera sonrisa volvió a formársele en el rostro, sintió de nueva cuenta aquella punzada en el pecho. Aunque no lo quisiera admitir y mucho menos demostrarlo, comenzaba a preocuparse. Experimentar eso era muy poco común, era inclusive peor a recibir una paliza que casi pasa a matarte, el dolor que sufría con esas punzabas dejaba en ridículo al sufrimiento provocado por lesiones en batalla.

Llamas azules [AmaimonxRin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora