Capítulo diecisiete: Crisis

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Podía divisar el edificio. Justo cuando estaba a escasa distancia de llegar a su destino, vio a Azazel en la orilla del techo perteneciente al dormitorio contiguo de donde Rin estaba. Con un mal presentimiento, aceleró su paso e intentó continuar, pero un peso extra sobre él se lo impidió.

— Ni siquiera lo pienses, Rey de la Tierra. Tienes prohibido avanzar más allá de este punto.

La mirada de odio que le dirigió a Lucifer fue ignorada por el rubio, quien permanecía serio e inmutable ante los desesperados y rabiosos intentos de Amaimon por soltarse. Azazel les vio de reojo y regresó su atención hacia el dormitorio, el cual era destruido poco a poco por los Ghoul en su afán de búsqueda.

— ¡Déjame ir, Lucifer!

— Me niego.

— ¡Suéltame ahora mismo!

— Grita todo lo que quieras, Amaimon. Lucifer no va a soltarte, y aunque lo haga, yo mismo te mataré si interfieres. Me pregunto cómo reaccionaría Okumura-kun si te ve morir.

Las frías y maliciosas palabras de Samael consiguieron que Amaimon se tensara. Ver al peli-morado, sentado plácidamente en su sillón flotante, consiguió quitarle todo el color de su rostro. Su mente fue traicionera y le hizo procesar aquella cruel escena... Fue cuando se quedó quieto y observó a distancia con impotencia. 

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.

Estaba aterrado, tanto o más que aquella noche. El corazón no dejaba de latirle con fuerza, dolorosamente, las ganas de desmayarse eran demasiado tentadoras para esos instantes. Daría cualquier cosa con tal de no encontrarse en tan desfavorable y penosa situación.

Sin embargo, vislumbrar el rostro de ambos chicos consumidos por el miedo y la desesperación, lograba que el pánico no lo devorara. Sentía como algo intentaba impulsarlo y dar el paso que había estado evitando desde que todo aquello comenzó. Ese paso que se negaba a dar...

— Que continúes escondiéndote o decidas salir...lo único que provocas es que lo inevitable se postergue, maldito demonio.

Sus piernas le temblaban, deseaba permanecer escondido tras los escombros, quedarse ahí y acurrucarse por el pavor tal y como Shiratori y Godain hacían. No obstante, ese algo seguía animándolo a que su cuerpo quisiese ponerse en pie y acabar con esa terrible pesadilla que lo atormentaba noche tras noche.

Sentía que cada músculo de su cuerpo se debatía entre seguir paralizado por el terror o finalmente obedecer a su dueño y moverse. El estómago se le revolvía sin piedad, la boca le salivaba en exceso, definitivamente quería vomitar.

«Está bien...puedes hacerlo, Rin» 

Aquella voz, quizá, para bien o para mal causó que su debilitada voluntad dejara de vacilar. Los ojos se le empañaron en lágrimas, desconocía si aquello era un recuerdo difuso y lejano en lo que fue su niñez o si era una broma de mal gusto de Azazel, pero juraría haber oído la voz del viejo.

Deseaba con todo su ser no tener que pelear, que alguien lo salvara y alejara del peligro. Anhelaba poder derrumbarse y no pasar por un terrible martirio. Pero desgraciadamente, era consciente de que eso sería imposible actualmente.

— ¿Okumura...? ¿A dónde vas...? ¡O-Oye idiota! ¡Regresa aquí!

— ¡Okumura-kun, no vayas!

Ya no podía huir ni esconderse, y no solamente se refería a Negaus con eso. Siempre estuvo huyendo de lo que era y debió ser, jamás se paró a meditar sobre lo que podría ser y lo que quería ser. Tenía miedo, no mentiría, la incertidumbre del resultado le aterraba.

Llamas azules [AmaimonxRin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora