Capítulo XVI

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Al día siguiente, no había quien se levantara de la cama para ir a la playa tal y como solían hacer la mayoría de sábados. Habían quedado en llamarse pero nadie empezaba. Finalmente, Irene, haciendo un gran esfuerzo, llamó a María, que también hizo un gran esfuerzo al contestar. Irene tuvo la magnífica idea de ir después de comer, idea que Nadia apoyó desde la cama y María por teléfono. De esta forma, María llamó a Aída y desde ahí comenzaría la cadena.

Irene volvió a la cama con la esperanza de dormir un poco más, pero en cuanto se echó en ella el teléfono comenzó a sonar. No se lo podía creer, así que tardó bastante en cogerlo. Cuando por fin lo hizo era Laura, muy nerviosa. A Irene se le cambió la cara en cuanto escuchó lo que le decía su amiga. Intentó tranquilizarla pero no lo conseguía. Cuando por fin logró que se calmara un poco le sugirió que llamara a Dani, ya que era el que más cerca de ella vivía. Laura no hacía más que negarse, hasta que al final tuvo que ceder. La misma Irene fue la encargada de llamarlo. Aunque no le dijo mucho, Dani no dudó ni un segundo en ir a por Laura a su casa, y quedaron en verse en el hospital.

Inmediatamente después de colgar, volvió a llamar a María para contarle lo sucedido. Esta vez la cadena se cerró con Aída, que entendía ahora por qué no había podido contactar ella con Laura, ya que era el momento en el que estaba seguramente hablando con Irene.

Fue a despertar a Nadia que aún estaba dormida y sin enterarse de nada. En cuanto escuchó lo sucedido se levantó de un salto.

Se vistieron y se fueron rápidamente al hospital. Irene había quedado con María y Aída en recogerlas en apenas quince minutos desde que contactaron. Como un reloj, no había pasado un cuarto de hora, cuando ya las estaban recogiendo. En todas ellas era visible el gesto de preocupación. A la inquietud que suponía que Laura estaba en el hospital, se unía que no sabían mucho de lo sucedido debido a su nerviosismo durante la llamada.

Cuando por fin llegaron, salieron a toda prisa y encontraron a Dani dando vueltas en la, siempre angustiosa, sala de espera.

―¡Dani! ―gritó Irene.

Más de uno de la sala la mandó callar.

―¿Qué ha pasado? ―preguntó nerviosa Aída.

―No lo sé. Cuando he llegado a su casa estaba muy nerviosa, no me ha querido explicar nada. Chicas, vosotras tenéis que saber algo, ¿qué le pasa?

―Yo sé lo mismo que tú ―comenzó diciendo Irene―. Por teléfono se le entendía muy poco.

―Vale, tenemos que tranquilizarnos un poco ―decía Nadia con la cabeza fría―. Voy a ver si alguien me cuenta algo. Irene, llama a Nuria a ver dónde está y si ella nos puede ayudar en algo.

―Aquí pasa algo ―comentó Dani en un tono algo más alto cuando Nadia se hubo ido tras dar instrucciones.

―Será mejor que vayamos fuera ―sugirió Irene al ver las caras de la gente de aquella salita.

Una vez en la calle, pudieron estar tranquilos. Irene hablaba por el móvil mientras que Dani encendía un cigarrillo.

―¿No lo habías dejado? ―le preguntó Aída.

―Ya ves, elegí un mal día para dejar de fumar.

―Venga, tranquilo, hombre. Seguro que no es nada.

Irene terminó de hablar por el móvil y se unió a ellos.

―¿Qué te ha dicho Nuria? ―le preguntó Dani.

―Que está arriba, tiene que ver a un paciente y viene para acá. No tardará mucho. Venga, mejor será que esperemos dentro, por si avisan o algo.

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