Capítulo 30

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Se marcharon aquella misma noche, aún quedaba la mejor parte de la sorpresa y la única regla que la joven tenía que seguir, era no quitarse la venda de los ojos. Sentía su coche en marcha y escuchaba la música de la radio pero no podía ver hacia dónde iban.

- ¿Falta mucho? - Preguntó impaciente después de un buen rato.

- Casi nada preciosa. - Contestó el chico con la vista en la carretera y con una ligera sonrisa plantada en su rostro.

Meghan suspiró cansada pero no dijo nada más en el resto del camino. Cuando sintió su coche detenerse, sabía que ya  habían llegado a su destino. Derek sacó la llave, apagando así el motor, salió del coche, fue hacia la puerta del acompañante y ayudó a la pequeña a salir cuidadosamente.

Sintió una ligera brisa al salir del vehículo, así que se aferró al cuerpo del joven. Caminaron un poco hasta subir tres escalones, escuchó como una puerta vieja se abría y ambos entraron, inmediatamente sintió el aroma a madera pero no sabía de dónde provenía. Poco después, Derek le retiró la venda de los ojos, parpadeó un par de veces para acostumbrar su vista a la luz. Observó todo a su alrededor, estaban en una acogedora cabaña con muebles de madera, una chimenea incrustada en la pared y una enorme cama de matrimonio.

- ¡Esto es maravilloso! - Dijo emocionada. - Te amo. - Habló desde el corazón para luego unir sus labios con los suyos en un hermoso beso.

- Tú te mereces esto y más. - Besó su mejilla.

A la mañana siguiente, tomaron el café sentados en el porche, acompañados por la naturaleza, las montañas se veían a lo lejos, rodeadas por grandes árboles y los pajaritos cantaban alegres, dando melodía a aquella escena.

- Podría acostumbrarme a esto. - Dijo la pelinegra sujetando con ambas manos la taza de café.

- Podemos comprarnos una casa en el campo si quieres. - Le ofreció el muchacho.

Meghan fantaseó con esa idea y sonrió ligeramente. - Hay tantas cosas que quiero hacer. - Dijo apoyando la cabeza en su hombro.

- Entonces hagámoslas realidad. - Habló mientras se levantaba y sacaba una pequeña cajita roja de su bolsillo. Se puso de rodillas, viendo la cara de asombro que ponía Meghan, la cual no tenía precio, ya que, no se podía creer lo que estaba a punto de pasar. - Meghan Porter, ¿Quieres... -

- Sí. - Contestó eufórica.

- Ni siquiera me has dejado terminar la pregunta. - Dijo indignado.

- Está bien, perdona. - Dijo intentando calmarse.

Tomó un larga bocanada de aire y abrió la caja, dejando a la vista un impresionante anillo de oro con tres preciosas piedras incrustadas.

- ¿Quieres casarte conmigo? - Formuló la pregunta

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- ¿Quieres casarte conmigo? - Formuló la pregunta.

La joven sonrió ampliamente, sus ojos estaban a punto de soltar una tormenta de emociones. - Claro que sí mi amor. - Contestó saltando a sus brazos e inmediatamente la hizo girar, festejando por la afirmativa respuesta, para después, colocarle el anillo en su mano izquierda, haciendo así, formal la petición de matrimonio.

- Soy el hombre más feliz del mundo. - Le dijo mirándola a los ojos, ella rodeó sus delgados brazos alrededor de su cuello.

- Y yo la mujer más afortunada de tenerte como futuro marido. - Dijo antes de besarlo.

Poco después de comer, comenzaron una larga caminata por el camino de piedras, disfrutando de la compañía del otro, sin casi hablar, simplemente haciéndose compañía mutua. Pararon a beber agua y a descansar un poco, se sentaron en un pequeño banco de madera junto al camino.

- Estos momentos, me recuerdan a mi infancia, cuando visitábamos a mis abuelos y salíamos a caminar durante horas. - Le contó mientras guardaba la botella de agua en su mochila. - Casi no me acuerdo de ellos, era muy pequeña cuando fallecieron. - Dijo un poco triste.

- Lo siento mucho pequeña. - La abrazó fuertemente, dándole su apoyo. - ¿Sabes? Mi padre también solía llevarnos de acampada y nos enseñó a amar y respetar la naturaleza. - Dijo mirando al cielo.

- Háblame más sobre él. - Pidió la chica.

- En cierto modo, era muy estricto y mandón, casi siempre trabajaba en sus casos pero cuando estaba con nosotros desconectaba su teléfono para que nadie lo molestase. Solíamos jugar baloncesto y a las cartas, aunque yo siempre le preguntaba sobre su trabajo y si había detenido a algún hombre malo. - Le explicó nostálgico. - Era un buen hombre, no dudo de que os hubiérais llevado genial. - Beso su mejilla.

Meghan sonrió y antes de que pudiera continuar con la conversación, gotas de lluvia comenzaron a caer. Ambos corrieron cogidos de la mano, hacia la cabaña riendo a carcajadas. Cuando llegaron sus ropas estaban empapadas, Derek le pasó una toalla para que se secara el cabello, después entró al diminuto cuarto de baño para darse una rápida ducha de agua caliente. Entre tanto, la joven se cambió rápidamente de  ropa y cogió una de las mantas que había sobre la cama para ponérsela por encima.

Cuando la tormenta se calmó un poco, la pareja salió al porche.

-¿En qué piensas? - Preguntó ella viendo como caían las gotas de la lluvia y aferrándose aún más a la manta que le cubría los hombros.

- En besarte toda la noche y hacerte mía. - Contestó con la voz grave.

Meghan se mordió el labio instintivamente, entró a la cabaña y dejó caer la manta. La chimenea estaba encendida provocando un ambiente cálido y privado. El muchacho la siguió de inmediato, ella se giró y comenzó a mover sus caderas, de manera provocativa, se quitó lentamente la ropa, haciendo babear al chico, el cual la observaba lujurioso. No aguantó más y se acercó a ella velozmente, la agarró por las caderas y comenzó a besar su cuello desesperadamente.

Una vez en la cama, saboreó todo su cuerpo, de principio a fin. Él gimió sintiendo el roce de su suave piel para después introducir su miembro dentro de ella, lento y sin prisa, quería disfrutar de aquel momento, sentir su calor y como el pequeño cuerpo de la pelinegra se estremecía de placer. Y así se amaron hasta que las llamas de la chimenea se convirtieron en cenizas.

***

¡Un capítulo más! Ya queda poco para el final... Un saludo enorme y muchas gracias por leer. ❤️❤️❤️

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