Capítulo 3

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En los últimos cuatro años que llevaban visitando el Palace, éste no había cambiado para nada. Desde que se independizaron y empezaron sus carreras, ese sitio se había convertido en mucho más que una cafetería, era el lugar al que acudían cuando necesitaban hablar, estar o pasar un rato relajado. Tenían un buen café, comida bastante decente y lo más importante, Wi-Fi gratis.

Nada más sentarse en su mesa habitual, les atendió un nuevo camarero, bastante atractivo. Alice, no se había dado cuenta de las miradas que los ojos azules de Nathan le estaba echando por estar metida en su celular, pero Meghan sí y por fin, entendió la insistencia de su amigo en ir a la cafetería. El chico vestía el típico uniforme de allí, unos pantalones negros junto a una camiseta del mismo color con el logo del local. Su nombre aparecía sobre una placa colocada el lado derecho de dicha camiseta.

- Así que... Ian ¡ehh! - Formuló ella captando la atención del castaño que seguía mirando al camarero.

- Me has pillado. - Habló sonriendo.

- ¿Has hablado algo con él? - Interrogó la chica intrigada.

- No mucho la verdad, pero sé que es bailarín. - Aseguró Nathan.

Su amiga lo miró arrugando la frente, giró levemente su cabeza y observó atentamente a Ian. Era un chico joven, más o menos de su edad, complexión delgada, alto, moreno y con una actitud muy positiva. - ¿Cómo lo sabes? - Formuló volviendo la mirada hacia él.

- Por su forma de caminar. - Contestó él como si fuera lo más obvio del mundo.

- Si tú lo dices... - Le dijo con una sonrisa.

Después de eso, siguieron hablando de diversas cosas, como los exámenes, qué iban a hacer en las vacaciones, etc. La pelinegra aprovechó el tiempo de charla para comentarle sobre Derek, aunque Alice estaba allí físicamente, no prestaba atención a la conversación, estaba más entretenida con su teléfono.

- ¿Y está bueno? - Fue lo primero que preguntó su amigo.

- Sí. - Admitió ella. - Pero es un imbécil.

- Meghan, todos los tíos son imbéciles. Pero eso no significa que no puedas acostarte con ellos. - Y los dos empezaron a reír.

Sin embargo, para ella no era fácil tener una relación con un hombre, no después de James. Se puso seria y dejó de hablar, metiéndose de pleno en sus recuerdos. Dos chasquidos muy cerca de su cara, le hizo reaccionar.

- El pasado es pasado Meghan. - Intentó consolarla. Agarró sus manos y le subió las mangas de su sudadera. - Esto. - Le señaló las cicatrices horizontales de su muñeca. - Es muestra de tu superación y de tu fuerza ¿vale?

Meghan sonrió levemente. - Lo sé.

- ¿Qué pasa? - Formuló la pregunta Alice mientras dejaba su móvil en la mesa.

Los dos la miraron serios. - Nada, cosas del pasado. - Le contestó la pequeña. En el fondo estaban acostumbrados, la rubia era una chica de pocas palabras, aunque siempre sorprendía con algún consejo o frase.

Luego de acabar el postre, pidieron la cuenta y el guapo camarero lo hizo con una sonrisa y para la sorpresa de Nathan, él le había dejado su número telefónico en la factura. Meghan abrió los ojos sorprendida, se levantó de su asiento y miró el papel que el castaño sujetaba, Alice hizo lo mismo. La pelinegra le dio un leve codazo en el brazo mientras Alice seguía mirando aquel papel.

- ¿Quién es Ian? - Le preguntó a Nathan. Éste rodó los ojos como contestación. Pagó la cuenta y los tres empezaron a salir del sitio.

- ¡Vamos chicos! - Exclamó la rubia. - ¿Quién es? - Siguió preguntando.

Por otro lado, Derek ya había llegado a su pequeño apartamento, el que había alquilado y el único que se podía permitir.

Antes de ir a casa, pasó por el gimnasio del campus para conseguir algún tipo de trabajo, de lo que sea. Sabía artes marciales y algunas técnicas de boxeo. Lo primero lo aprendió de su padre cuando era más joven, antes de que él muriera y lo segundo, lo aprendió del viejo Dominic o más bien, de sus chicos, como él los llamaba. Después de comerse la comida precocinada que tenía en la nevera, se sentó en el sofá y cerró los ojos. Imágenes pasaron por su mente, las primeras buenas, pero luego aparecieron las de ella, las de Dominic, las de los tipos a los que había golpeado. Agitó su cabeza sin abrir los ojos y como si fuera agua en el desierto, la cara de Meghan se hizo presente en su mente y por primera vez, se sintió aliviado. Se sobresaltó al notar la vibración de su teléfono. Contestó la llamada sonriendo. - ¿Y ese milagro que me llamas hermanita?

- Estoy nerviosa. - Dijo Tina al escuchar la voz de su hermano. Se estaba preparando para sacarse el carnet de conducir y al día siguiente iba a ser su examen práctico.

- Es normal, yo también lo estaba... Pero has practicado mucho y te lo sabes todo muy bien. - La tranquilizó.

- ¿Y para los nervios no tienes nada? - Se podía escuchar a través del móvil como ella se mordía las uñas.

- Cuando uno tiene confianza en sí mismo mientras está haciendo algo, los nervios desaparecen. - Le dijo mientras apoyaba su cabeza en el respaldo del sofá. Ella le agradeció para después formarse un silencio por parte de los dos.

- ¿Mamá cómo está? - Preguntó con un tono de preocupación.

- Bien, orgullosa de ti y durmiendo con un ojo abierto, ya la conoces. - Dijo soltando una carcajada. Él sonrió.

- ¿Entonces todo bien? ¿No habéis recibido ninguna visita extraña o visto a alguien sospechoso?

- Sí sí, todo bien - Mintió la chica. Nadie había llamado al timbre, pero sí que las tenían vigiladas, aunque eso no se lo iba a decir para no preocuparlo.

Derek respiró aliviado por saber que todo iba bien. Dominic lo quería a él, no a su familia, al menos, eso esperaba. La conversación continuó por un largo rato, él quería recuperar el tiempo perdido con su hermana, estar allí para ella, aunque fuera a distancia.

Mientras, Meghan se empezaba a agobiar, empezó a repasar las cosas que tenía pendientes y no daba a basto. Respiró y volvió a mirar los apuntes, los leyó dos veces más para después dejarse caer en la mesa. Decidió que la mejor manera de concentrarse, era pasar un rato por el gimnasio, así que fue a su armario y sacó su ropa de deporte, que consistía en una sudadera vieja y un chándal gris. Se puso las zapatillas y justo cuando iba a salir, escuchó el pitido del móvil que le indicaba un mensaje. Sin prisa, lo agarró y leyó el mensaje, era de su jefe en la veterinaria, al parecer al otro chico, Mark, le había surgido un imprevisto y le pedía a Meghan que cubriera el turno de esa tarde. Ella suspiró cansada, pero aceptó ir porque necesitaba el trabajo para pagar el piso donde vivía. Volvió a cambiarse y se encaminó hacia su trabajo.

A muchos kilómetros de allí, Dominic se encontraba en su despacho. Estaba enfadado por la traición de Derek, pero estaba dispuesto a perdonarlo si volvía con él, no sin antes darle un merecido castigo. No fue muy difícil localizar su nueva dirección, es lo que pasaba cuando se tenía los contactos necesarios. Estaba sentado en el amplio sofá de cuero, con su vaso de Coñac en la mano y su bastón en la otra.

La llamada entró justo en el mejor momento. - Ya he llegado señor. - Habló la voz masculina.

- Perfecto, que no se dé cuenta de que estás tras él. - Dijo la voz ronca y vieja de Dominic.

{ Esto ya va avanzando, poco a poco, pero avanza. Gracias por seguir leyendo la historia ❤}

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