Capítulo quince: Presagio

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Esas dos palabras lograron desarmar al menor por completo. Fue parcialmente humillante sentir como sus ojos de nueva cuenta se empañaban por las lágrimas y dejaban a estas escapar por sus mejillas. Ignoraba si aquello debería ser sumamente doloroso o motivo de alegrarse.

«¿Por qué tuviste que ser tú...?»

Sabía bien que uno no escogía de quien enamorarse, el corazón múltiples veces elegía a la persona más inesperada. En su caso, Amaimon ni siquiera era un ser humano. Pero eso ya le importaba muy poco a esas alturas.

«¿En qué momento tu presencia dejó de molestarme...?»

El verdadero motivo de aquel sollozo se debía a ese repentino "Te amo, Rin" que el peli-verde había dicho. ¿Cuándo fue la última vez que alguien le dijo que lo quería? Sonaba estúpido, dramático y cursi, pero cuando tu vida se volvía tan caótica y quedaba hecha una mierda necesitabas que algo o alguien se volviera el pilar que te impidiera derrumbarte.

Los demás decidieron darle "su espacio" de forma incorrecta, su propio hermano recurrió a ese método al no saber cómo ayudarle. No negaría que era de su conocimiento el hecho de que sus compañeros de curso se preocupaban por él, pero no se acercaban. Permanecían al margen, esperando a que él diese el primer paso, cosa que se creía incapaz de hacer.

— ¿Rin?

Sin contar a Ukobach y Kuro, el único que había estado junto a él todo ese tiempo fue Amaimon. Aunque le agrediera y le diese un trato brusco, el demonio no se alejó. Lo que en un principio le irritaba al creer que era una curiosidad pasajera con respecto a lo que le sucedió, poco a poco comenzó a vislumbrar que quizás fuese algo más.

Amaimon le sacaba de quicio constantemente, algunos de sus comentarios eran mal interpretables o escogía los peores momentos para realizar ciertas acciones. No obstante, hasta ese momento fue incapaz de reparar en las intenciones ocultas tras todo ello, probablemente ni siquiera el mismo Amaimon fuera consciente de eso.

«"¿Ya te sientes mejor?"»

Una pregunta con la posibilidad de haber sido al azar se formuló como si cada comentario para provocarle hubiese sido planeado con suma atención. Un escalofrío recorrió su columna cuando sintió al mayor hundir el rostro en su cuello. Sus mejillas estaban totalmente teñidas de rojo, sus ojos seguían llorosos. El nudo en la garganta desistía de irse.

Amaimon todo ese tiempo estuvo junto a él, observándole y siendo el apoyo que tanto había necesitado. Mientras él se afligía en su dolor y se cerraba a lo que fuera ajeno a él, el demonio de cabellos verdes incluso se molestaba en quedarse en aquel sillón de su habitación. Dormir todas las noches ahí debía ser realmente incómodo...

— ¿Ocurre algo? Oye, no me ignores. Respóndeme. Rin.

Finalmente se atrevió a rodear el torso del demonio de la tierra con sus brazos, dejándolo preso en un abrazo firme, como si fuese aquel salvavidas que le impedía hundirse en su miseria. Rin se aferró a él, enterrando el rostro en su pecho, sin querer dejar ver lo patético que se vería al desmoronarse en llanto. Ya no aguantaba más, tenía que dejarlo salir.

— ¿Acaso dije algo malo?

«Idiota...»

Desconocía si aquel apelativo iba dirigido hacia a Amaimon o era para él mismo. El aire le faltaba a sus pulmones, si sus cuerdas vocales estuvieran en condiciones no dudaba del escándalo que haría, su cuerpo temblaba. La última persona que le demostró abiertamente su cariño, fue su padre a escasos momentos de morir.

Llamas azules [AmaimonxRin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora