Capítulo 2

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La clase había acabado y antes de que se diera cuenta, el chico nuevo había desaparecido. Al parecer Derek no se lo estaba poniendo nada fácil. No era culpa suya que ese amargado decidiese que tenían que realizar aquel trabajo juntos, al menos, fue considerado y lo mandó para antes de las vacaciones, lo que les dejaba un margen de dos semanas.

 Decidió aprovechar su hora libre y caminar un poco por el campus. El lugar estaba prácticamente  desértico, cosa que no le molestaba, es más, lo prefería así. Iba tranquila, comiendo la chocolatina que guardó en su mochila esta mañana. Pasar al lado del gimnasio, le recordó que llevaba un par de días sin aparecer por allí, aunque tampoco lo había necesitado, no hasta ahora. Siempre que visitaba aquel lugar, era para desestresarse, golpeando algún saco de boxeo. Le gustaba la sensación que eso le provocaba, la hacía sentir más confiada, más fuerte. Después de salir de una relación tóxica, empezó a hacer cosas que le gustaban y por supuesto, tomar clases de defensa personal, sólo en caso de que a cierta persona se le ocurriera volver a  aparecer en su vida.

Sin darse cuenta, ya había llegado al "Gran Árbol", como la mayoría de estudiantes lo llamaba. Aquel  viejo y enorme tronco, estaba situado al norte de la facultad. Sin duda, era su lugar favorito, un rincón aislado de naturaleza, donde siempre que iba podía disfrutar el alegre cantar de los pájaros que se posaban cerca, mientras estudiaba o leía algún libro. Y eso era lo que se disponía​ a hacer en ese momento, se sentó a un lado en el césped y apoyó su espalda en el árbol.

No tenía muchas ganas de estudiar, por tanto, sacó sus auriculares y los conectó al móvil, puso a reproducir la primera canción aleatoria que le apareció y cerró sus ojos, dejándose llevar por la rítmica melodía.

Por otro lado, Derek llevaba toda la mañana evitando a las personas. Prefería no llevarse bien con nadie, por su seguridad más que nada. Dominic aún podía seguir al acecho y no iba a permitir involucrar a nadie en ese asunto. Sin embargo, las personas son cotillas por naturaleza, veían algo nuevo y de inmediato lo querían saber todo. Y él no era alguien que pasase desapercibido precisamente, era un hombre alto y musculoso, aunque no más de lo normal, una espalda ancha, un andar decidido, mecánico, casi militar, una mirada intensa, un rostro cuadrado y un cabello oscuro como la noche. 

Por otra parte, la mirada de aquella chica seguía en su mente. Le parecía muy tierna, aunque con un carácter del demonio. Sonrió al recordar su expresión facial al verle entrar en su misma clase. Y como si la hubiese invocado, allí estaba, despreocupada con cascos en sus oídos y el móvil en su mano, apoyada en aquel hermoso árbol, sus ojos cerrados, totalmente relajada. Se paro en frente de ella, observándola, pero al momento agitó su cabeza.

Meghan al notar la sombra que se había formado en frente suyo, abrió los ojos y se sobresaltó al verlo allí parado.

- ¿Cuánto tiempo llevas allí? - Preguntó arrugando la frente. Se quitó el  casco derecho y se levantó rápidamente.

- Lo suficiente como para darme cuenta que tarareas las canciones. - Contestó él.

- Eso no es verdad. - Dijo.

¿Tarareaba? No que ella supiese, igual lo hacía sin darse cuenta.

- Como tú digas. - Habló cruzándose de brazos. Le parecía divertido, no sabía porqué, pero le causaba gracia. Su sonrisa torcida lo delataba.

Meghan lo miró unos segundos, lo que le costó acordarse del trabajo que tenían que hacer. - Por cierto, ¿cómo prefieres hacer el trabajo? Yo digo que cada uno haga una parte y luego ya las juntamos. - Expuso su idea.

Él parecía confuso al principio, pero luego entendió de qué estaba hablando. Cogió el bolígrafo que tenía apoyado en su oreja. Dio dos pasos más hacia delante, acercándose más a ella, con delicadeza cogió su mano, pidiéndole​ permiso con la mirada. Meghan a su vez,  se quedó quieta, intrigada por el chico nuevo. Con el bolígrafo empezó a escribir su número telefónico en la pequeña palma de su mano. La pelinegra giró su mano para ver qué le había escrito, al mismo tiempo que él alborotaba su cabello oscuro. 

- Estamos en contacto enana. - Y sin decir nada más, comenzó a separarse y volver por donde había venido. Por mucho que intentara mantener distancia, había algo en Meghan que rompía con todos sus esquemas, no sabía el motivo pero se sentía bien al estar junto a ella, aunque sólo la conociese de un par de horas. 

  - ¿Enana? enana tu abuela.- Susurró para sí. 

Respiró hondo  y antes de que se le olvidara y la tinta negra se borrara, anotó el número en su teléfono. Y cuando por fin se disponía a sentarse de nuevo, una voz la sobresaltó. 

-¿Quién era ese? - Preguntó Alice con tono pícaro. 

La joven se llevó la mano al pecho y se giró hacia su amiga. - Esta es tu venganza por lo de esta mañana ¿verdad? - Habló un poco acelerada. 

Su amiga no le prestó mucha atención a lo que le acababa de decir y sólo la miró queriendo saber la respuesta. 

- Un compañero de clase con el que tengo que realizar un trabajo de Historia. - Explicó cansada. - ¿Tú no deberías estar en clase? - Formuló la pregunta mientras se sentaba. La rubia siguió el paso de su amiga y se colocó a su lado. 

-Debería...Pero lo que estamos dando ahora, ya me lo sé y prefiero hacer otras cosas a estar una hora muriendo de aburrimiento. Ya me conoces. 

Alice tenía claro desde pequeña a que se quería dedicar. Siempre tuvo la nota más alta de la clase en Matemáticas y manejaba los ordenadores como si fuera la tarea más sencilla del mundo. No era la típica informática, era la mejor en su campo, y eso que, aún no se había graduado. 

- Pero no me cambies de tema. Es muy guapo. - Opinó.

-¿Quién? - Preguntó fingiendo no conocer de qué estaba hablando. 

- ¿Quién va a ser? El tío con el que hablabas. 

- Puede ser todo lo guapo que quieras, pero es muy raro. 

- Le dijo la sartén al cazo. - Habló la rubia entre risas. 

En respuesta a eso, Meghan la miró mal y luego rodó los ojos.

El resto de la mañana transcurrió normal, puede que el tiempo pasase más lento en algunas clases, pero nada fuera de lo común. Apoyada en su coche, la pelinegra esperaba a sus amigos para volver a casa. Después del transcurso de unos minutos, ya habían llegado y los tres se subieron al vehículo.

- ¿Vamos a comer al Palace? - Sugirió Nathan. 

- Si pagas tú... - Le dijo Alice desde el asiento trasero. 

- Rumbo al Palace entonces. - Habló la conductora, poniendo en marcha el motor. 

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