Habían terminado de comer, estaban bastante llenas, pues habían pedido demasiado. Con la pizza siempre les ocurría lo mismo. Seguían aún alrededor de la mesa de comedor, aún con los pocos restos que habían quedado, charlando de cosas triviales y del día a día, cuando Nadia volvió a la carga.
―Bueno, cambiando de tema. Yo no creo que me tome las cosas de forma distinta a vosotras.
Todas se echaron las manos a la cabeza sabiendo, además, que habrían de resignarse pues, hasta que no encontrara respuestas no pararía. En cierta forma, todas admiraban la constancia de Nadia. Cuando quería algo y estaba a su alcance, luchaba por conseguirlo.
―¿Ves? Es que nos estás dando la razón, Nadia, y no es algo a lo que tengas que darle tanta importancia. No pasa nada, chiquita, cada uno es como es. Y para ya, antes de que nos entre dolor de cabeza ―le dijo Laura.
―Vale ―cedió finalmente―. Ya me callo.
―Gracias, hija ―comentó Aída.
―Bueno, mejor será que, por nuestro bien, pasemos a otro tema o Nadia nos bombardeará de nuevo ―dijo ahora María.
―¡Oye! ¿Acaso me estás llamando pesada?
―¡Claro!
―¡Ah! ―contestó resignada―. Bueno, vale. Vamos a pasar a otro tema.
―Disculpadme ―dijo de pronto Laura y, acto seguido, se levantó de la silla y fue rápidamente al lavabo.
―¿Y a esta qué le ha pasado ahora? ―preguntó Irene.
―Yo no he sido ―comentó rápidamente Nadia, alzando las manos en señal de inocencia.
María fue a buscarla, aunque las otras tres la siguieron unos segundos después.
―Niña, ¿qué pasa? ―le preguntó Aída a María, que continuaba en la puerta del servicio.
―No lo sé, aún no me ha contestado. Además, acabo de llegar y me habéis seguido, ¡qué apretadas sois!
En ese momento, Laura salió del servicio como si no hubiera pasado nada.
―¿Qué te pasa? ―le preguntó María.
―Nada, me ha tenido que sentar mal la pizza.
―¿Estás bien? ―dijo ahora Irene tocándole la frente.
―Sí, no os preocupéis ―contestó regalándoles una sonrisa, que esperaba fuera tranquilizadora―. Vamos al salón, ¿no?
―Claro ―dijo Nadia―. Pero que muy bien no tienes que estar cuando dices que te ha sentado mal la pizza ―bufó.
Todas sonrieron, resignadas ante las ocurrencias de su amiga. Todas compartían la pasión por la pizza, pero Nadia, a veces, lo llevaba demasiado al extremo, siendo una prueba más, de la pasión que demostraba para todo.
Volvieron al salón y continuaron hablando. El tiempo se les pasó muy rápido y, antes de que se dieran cuenta, ya se había hecho de noche. A las diez, decidieron comenzar a hacer la cena. Cada una se encargó de hacer algo y, mientras tanto, continuaron con lo que llevaban haciendo toda la tarde: hablar. Algo en la forma de estar de Laura inquietaba en cierta manera a Nadia, no sabía lo que era, pero sí quería saberlo cuanto antes.
―Oye, Laura, ¿te pasa algo?
Ésta, mientras, continuaba lavando la lechuga para la ensalada, de forma muy meticulosa.
―No, ¿por qué? ―contestó sin mirarla.
―Por nada en especial, lo que pasa es que te noto rara, no sé. ¿Triste, tal vez? ―dijo, aunque sonó como una pregunta.

ESTÁS LEYENDO
La playa
General FictionTras seis meses de su inesperada marcha, Nadia ha vuelto a casa. Ahora se tendrá que enfrentar a su familia, sus amigos y sus decisiones. La playa será testigo de su historia, de sus amores y desamores, del retomar de una amistad que parecía perdid...