Capítulo XXII

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En el salón de casa de las Espinosa se notaban bastante los nervios. Esperaban noticias de Nuria acerca de cómo había llegado Dani al hospital. Laura llevaba sin hablar desde que se habían ido. No quería ni pensar qué le podría haber ocurrido y esos nervios la estaban matando.

―Tranquila ―le dijo Nacho, sentándose al lado de ella y rodeándola con un brazo. Ella se arrebujó más en él―. Con la cabeza tan dura que tiene, ese no se ha hecho nada.

Ella sonrió levemente, queriendo creer que sus palabras decían la verdad. Cuando, por fin, Nuria llamó, todos se quedaron más tranquilos, Laura respiró profundamente, el nudo en su garganta se aflojó un poco y pudieron hablar de otra cosa que no fuera la caída de Dani.

―Bueno, a todo esto ―comenzó diciéndole Irene a su hermano, que seguía abrazando a Laura―. ¿Cómo que has venido?

―Pues venía a dar una noticia importante, en cuanto a mi futuro se refiere.

―¡Qué melodramático te pones, Nacho! Yo no sé a esta gente, pero a mí me estás dando miedo, te lo digo desde ya ―comentó Nadia.

―No pretendía ponerme melodramático ―rió―. No, lo que tengo que decir es que Sandra y yo hemos roto.

Todos se quedaron parados pues, aunque aquello les alegraba, sobre todo a Irene y a Nadia, no podían reaccionar con demasiado entusiasmo, para no herir sensibilidades.

―Vaya, lo siento Nacho ―se atrevió a decir finalmente Laura, que se había separado un poco de él para poder mirarlo directamente.

―Sí, tío, la verdad es que no me esperaba esa noticia ―comentó Víctor.

―Sí, yo también ―añadió Irene, que sólo lo decía por compromiso.

―!No me mintáis, no lo sentís para nada! ―comentó volviendo a reír.

―Es verdad. Yo, de hecho, me alegro ―dijo Nadia, que no había parado de sonreír desde que su hermano había dado la noticia.

―Definitivamente no es el día de la sutileza ―musitó Víctor.

―No te preocupes, Vic. Todos conocemos a nuestra burra ―comentó ignorando la exclamación de indignación de Nadia―. Si en realidad yo creo que también me alegro.

―¡¿Ah, sí?! ―preguntaron todos al unísono.

―Sí. No sé. Yo creí que la quería, de verdad que lo creí, pero al cortar con ella es como si me hubiera quitado un peso de encima, la verdad.

―Y nos lo has quitado a nosotros, ciertamente.

―Pero... ―comenzó diciendo Irene mientras continuaba mirando con reproche a su hermana―. ¿Cómo es que habéis cortado?

―Pues esta mañana no hacía más que preguntarme el por qué de casarnos ―Nacho se puso de pie, y gesticulaba mucho con sus manos―. Al fin y al cabo sólo es un papel, ya sabéis que yo nunca he creído en ello. Y le he dicho que si estábamos bien como estábamos... ¿Para qué estropearlo?

―Tú tampoco has sido muy sutil ―le dijo Víctor―. Tiene que ser algo de familia.

―No es eso Víctor, es que un simple papel no nos puede asegurar la felicidad eterna.

―Pues, hermano, de verdad que me alegro por ti, porque Sandra es una hipócrita asquerosa ―comentó otra vez Nadia.

―Créeme, Nadia, me has dejado muy clara tu postura.

―Vale, sólo quería que supieras que te apoyo ―continuó, levantando las manos en señal de inocencia.

―Nadia, ya. Creo que lo ha pillado ―dijo cortante Irene.

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